Weber en Barcelona
Valls nos deja boquiabiertos al emprender una acci¨®n pensando en lo que es mejor para el pa¨ªs, aunque no lo sea para ¨¦l
Las convicciones no se tienen en el vac¨ªo. Como todo lo humano, est¨¢n expuestas a un mundo cambiante. Tan peligroso es ponerlas por encima de las circunstancias, et pereat mundus, como sostener, hueca y c¨ªnicamente, que el fin justifica los medios. El equilibrio entre ambas posturas es tan inusual en pol¨ªtica, que por eso andamos todos con la boca abierta ante la decisi¨®n de Manuel Valls. El ex primer ministro franc¨¦s dice estar dispuesto a ofrecer su apoyo incondicional a una de sus ac¨¦rrimas rivales para evitar que Barcelona caiga en manos de la m¨¢quina trituradora del proc¨¦s. Y lo hace, afirma, por principios.
Estamos tan habituados al tacticismo barriobajero que es normal que los ojos se nos salgan de las ¨®rbitas cuando alguien emprende una acci¨®n pensando en lo que es mejor para el pa¨ªs, aunque no lo sea para ¨¦l. Es tan raro ver eso que llamamos ¡°visi¨®n de Estado¡±, que Albert Rivera debe estar tir¨¢ndose de los pelos. Aunque tambi¨¦n hemos visto suicidios pol¨ªticos en nombre de gloriosos principios absolutos, acostumbrados como estamos a ese fanatismo que siente insoportables agresiones ante cualquier m¨ªnima contingencia que desnude la falacia de su c¨ªrculo virtuoso. Por eso nos impacta que alguien trate de integrar sus principios con una m¨ªnima reflexi¨®n sobre las consecuencias de sus actos. Weber, en estado puro.
El movimiento de Valls es ya un peque?o terremoto pol¨ªtico, pues tiene, en s¨ª mismo, valor pedag¨®gico. Coloca a Rivera ante un espejo inc¨®modo donde explotan todas sus contradicciones: las de quien toma decisiones por electoralismo, buceando en la l¨®gica descarnada del poder. Ah¨ª est¨¢n sus no acuerdos con Vox, o su nula responsabilidad de Estado en Catalu?a, nutriendo el registro del pol¨ªtico que nunca elige lo mejor, solo lo que le conviene. Pero, ?y Ada Colau? La alcaldesa se ve forzada a decidir por fin, sabiendo que toda elecci¨®n implica un coste, y que en pol¨ªtica, como ella misma dice, ¡°hay que mojarse¡±. ?Querr¨¢ liderar un proyecto ideado para la gente m¨¢s humilde, y agradecer el apoyo de un PSC al que ech¨® del Gobierno, o renunciar¨¢ por meros prejuicios a ser alcaldesa? Weber nos mira de nuevo desde Barcelona.
Valls demuestra que la pol¨ªtica no se practica sobre hip¨®tesis ideales, pero tampoco puede operar al margen de las mismas. Esto no va de lo que quieres, sino de lo que puede hacerse en cada momento y de las consecuencias de nuestras decisiones. ?Hubiera actuado igual si hubiese podido sacar rendimiento pol¨ªtico en t¨¦rminos de poder? No lo sabemos. Fuera de la pomada del poder, es m¨¢s f¨¢cil ver que los medios son siempre, sin excepci¨®n, lo que define nuestros fines.
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