No solo n¨²meros, tambi¨¦n personas con vida cotidiana
Hasta ahora, la pol¨ªtica estatal sobre despoblaci¨®n se ha quedado m¨¢s en las palabras que en los hechos, es momento de un pacto
Desde hace un tiempo, en la pol¨ªtica p¨²blica la despoblaci¨®n es un tema de recurrente actualidad. Pero en muchas ocasiones parece que se trata m¨¢s de n¨²meros que de las personas que hay detr¨¢s de esos n¨²meros. De sus derechos y situaciones y de su propia vida cotidiana. Los que desde hace muchos a?os investigamos de manera cient¨ªfica este tema ya conoc¨ªamos sobradamente la situaci¨®n. Tambi¨¦n que estamos en la fase de salida de la misma. Lo peor claramente ha pasado hace ya algunos a?os. Pero los que tienen responsabilidad p¨²blica deben enfocar el tema sobre la base de la calidad de vida de los ciudadanos rurales: no son tan importantes los n¨²meros como las personas y c¨®mo se desenvuelven en su espacio rural cotidiano. La despoblaci¨®n rural es un problema para las personas cuando afecta su vida cotidiana. Cuando adquiere, en consecuencia, una dimensi¨®n moral. Esta dimensi¨®n moral es multidimensional y por tanto, se advierte como una (in)justicia posicional por los individuos que residen en una zona despoblada. Cuando ser pocos es un problema, en primera instancia relacional. Estas zonas existen en Espa?a.
La vulnerabilidad geogr¨¢fica agrava la vulnerabilidad social
As¨ª, la despoblaci¨®n es un problema de m¨²ltiples matices sociales y territoriales que dif¨ªcilmente se puede abordar bajo un solo par¨¢metro poblacional. La despoblaci¨®n se decodifica casi individualmente, en una misma comunidad rural, no afecta por igual. En el ¨¢mbito de los comportamientos cotidianos, los afectos y las emociones poco pueden hacer las pol¨ªticas p¨²blicas, m¨¢s all¨¢ de arropar a los ciudadanos. Que los ciudadanos rurales se sientan arropados en su Estado, donde se han disuelto las comunidades rurales, incluye que en cada lugar quienes representan al Estado deben tener una relaci¨®n amigable e incluso participativa. Pensemos en pueblos donde vive una persona o pocas personas, la Administraci¨®n no se puede mostrar lejana. Los (micro)comportamientos y acciones muchas veces son m¨¢s resolutivos que los grandes planes.
Los ciudadanos rurales constituir¨ªan otra dimensi¨®n que hace relaci¨®n a la elegibilidad y a la (micro)posicionalidad espacial. Esto tiene un ¨¢mbito p¨²blico y otro privado. En el ¨¢mbito p¨²blico, el Estado debe asegurar que cada ciudadano tenga efectivamente los mismos derechos y servicios: sanidad, educaci¨®n, seguridad¡ en cada lugar geogr¨¢fico, pero sobre todo en las ¨¢reas m¨¢s despobladas. En el ¨¢mbito privado, el Estado no deber¨ªa m¨¢s que animar las iniciativas de cada ciudadano mediante procesos absolutamente transparentes que premien la capacidad de cada individuo. En las democracias rurales, el Estado debe asegurar el progreso de cada individuo de acuerdo a sus capacidades, pero protegiendo a los m¨¢s vulnerables. La vulnerabilidad geogr¨¢fica agrava la vulnerabilidad social.
Qu¨¦ debemos aprender de la escasa aplicaci¨®n de la Ley de Desarrollo Sostenible de 2007, una ley ruralista que pretend¨ªa fomentar la poblaci¨®n rural. Principalmente que no ha tenido una notable aplicaci¨®n, debido sobre todo a su enciclop¨¦dica ambici¨®n. Tambi¨¦n que constituy¨® un reciente hito legislativo que conced¨ªa una dimensi¨®n rural al espacio antes (primordialmente) agrario. De esta manera ya se entend¨ªa el territorio rural como espacio de poblaciones rurales. Un cambio de prisma importante. ?Cu¨¢l es el papel de una estrategia nacional sobre la despoblaci¨®n en este camino? Habr¨ªa dos opciones: la primera, un documento sint¨¦tico sobre el papel del Estado en la (soluci¨®n) de este fen¨®meno, es decir, un consenso sobre cu¨¢les son las responsabilidades del Estado y cu¨¢les no. Esto es relevante, nos lleva a un Estado minimalista o maximalista. Por otro lado, que parte de la soluci¨®n del problema recae en la sociedad civil (rural). El Estado deber¨ªa ser maximalista en lo p¨²blico y minimalista en lo privado. Y en segundo lugar, el puzle pol¨ªtico, donde se ensamblan las pol¨ªticas sectoriales, las pol¨ªticas auton¨®micas, las propuestas de los municipios en un solo documento. ?Qu¨¦ habr¨ªa de nuevo en esta segunda opci¨®n? Probablemente poco, simplemente la exposici¨®n p¨²blica de todo lo que se est¨¢ haciendo sobre despoblaci¨®n por diversas administraciones. La estrategia (de aqu¨ª su nombre) no conlleva necesariamente coordinaci¨®n, sino se avanza en otros ¨¢mbitos de convergencia pol¨ªtica.
Hasta ahora la pol¨ªtica estatal sobre despoblaci¨®n se ha quedado m¨¢s en las palabras que en los hechos. Pero, como todos los textos program¨¢ticos de los grandes partidos incluyen la preocupaci¨®n por la despoblaci¨®n y el desequilibrio territorial, ser¨¢ ahora buen momento de precisar un pacto pol¨ªtico. La reciente estrategia sobre despoblaci¨®n del Gobierno, un documento abierto que engloba grandes principios socioterritoriales sobre todo el muy reclamado que la posicionalidad espacial no discrimine al ciudadano rural, pero sin una notable negociaci¨®n con las Comunidades Aut¨®nomas, quedar¨¢ en uno de tantos textos program¨¢ticos de nuestra historia rural.
El debate sobre la despoblaci¨®n rural anima otros como la configuraci¨®n territorial del Estado. Son diversos los escalones administrativos en nuestras democracias rurales generados en un proceso y contexto hist¨®rico. Desde el municipio hasta el Estado nacional. ?Qu¨¦ puede aportar cada uno? S¨®lo leyendo los principales peri¨®dicos nacionales, en todas estas escalas existen iniciativas para dinamizar la poblaci¨®n rural. La mayor parte de los casos de forma inconexa. La articulaci¨®n de todas las escalas territoriales podr¨ªa constituir un notable logro o consecuci¨®n en las spatial politics, tanto a nivel horizontal como vertical, de una verdadera estrategia, no enciclop¨¦dica, sobre despoblaci¨®n rural que llevase a un nuevo acuerdo territorial sobre las necesidades y derechos de los ciudadanos. Todo esto nos lleva mucho m¨¢s all¨¢ de la propia despoblaci¨®n rural. Aqu¨ª radica verdaderamente la magnitud del fen¨®meno.
?ngel Paniagua es investigador en el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªfica.
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