De Pompeya a EL PA?S
El primer crucigrama de la historia se descubri¨® en Pompeya bajo la capa de cenizas volc¨¢nicas
¡°Muchas calamidades sucedieron en el mundo, pero ninguna proporcion¨® tanto gusto a los que vinieron despu¨¦s. Es dif¨ªcil que pueda haber algo m¨¢s interesante¡± escribi¨® Goethe, no libre de esnobismo, refiri¨¦ndose a la ciudad de Pompeya suspendida en el tiempo bajo las capas de ceniza volc¨¢nica.
Con una mezcla de atracci¨®n y espanto, el poeta alem¨¢n subi¨® hasta el Vesubio, dispuesto a estudiar la materia que expulsaba el volc¨¢n. Por decir no quede que tambi¨¦n visit¨® las ruinas de la ciudad sepultada. La reconstruir¨ªa en su memoria treinta a?os despu¨¦s, en 1816, dando a la estampa un bello libro titulado Viaje a Italia.
De Pompeya le sorprendi¨® la peque?ez y angostura de sus calles, a la par que la talla de los edificios y que el poeta alem¨¢n lleg¨® a comparar con casas de mu?ecas. Con todo, la observaci¨®n m¨¢s interesante sobre el suceso del Vesubio es la que Goethe realiza a partir de la distancia que media entre el volc¨¢n y la ciudad.
El camino de la ciencia llevar¨ªa al poeta a hacer real lo pensado, cuando escribi¨® que la masa volc¨¢nica que enterr¨® Pompeya hab¨ªa quedado suspendida en el aire, a modo de nube, durante largo tiempo, hasta que cay¨® sobre la ciudad, sepult¨¢ndola para los restos. Para hacernos idea del suceso, Goethe nos dice que s¨®lo hay que imaginar un pueblo de monta?a enterrado en la nieve.
Gracias a ¨¦l, gracias a Mambrino, un peri¨®dico atrasado ten¨ªa vigencia cuando su crucigrama a¨²n no estaba hecho
Con todo, la cr¨®nica m¨¢s antigua de lo ocurrido en Pompeya es de Plinio el Joven, abogado, escritor y cient¨ªfico de la antigua Roma y sobrino del naturalista Plinio el Viejo que fue una v¨ªctima m¨¢s del volc¨¢n asesino. Plinio el Viejo muri¨® asfixiado por los gases volc¨¢nicos cuando intent¨® acercarse al Vesubio para observar m¨¢s de cerca la erupci¨®n. En la citada cr¨®nica, escrita en forma de carta al influyente historiador T¨¢cito, el sobrino de Plinio el Viejo cuenta c¨®mo surgi¨® una nube que fue extendi¨¦ndose de abajo hacia arriba en forma de tronco y que ¡°unas veces ten¨ªa un color blanco brillante, otras sucio y con manchas, como si hubiera llevado hasta el cielo tierra o ceniza¡±.
Siglos despu¨¦s dieron comienzo las excavaciones. Fueron iniciadas en 1748 con el rey de N¨¢poles -que luego ser¨ªa Carlos III de Espa?a- y continuaron durante el siglo XIX hasta el otro d¨ªa, cuando se descubri¨® una inscripci¨®n fechada a mediados de octubre, por lo cual, la hip¨®tesis m¨¢s sensata es que la erupci¨®n tuvo lugar en fechas pr¨®ximas. Con este descubrimiento, la fecha tradicional que consta en el relato de Plinio el Joven -24 de agosto del a?o 79- se deb¨ªa, sin duda, a un error de alg¨²n amanuense que se equivoc¨® al transcribir los n¨²meros romanos.
Lo que nos trae hoy hasta aqu¨ª, es que en una de las excavaciones realizadas el siglo pasado en Pompeya, se encontr¨® el m¨¢s antiguo cuadrado m¨¢gico descubierto hasta la fecha. Se trata de un juego con pal¨ªndromos que bien se puede identificar con un crucigrama. De esta manera, el de Pompeya fue el primer crucigrama del que tenemos noticia hasta la fecha.
Todo esto viene a cuento porque hace unos d¨ªas falleci¨® Jos¨¦ Luis Herencia, Mambrino, creador del crucigrama m¨¢s did¨¢ctico que pudi¨¦ramos encontrar entre las p¨¢ginas de un diario. Con una agudeza sana y humor¨ªstica, nunca exenta de sencillez, nos hac¨ªa poner en marcha las meninges hasta dar con las palabras exactas que resolviesen el pasatiempo.
En lo que a m¨ª respecta, mucho antes de leer a Goethe, con los crucigramas de Mambrino aprend¨ª que el vendedor de su propia alma lleva por nombre Fausto. Gracias a ¨¦l, gracias a Mambrino, un peri¨®dico atrasado ten¨ªa vigencia cuando su crucigrama a¨²n no estaba hecho. Descanse en paz el hombre que nos hizo pasar los ratos de una manera tan instructiva.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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