La ni?a que le dijo ¡°no te quiero¡± a su marido
Las mujeres de Saint Louis, en Senegal, levantan la voz ante el matrimonio infantil, la violaci¨®n y otros abusos a los que est¨¢n expuestas
D.S. no entiende el significado de la palabra feminismo. No le suena, pero no duda en decir que es una defensora de los derechos de las mujeres. ¡°En Senegal siempre se nos echa la culpa de todo. Si te quedas embarazada con 15 a?os es tu culpa. Si te pegan es tu culpa¡±, lamenta. Nunca pudo estudiar, empez¨® a trabajar con siete a?os, sus padres intentaron casarla cuando era poco m¨¢s que una ni?a con un hombre de 20 a?os mayor y en la adolescencia tuvo que cargar con el estigma de ser madre soltera. ¡°Todo lo que s¨¦ ahora lo aprend¨ª de mis errores¡±, asegura. "Pero de todo se sale y no quiero que lo que me pas¨® a m¨ª les ocurra a otras".?
Con apenas 26 a?os, tiene una larga historia que contar. Lo hace entre risas nerviosas que ocultan las l¨¢grimas y llev¨¢ndose las manos a la cabeza, sentada en la Casa de los derechos de las mujeres, un centro que gestiona la ONG La liane en Saint Louis para prestar escucha y apoyo jur¨ªdico a las mujeres v¨ªctimas de violencia.
Cuando cumpli¨® siete a?os, D.S. tuvo que dejar su aldea natal en la regi¨®n de Thi¨¨s para ir a trabajar a Dakar, donde compart¨ªa cuarto con una veintena de mujeres. Su primer empleo fue cuidar de sus coet¨¢neos para una familia de la capital. Ganaba 2.500 francos al mes (menos de cuatro euros), de los cuales 150 se iban para el alojamiento y el resto lo enviaba a su familia. ¡°En aquella ¨¦poca me parec¨ªa normal que una ni?a trabajara. Me levantaba a las cinco de la ma?ana para limpiar el piso y preparar el desayuno. Empec¨¦ a cuestionarme por qu¨¦ esos ni?os de mi edad ten¨ªan derecho a quedarse en la cama hasta las siete e ir a la escuela mientras yo no pod¨ªa¡±.
El trabajo de dom¨¦stica no le dejaba tiempo libre. Fregaba suelos y cortaba verduras de sol a sol. En alguna ocasi¨®n, le despidieron sin darle explicaciones y sin pagarle. Una cicatriz en la frente es el recuerdo que lleva de un golpe de recibido por parte de un ni?o poco mayor que ella en una de las casas en las que trabaj¨®. ¡°Otras chicas que se dedicaban a lo mismo me contaban que eran pegadas, explotadas y hasta violadas por sus empleadores y, cuando intentaban denunciarlo, nadie las cre¨ªa¡±, dice.
Cuando dije a la mujer que su marido me hab¨ªa violado, me contest¨® que ¨¦l ten¨ªa la costumbre de acosar a las dom¨¦sticas D.N., empleada dom¨¦stica
En 2008, durante una visita a sus familiares, su padre le comunic¨® que le hab¨ªa conseguido un marido, un vecino de al menos 20 a?os mayor que ella. D.S. no se lo tom¨® en serio hasta el d¨ªa siguiente, cuando algunas personas fueron a su casa para arreglar los detalles de la boda. A pesar de decir que no estaba de acuerdo, los preparativos nupciales siguieron adelante. D.S. rehus¨® con todas sus fuerzas irse a vivir con su esposo y volvi¨® a Dakar. ¡°Le dije que no le quer¨ªa y que no le deb¨ªa nada, hasta que un d¨ªa apareci¨® mi padre para obligarme a regresar al pueblo para que cambiara de idea", recuerda.
Su padre le at¨® las manos para que no se fugara y no se dej¨® ablandar por su rechazo a comer, ni por los intentos de suicidio. Su madre tampoco la apoy¨®. Un d¨ªa D.S. not¨® movimientos raros en casa: se dio cuenta de que esas personas que iban y ven¨ªan estaban preparando la celebraci¨®n de su boda. Aprovech¨® un momento de distracci¨®n de sus familiares para huir y evitar de formar parte del 31% de las chicas senegalesas que se cas¨® antes de los 18, seg¨²n datos de Unicef. Ech¨® a correr con lo puesto y mont¨® en el primer bus que vio. Poco a poco, empez¨® una nueva vida, con un nuevo empleo como dom¨¦stica y un novio. De repente, se sinti¨® mal y su empleadora la llev¨® al hospital para un control. Tras hablar con la enfermera, la se?ora le pregunt¨® si alguien la hab¨ªa violado, porque estaba embarazada. Ante la noticia, su novio se dio a la fuga.
D.S. volvi¨® a marcharse, con la esperanza de que su familia no la encontrara. Esta vez se dirigi¨® a Saint Louis, en el norte del pa¨ªs. All¨ª recibi¨® el apoyo de la asociaci¨®n La liane, que cubri¨® los gastos m¨¦dicos durante el embarazo, le ofreci¨® clases de alfabetizaci¨®n y de formaci¨®n profesional en hosteler¨ªa, que le permiti¨® encontrar su actual trabajo en uno de los restaurantes m¨¢s conocidos de la ciudad. Ha vuelto a ver a sus padres, aunque admite que no ha sido f¨¢cil y que tuvo que lidiar con el estigma de ser madre soltera y los problemas para trabajar y cuidar de su hijo.
D. N., saintlouisienne de 22 a?os, tambi¨¦n trabajaba como dom¨¦stica. Con 17 estaba al servicio de una pareja de ense?antes. Un d¨ªa, cuando la due?a de casa sali¨® para ir a dar clase, el marido se abalanz¨® sobre ella y la viol¨®. Solo pas¨® una vez, asegura, pero se qued¨® embarazada. ¡°Fui a hablar con su mujer y me dijo que pod¨ªa ser cierto, ya que su marido ten¨ªa la costumbre de acosar a las dom¨¦sticas".
Su violador siempre neg¨® la responsabilidad y nunca ha pagado por ello. Fue convocado delante de la polic¨ªa, pero no le pas¨® nada. ¡°?l era un profesor y ella apenas hab¨ªa estudiado. Esto la disuadi¨® de perseguir la justicia, como ocurre a menudo. En algunos casos, las familias deciden ir hasta el final, pero no todas se lo pueden permitir, porque el examen de ADN cuesta 250.000 francos (alrededor de 380 euros), explica Diaw Anne Sarr, responsable de derechos de las mujeres en La liane.
¡°Mi familia me apoy¨®, pero la sociedad no ve con buenos ojos a las madres solteras. Supongo que era mi destino, pero ya no quiero saber nada m¨¢s de esta historia¡±, a?ade D. N. La joven se ha casado hace poco y se conforma con que su esposo reconociera al ni?o.
Sarr cuenta que todos los d¨ªas tocan a la puerta de la asociaci¨®n mujeres con historias parecidas, v¨ªctimas de violencia conyugal, sexual, econ¨®mica y social. ¡°Nuestra cultura muchas veces es un freno para que las mujeres denuncien. A veces vienen aqu¨ª en b¨²squeda de ayuda, pero al mismo tiempo quieren proteger a sus maridos. La mayor¨ªa de ellas desconoce sus derechos¡±, explica. ¡°Empieza a haber un cambio. Las mujeres ahora entienden que no es normal ser pegadas o sufrir otros tipos de abusos, pero a¨²n hay mucho que hacer¡±.
Las mujeres de Saint Louis han salido a la calle para decir "Basta ya" #Dafadoy a la violencia de g¨¦nero #SaintLouis365 #Senegal pic.twitter.com/dlEbvSyolm
— ELPA?S PlanetaFuturo (@Planeta_Futuro) May 30, 2019
Un cuarto de las mujeres senegalesas justifica que un marido pegue a su esposa. Sin embargo, en la ¨²ltima semana de mayo, centenares personas salieron a calle en Dakar al grito de ¡°?Basta ya!¡± para protestar contra la violencia de g¨¦nero y denunciar un aumento de las agresiones sexuales en todo el pa¨ªs. Las mujeres de Saint Louis tambi¨¦n se unieron a la protesta con una marcha el 30 de mayo.
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