La revoluci¨®n del doctor Escard¨®: curarse al lado de quien te quiere
A veces, las empresas se resisten a hacer cambios que reportar¨ªan claros beneficios a sus empleados. La historia de un pediatra argentino puede hacerlas recapacitar.
EL DOCTOR Florencio Escard¨®, c¨¦lebre pediatra argentino, tuvo que luchar durante mucho tiempo y vencer numerosos obst¨¢culos para poder demostrar algo evidente: que el hecho de tener a tu lado a una persona que te quiere, te hace sentir mejor. Y que puede ayudar a una m¨¢s pronta recuperaci¨®n.
La primera vez que el doctor Escard¨® entr¨® en la sala 17 del hospital de ni?os de Buenos Aires ¡ªera 1926 y acababa de terminar la carrera de Medicina¡ª qued¨® ¡°profundamente conmovido¡± por lo que vio, seg¨²n sus propias palabras. Los ni?os all¨ª ingresados estaban todo el d¨ªa solos en sus camas. Los padres, solo el padre o solo la madre, pod¨ªan visitar a sus hijos ¨²nicamente entre las cinco y las siete de la tarde, hora a la que deb¨ªan abandonar el hospital para que el personal auxiliar sirviera la cena a los ni?os. Tuvo que pasar m¨¢s tiempo del que ¨¦l hubiera deseado, 32 a?os exactamente, para que pudiera llevar a la pr¨¢ctica lo que siempre dese¨® desde que pis¨® por vez primera aquella sala 17.
Lo que propici¨® que la revoluci¨®n pudiera llevarse a cabo fue que, en 1957, el doctor Escard¨® fue nombrado jefe del servicio de pediatr¨ªa del hospital de ni?os y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Y a pesar de todo el poder que le confer¨ªan esos cargos, no lo tuvo nada f¨¢cil porque las resistencias que encontr¨® en todos los estamentos del hospital fueron enormes.
Tener al lado a una persona que le quiere puede ayudar a una recuperaci¨®n m¨¢s r¨¢pida de un enfermo
La revoluci¨®n del doctor Escard¨® consisti¨® en que a partir de aquel momento la madre ¡ªo, en el caso de que a la madre no le fuera posible, otra persona¡ª deb¨ªa estar las 24 horas al lado del ni?o; es decir, deb¨ªa estar ¡°ingresada¡± con el ni?o mientras durara la hospitalizaci¨®n. Las resistencias emocionales ante tal cambio no se hicieron esperar.
Pero donde surgi¨® un problema que parec¨ªa irresoluble fue en la limpieza, ya que cuando se construy¨® el hospital no se previ¨® que en las salas de ni?os pudiera haber adultos. Los responsables de la limpieza adujeron que no hab¨ªa suficientes aseos para tantos adultos. Era dif¨ªcil resolver un problema estructural del edificio, pero Escard¨®, lejos de desfallecer, le encontr¨® soluci¨®n. Al tiempo que el ni?o era ingresado, se notificaba a las madres de la sala 17 que deber¨ªan traer productos de limpieza y establecer turnos entre todas para que los lavabos estuvieran siempre en condiciones. Y a pesar de las resistencias, la iniciativa del doctor Escard¨® empez¨® a cosechar frutos. Al confiar a las madres, debidamente instruidas y cotidianamente supervisadas, el cuidado de sus hijos, mejoraba la evoluci¨®n de los ni?os ingresados.
A?os m¨¢s tarde, cuando el doctor Escard¨®, al recibir el reconocimiento a su labor, o¨ªa que le tildaban de ¡°revolucionario¡±, respond¨ªa: ¡°?Qu¨¦ puede tener de revolucionario pensar que las madres deben estar con sus hijos enfermos? Tard¨¦ 32 a?os en conseguir que las madres entraran a la sala 17 en el hospital de ni?os, ?32 a?os! Es de lo ¨²nico que estoy orgulloso en la vida¡±.
Unos cuantos a?os despu¨¦s, en un congreso de recursos humanos que se celebr¨® en Ifema, en Madrid, estaba compartiendo mesa a la hora de la comida con diferentes colegas cuando sali¨® en la conversaci¨®n el hecho de que a veces las empresas se resisten a realizar cambios que reportar¨ªan claros beneficios a las personas que trabajan en ellas. Tuve entonces la ocurrencia de compartir la historia que acabo de contar. Inmediatamente despu¨¦s de finalizar mi relato, una de las personas que me escuchaba, visiblemente conmovida, me hizo la siguiente pregunta: ¡°?Usted conoci¨® al doctor Escard¨®?¡±. Mi respuesta fue que no lo hab¨ªa conocido y que lo que les hab¨ªa explicado me lo hab¨ªa contado un m¨¦dico que hab¨ªa trabajado durante muchos a?os con el doctor Escard¨® en Buenos Aires. A continuaci¨®n, y ante nuestra sorpresa, aquella mujer nos dijo: ¡°All¨¢ en mi Buenos Aires, el doctor Escard¨® fue mi pediatra. Gracias a ¨¦l, todo el tiempo que estuve hospitalizada tuve a mi mam¨¢ a mi lado¡±.
Quiz¨¢ suene a quimera, pero cuando crees en algo, la distancia es solo parte del camino.?
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