La Europa de ma?ana
Pese a las importantes dudas que han surgido sobre el proyecto europeo despu¨¦s de 2008, el tren de la integraci¨®n no se ha detenido en ning¨²n momento. Pero la mayor¨ªa silenciosa tendr¨¢ que movilizarse
Cada cinco a?os, la Uni¨®n Europea tiene una cita con el espejo: las elecciones al Parlamento Europeo nos sirven para contemplar el semblante de nuestro proyecto com¨²n y hacer balance del paso del tiempo. Estos comicios son, sin embargo, especiales. Son las primeras elecciones desde la crisis de los refugiados, desde el refer¨¦ndum sobre el Brexit y desde la elecci¨®n de Donald Trump en Estados Unidos. En estos a?os convulsos, marcados por las tensiones y las inseguridades, no hemos apartado la mirada del espejo en ning¨²n instante. Gracias a las urnas, el reflejo adquirir¨¢ la nitidez que tanto hemos echado en falta.
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Las elecciones europeas suelen catalogarse como votaciones ¡°de segundo orden¡±. La escasa participaci¨®n en las mismas ¡ªque ha ido cayendo de forma ininterrumpida desde 1979¡ª parece apoyar la tesis de que la ciudadan¨ªa europea no les otorga la importancia que merecen. Tres meses antes de las elecciones, tan solo el 38% de los ciudadanos sab¨ªa que estas tendr¨¢n lugar en el mes de mayo, y ¨²nicamente el 5% conoc¨ªa las fechas exactas. El siguiente dato resulta igualmente revelador: el candidato del Partido Popular Europeo a presidir la Comisi¨®n, el alem¨¢n Manfred Weber, era conocido a un mes de las elecciones por solamente un 26% de los alemanes.
?Debemos inferir de estos datos que los europeos se sienten indiferentes respecto a la Uni¨®n? Las encuestas dibujan un panorama m¨¢s halag¨¹e?o. Seg¨²n el ¨²ltimo Eurobar¨®metro, casi siete de cada diez europeos ¡ªdejando a los brit¨¢nicos al margen¡ª consideran que sus respectivos pa¨ªses se han beneficiado de la integraci¨®n. Esta cifra es la m¨¢s alta desde 1983, cuando empez¨® a formularse la pregunta. La mayor¨ªa de brit¨¢nicos, dicho sea de paso, concuerda ahora con esta opini¨®n.
No obstante, se ha instalado en la Uni¨®n Europea una cierta desafecci¨®n pol¨ªtica, que afecta a todos los niveles de gobernanza. Las poblaciones de los pa¨ªses del Este, que se incorporaron a la Uni¨®n ya entrado el siglo XXI, tienden a desconfiar m¨¢s del sistema pol¨ªtico y a mostrarse m¨¢s reticentes a ejercer su derecho a voto; no solo en las elecciones europeas, sino en todas. A esto se le suma que los j¨®venes de nuestro continente son menos dados a participar en los cauces institucionales, pese a ser m¨¢s europe¨ªstas que la media.
Se ha instalado en la UE una cierta desafecci¨®n pol¨ªtica que afecta a todos los niveles de gobernanza
Otro factor a?adido es que, para las generaciones que presenciaron expectantes la evoluci¨®n del proyecto europeo durante la segunda mitad del siglo XX, el efecto ¡°luna de miel¡± se ha ido evaporando. Tal y como advierte Ivan Krastev en After Europe, puede que nos encontremos ante ese ¡°fin de la historia¡± del que habl¨® Francis Fukuyama en 1989, pero solo en el inquietante sentido de que a pocos les interesa ya la historia. Krastev, Mark Leonard y Susi Dennison, del European Council on Foreign Relations, describen as¨ª la magnitud de estos cambios sociol¨®gicos: ¡°La Uni¨®n Europea fue creada por sociedades que tem¨ªan su pasado. Ahora, los europeos temen su futuro¡±.
Aunque sigue siendo fundamental resaltar el papel de la integraci¨®n europea como garante de la paz tras la Segunda Guerra Mundial, la Uni¨®n ha de continuar acumulando fuentes adicionales de legitimidad. Por desgracia, las turbulencias econ¨®micas y migratorias de los ¨²ltimos a?os ¡ªgestionadas de forma manifiestamente mejorable por parte de la Uni¨®n Europea y sus Estados miembros¡ª no han contribuido a la causa. Los partidos nacionalpopulistas han sabido aprovechar el actual clima de desasosiego, en el que han germinado sus propuestas, consistentes en afrontar ciertos desaf¨ªos de presente y futuro (como la crisis demogr¨¢fica) mediante recetas propias de un pasado idealizado (repliegue nacional).
Sin embargo, el caos del Brexit ha dejado indicios inequ¨ªvocos de que fuera de la Uni¨®n Europea hace mucho fr¨ªo. Salta a la vista que, con solo abrir la puerta, el Reino Unido ya se ha estremecido. El peso relativamente reducido de los Estados europeos, las distancias geogr¨¢ficas y las profundas interdependencias a nivel internacional constituyen realidades indefectibles, que terminan dejando en evidencia a aquellos pol¨ªticos cuyo programa se basa en hacer la cuadratura del c¨ªrculo. Los ciudadanos europeos han tomado nota de ello, y no es casualidad que los partidos continentales que planteaban una salida de la Uni¨®n hayan dejado de hacerlo.
Las instituciones europeas deben promover un pacto social medioambientalmente sostenible
El principal elemento que une a esta amalgama de partidos ¡ªm¨¢s heterog¨¦nea de lo que puede parecer¡ª es su discurso antinmigraci¨®n, que adquiere tintes xen¨®fobos. A este respecto, debemos seguir recordando que existe un derecho de asilo internacionalmente reconocido, que la inmigraci¨®n en su conjunto puede ayudarnos a atajar nuestro problema demogr¨¢fico, y que en Europa hay muchos menos inmigrantes de lo que suele pensarse. Oponerse a los flujos migratorios descontrolados es razonable; mirarse el ombligo y desentenderse de los habitantes de nuestros pa¨ªses vecinos nunca lo ser¨¢. Estamos hablando de un imperativo humanitario, pero no solo de eso: la seguridad exterior y la interior est¨¢n intr¨ªnsecamente conectadas.
En cualquier caso, el tema que m¨¢s angustia hoy en d¨ªa a los europeos no es la inmigraci¨®n, sino la econom¨ªa. Uno de los grandes retos actuales es la desigualdad, que viene aumentando en pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses de la OCDE. Lo mismo ha ocurrido con la brecha norte-sur en Europa, a ra¨ªz de la crisis econ¨®mica. Si bien los Estados miembros no pueden eludir sus responsabilidades, las instituciones europeas deben hacer m¨¢s por promover un nuevo pacto social que sea medioambientalmente sostenible, que d¨¦ respuesta a las disrupciones en el mercado laboral y que favorezca la cohesi¨®n a escala europea.
Una singular paradoja de nuestra ¨¦poca es que, pese a las importantes dudas que han surgido sobre el proyecto europeo despu¨¦s de 2008, el tren de la integraci¨®n no se ha detenido en ning¨²n momento. Por supuesto, queda mucho camino por recorrer, pero actualmente contamos con mejores herramientas para afrontar las dificultades financieras y econ¨®micas que puedan llegar. Para que esta tendencia contin¨²e tras las elecciones, y para que la Europa que abandera el multilateralismo mantenga su protagonismo en un escenario global cada vez m¨¢s inh¨®spito, la mayor¨ªa silenciosa que es partidaria de la integraci¨®n habr¨¢ de convertirse en una mayor¨ªa movilizada.
Al situarnos frente al espejo en los ¨²ltimos tiempos, los europeos hemos hecho emerger, por fin, un verdadero espacio pol¨ªtico com¨²n. Si los partidos europe¨ªstas pretenden que esta creciente politizaci¨®n no se vuelva en su contra, har¨¢n bien en forjar una narrativa transformadora. Aunque en ocasiones podamos recrearnos nost¨¢lgicamente en ¡°el mundo de ayer¡±, como hac¨ªa Stefan Zweig, tengamos en cuenta que el genial escritor austriaco se desvivi¨® siempre por un proyecto de futuro: esa uni¨®n pac¨ªfica de Europa que nunca lleg¨® a ver, pero que contribuy¨® a hacer realidad sin saberlo. Evitemos, pues, que la nostalgia se apodere ahora de quienes nos sentimos herederos de su causa, y compromet¨¢monos a construir juntos la Europa de ma?ana.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
? Project Syndicate, 2018.
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