Muerdo: una canci¨®n para la ¨²ltima noche en el fin del mundo
El vaso resbal¨® de sus delicadas manos. Explot¨® al llegar al suelo. Surgieron decenas de diminutos meteoritos transparentes. Tuvo la tentaci¨®n de pisarlos con los pies descalzos pero no lo hizo. Aguant¨® el deseo con una cuerda invisible y observ¨® detenidamente los pedazos de cristal como pedazos de su pasado lejano.
Recordaba perfectamente la ma?ana en la que se tir¨® a un r¨ªo sin saber todav¨ªa nadar. Pele¨® contra la corriente con esmero y luch¨® con sus peque?os brazos hasta perder el conocimiento. Un vecino consigui¨® sacarla del agua de milagro. Mientras toda la familia se recuperaba del susto, ella sonre¨ªa por dentro. Un par de lunas m¨¢s tarde, aprendi¨® sola a nadar en un mar angosto.
Tambi¨¦n se sinti¨® m¨¢s fuerte la noche que vio arder el viejo trastero de casa de los vecinos. Se envolvi¨® en papel de plata y entr¨® a robar la colecci¨®n de aviones de madera del se?or Paco. La llamaron loca y tuvo que devolver el tesoro. Guard¨® uno de los aviones bajo la almohada, un amuleto de la suerte con superpoderes extraordinarios.
Se hab¨ªa confesado muchas veces de estos y otros pecados acumulados. Expertos de todos los rincones del pa¨ªs, analizaron a la adolescente, incapaz de reprimir impulsos. Viv¨ªa al borde del precipicio con demasiada frecuencia, admiraba el mundo sentada en el alf¨¦izar de una ventana, rozaba el peligro como parte de la existencia.
En el reflejo de los cristales rotos no reconoci¨® a esa ni?a si no a una mujer casi anciana pol¨ªticamente correcta, aburrida e infeliz. Su imaginaci¨®n y ella volaron tan lejos que jam¨¢s regresaron ninguna de las dos.
Nunca las encontraron. La polic¨ªa, al registrar la casa, se llev¨® como prueba de su desaparici¨®n el vaso roto y el v¨ªdeo de Malditos Domingos de hoy. Lo protagoniza Paskual Kantero, Muerdo, junto al saxof¨®n de Julio Gonzalo. Interpretan La mano en el fuego de su disco con el mismo nombre.
Fuego es la mejor palabra que define a Muerdo. Si un ni?o lo retratara dibujar¨ªa su silueta con los colores del elemento, pintura c¨¢lida para representar la fuerza y la pasi¨®n que llevan tatuadas sus letras. Los cabellos ser¨ªan llamas, su mente la mecha de una hoguera inagotable.
Su voz no suena, arde. Parece venir del vientre de los primeros contadores de historias. Le quita el polvo a los instintos, revive sue?os, a toda esas voces imperfectas y locas que nos completan. Sopla viento sur cuando canta, toca tierra, el agua se agita. ?l es verano, M¨¦xico.
Su canci¨®n es una vela para sobrevivir un d¨ªa m¨¢s sin beber nada en altamar, la ¨²ltima noche en el fin del mundo. Un dec¨¢logo para los que tienen los bolsillos y el coraz¨®n roto. Para los que se dejan caer en la noche, regalan su sol, amor y tiempo a pesar de poder implicar el infierno.
¡°Los errores y las esperanzas rotas nos ayudan a completar el estado adulto¡±, asegur¨® George Steiner. ¡°No te quedes inm¨®vil al borde del camino¡±, escribi¨® Mario Benedetti. ¡°No me importaba arder¡±. ¡°Caer para crecer¡±, canta Muerdo. D¨¦jame libre aunque me lleve la tormenta. La vocaci¨®n a veces tiene que ser m¨¢s fuerte que el miedo a quemarse.
Muerdo actuar¨¢ en julio en el festival R¨ªo Babel de Madrid, entre otros festivales destacados este verano, y acaba de publicar el libro La primera piedra de la editorial Mueve tu lengua.
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