El mapa de la destrucci¨®n
Construir identidades homog¨¦neas facilita destruir la pluralidad
El presente est¨¢ lleno de pasado, y cada vez se discute m¨¢s sobre la manera de gestionar lo que viene de atr¨¢s. Y ah¨ª intervienen la memoria y el olvido, pero tambi¨¦n cuanto tiene que ver con la identidad y con la manera de estar en el mundo, con la pertenencia a un grupo, a una comunidad. Al final, de lo que seguramente se est¨¢ hablando es del hogar, de los afectos, de los puntos de referencia. El peque?o inconveniente es que no siempre se pueden establecer acuerdos amplios para gestionar unos pasados marcados por el dolor, la destrucci¨®n, la guerra. Y que muchas veces hay proyectos que procuran establecer una lectura cerrada y ¨²nica de lo que ocurri¨® para garantizar la homogeneidad entre los propios y condenar la m¨¢s m¨ªnima disidencia. Es lo que est¨¢ ocurriendo con la Rusia de Putin, la Turqu¨ªa de Erdogan, la China de Xi Jinping, la India de Modi. Una m¨²sica de fondo com¨²n hermana esta deriva marcadamente nacionalista: triturar la pluralidad para construir identidades compactas, sin fisuras.
El siglo XX, y lo que llevamos del XXI, ofrece un amplio muestrario de episodios cargados de dinamita a la hora de establecer patrones para relacionarse con el pasado. Ah¨ª est¨¢n el genocidio armenio, la maquinaria de horror del Tercer Reich, los cr¨ªmenes del estalinismo, las bombas at¨®micas de Hiroshima y Nagasaki. ?Qu¨¦ hacer? ?Borrar toda huella, mantener las ruinas, conmemorar el dolor (y c¨®mo conmemorarlo)? M¨¢s cerca est¨¢n la Revoluci¨®n Cultural china, la barbarie de los jemeres rojos, las guerras de los Balcanes, el atentado a las Torres Gemelas, la destrucci¨®n de los Budas de Bamiy¨¢n de la mano de los talibanes. Y los asuntos por resolver siguen ah¨ª incordiando: ?de qu¨¦ nos acordamos, de qu¨¦ nos olvidamos? Y, sobre todo, ?c¨®mo nos acordamos y c¨®mo nos olvidamos? Para no ir muy lejos: ?qu¨¦ se puede hacer hacer con el Valle de los Ca¨ªdos? ?Dejarlo estar, dinamitarlo, abandonarlo para que vaya pudri¨¦ndose, resignificarlo?
Un libro, traducido recientemente en Espa?a pero publicado en el Reino Unido en 2006, propone una interesante manera de acercarse a la compleja relaci¨®n con el pasado. Su autor, Robert Bevan, es periodista y cr¨ªtico de arquitectura en varios medios, adem¨¢s de miembro de una asociaci¨®n que asesora a la Unesco y que vela por la conservaci¨®n y protecci¨®n del patrimonio cultural. En La destrucci¨®n de la memoria traza un aterrador mapa de una serie de momentos en que la devastaci¨®n de ciudades y edificios y casas y monumentos sirvi¨® de pr¨®logo al arrasamiento de distintas poblaciones o como arma para desmoralizar a la gente en el curso de una guerra o como pura marca de terror y de desaf¨ªo al enemigo. Es como si Bevan se fijara en el dolor de las piedras (aquellas en las que las sociedades se reconocen) para subrayar la fragilidad de las criaturas.
¡°La historia se mueve siempre hacia adelante, pero se vuelve siempre para mirar por encima del hombro: ?cu¨¢nto debe ser conmemorado y recordado?, ?cu¨¢nto debe ser perdonado y, m¨¢s tarde, olvidado en pro de la paz tanto interna como externa?¡±, se pregunta Bevan. En alg¨²n momento de su libro muestra c¨®mo, en distintos momentos, ¡°la limpieza ¨¦tnica fue acompa?ada por una pol¨ªtica de limpieza cultural que la hiciera permanente e irreversible¡±. Cuando el af¨¢n de construir identidades homog¨¦neas destruye la pluralidad de cada sociedad es cuando m¨¢s dif¨ªcil resulta reconstruir las verdaderas huellas del pasado. Y la historia y la memoria se convierten entonces en pura invenci¨®n. Y en un artefacto peligroso.
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