Un mundo en la lavadora
En cada cilindro de los que quiere construir Bezos en la Luna cabr¨¢n unos cuantos millones de personas
Llevamos a?os fascinados con Elon Musk, el visionario magnate que fund¨® la empresa de coches el¨¦ctricos Tesla ¡ªque supera a General Motors en valor burs¨¢til, aunque no es capaz de hacer frente a una demanda cien veces menor¡ª y la firma de cohetes Spacex, que ya funciona para mandar sat¨¦lites al espacio y prev¨¦ ofrecer viajes a la Luna para turistas con mucha pasta y poca vida que perder. Pero se nos hab¨ªa escapado que Musk es solo una de las mayores fortunas del mundo. La mayor pertenece a Jeff Bezos, el jefe y fundador de Amazon. Cuando dos magnates de Silicon Valley han le¨ªdo m¨¢s o menos las mismas novelas de ciencia ficci¨®n, unos cuantos miles de millones de d¨®lares pueden marcar la diferencia, ?no es cierto?
Bezos, en realidad, ya hab¨ªa empezado a invertir en el espacio en el a?o 2000, cuando Musk todav¨ªa estaba amasando su fortuna con la empresa de pagos por correo electr¨®nico PayPal. Durante dos d¨¦cadas, y a diferencia de Musk, el jefe de Amazon no ha mostrado el menor inter¨¦s por predicar sus planes espaciales al mundo, pero este mes ha cambiado de estrategia comercial. Y de qu¨¦ forma. Su firma Blue Origin no solo ha desarrollado el prototipo de un m¨®dulo lunar para que los norteamericanos puedan volver a poner su pie en el sat¨¦lite en 2024, como parece ser el deseo de la Administraci¨®n Trump, sino que pretende usarlo como una factor¨ªa para generar nuevos mundos extraterrestres. Unos mundos para llevarse puestos cuando la Tierra sea un ambiente hostil, y mucho antes de que podamos ni imaginar como terraformar Marte, es decir, convertir nuestro planeta vecino en un entorno amigable y autosostenido.
Se trata de construir en la Luna, o en su ¨®rbita, toda una serie de mundos cil¨ªndricos. La idea que espole¨® la mente de Einstein para formular su gran teor¨ªa (la relatividad general que fundamenta nuestra cosmolog¨ªa) fue la equivalencia entre la gravedad y cualquier aceleraci¨®n. Una persona metida en un ascensor, pens¨® Einstein, no podr¨ªa saber si est¨¢ quieta en la Tierra o acelerando en la ingravidez del espacio. Una b¨¢scula de ba?o bajo sus pies le dir¨ªa exactamente lo mismo en los dos casos (siempre que ajust¨¢ramos la aceleraci¨®n del ascensor a 10 metros por segundo al cuadrado, pero esa es una cuesti¨®n para los de talleres). Aunque no lo parezca, dar vueltas es una forma de acelerar, porque t¨² tiendes a seguir recto a velocidad constante, y acelerar significa disuadirte de ese comportamiento tedioso, como disuade el Sol a la Tierra o la Tierra a la Luna.
Un cilindro que gire sobre su eje, como el tambor de una lavadora, genera en su interior un entorno (casi) indistinguible de la gravedad de la Tierra. Solo si echas la vista al horizonte empezar¨¢s a ver que las cosas se tuercen. Literalmente. Ver¨¢s entonces que el suelo, all¨ª lejos, empieza a curvarse hacia arriba como si lo estuviera levantando un maremoto. Si tu vista es realmente buena, observar¨¢s con perplejidad que, all¨ª arriba del todo, donde deber¨ªa estar el cielo estrellado, hay otra ciudad similar a la tuya, solo que boca abajo. En cada cilindro, seg¨²n Bezos, cabr¨¢n unos cuantos millones de personas.
Arthur Clarke ide¨® un mundo cil¨ªndrico en su novela Cita con Rama, de 1972. Cuatro a?os despu¨¦s, el f¨ªsico Gerald O¡¯Neill profundiz¨® en la idea en otro libro, The High Frontier. O¡¯Neill fue uno de los profesores de Bezos en Princeton.
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