Estos son los riesgos de no querer asumir la educaci¨®n sexual de nuestros hijos
Si no lo haces, aprender¨¢ de Internet o del listillo de su grupo de amigos, ?te atreves?
?Sabe usted lo que es el gagging y el ¡°porno de venganza¡±? En un par de l¨ªneas se lo voy a resumir: nuevas formas de maltratar a las mujeres a trav¨¦s, en este caso, de una sexualidad distorsionada y profundamente machista.
El gagging consiste b¨¢sicamente en llegar a generar arcadas y casi el v¨®mito a una mujer mediante una felaci¨®n, y ese estado f¨ªsico tan desagradable previo a vomitar produce placer en quien lo est¨¢ provocando. El porno de venganza, ni es porno, ni es venganza. Es castigo a las mujeres por salirse del rol pasivo que la sociedad nos ha otorgado y ser sexualmente activas. Consiste en difundir fotos y v¨ªdeos ¨ªntimos a fin de humillar, atentar contra su dignidad e incluso como ¨²ltimamente hemos visto, contra su vida.
M¨®nica Alario Gavil¨¢n, investigadora de la Universidad Juan Carlos (URJC). indica que la media de edad en la que se consume por primera vez pornograf¨ªa a trav¨¦s de internet es de 11 a?os, un acceso a la sexualidad por lo tanto despose¨ªdo de cualquier afectividad y donde se cosifica a la mujer.? La pornograf¨ªa, hecha mayoritariamente por hombres y para hombres, es el machismo sin filtros, donde todo vale puesto que es el lugar m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite, donde es posible hacer realidad las fantas¨ªas m¨¢s mis¨®ginas y ejercer el dominio absoluto sobre el otro, en cuerpo y alma.
La sociedad lo consume y lo interioriza como ¡°normal¡± y por supuesto, despu¨¦s lo demanda, como si esa fuera la realidad, como si las mujeres dese¨¢semos ser violadas, humilladas, abusadas, usadas, simulando la actitud que replica a la de una mu?eca. Se nos ha otorgado la voz, pero pasiva. Ellos ostentan la activa. En el sexo¡ tambi¨¦n. Cito solamente algunos de los s¨ªntomas de una sociedad que ha normalizado el maltrato y el machismo tambi¨¦n o sobre todo en la esfera de la sexualidad, porque como dec¨ªa Gail Dines, ¡°en el porno, el hombre hace el odio a la mujer¡±.
Nuestros hijos e hijas tienen acceso a la red, a trav¨¦s de los m¨®viles, tablets, etc., son consumidores de YouTube, siguen a los ¡°influencers¡±. Y no importa si t¨² has logrado tenerlos a una presunta distancia de seguridad de todo esto, sus colegas se lo van a contar o a mostrar. No podemos caer en la ingenuidad de pensar que podemos salvarles de todo y de todos.
La industria del porno mueve ingentes cantidades de dinero y no est¨¢ dispuesta a quedarse sin clientes. Por ejemplo, una agencia de seguridad llamada Check Point ha descubierto que en 60 aplicaciones de Google Play aparecen anuncios de contenido pornogr¨¢fico.
Algunos investigadores ya le han puesto nombre a este fen¨®meno de proporciones generacionales: La Triple A Engine: Accesibilidad ¨C Asequibilidad- Anonimato.
No queda m¨¢s alternativa que educar, educar mientras se pueda, mientras nos escuchen y seamos referentes confiables para ellos. Crear v¨ªnculos s¨®lidos, de confianza y respeto mutuo, que funcionen como amplificadores de nuestra influencia educativa y les sirvan de escudo protector.
Educamos en tiempos dif¨ªciles, donde no tenemos referentes a los que acudir, ni estudios longitudinales que arrojen algo de luz sobre las nuevas demandas que la sociedad actual nos plantea. Nuestros hijos e hijas viven en un mundo digitalizado, veloz y sin filtros. Por ello, es m¨¢s urgente, m¨¢s imprescindible que nunca educar en una sexualidad libre, sana y realista, desprovista de los dicot¨®micos roles de siempre ¡°macho-puta¡±, del maltrato y humillaci¨®n que propone el porno, pero tambi¨¦n realista, genuina, que de una vez y para siempre elimine la idea de sexo id¨ªlico y perfecto, principesco y virginal donde todo fluye sin problemas arrullado por m¨²sica de violines.
Hay que hablar a nuestros hijos de que la sexualidad no es genitalidad, es afecto, es confianza, es comunicaci¨®n y es respeto para el otro y para uno mismo.
Decirles que tampoco es un ¡°regalo¡± que ellas tienen reservado al mejor postor, ni un m¨¦rito o trofeo para ellos que tambi¨¦n son presa de una masculinidad torpe, competitiva y machista que les condiciona a no salirse del patr¨®n sin el riesgo de ser ¡°sospechosos de poca hombr¨ªa¡±.
Tenemos una responsabilidad ineludible para con nuestros hijos e hijas. Pero, para poder transmitir una visi¨®n de la sexualidad sana y equilibrada para con ambos g¨¦neros, primero tendremos que revisar cu¨¢ntas de esas creencias t¨®xicas nos corren por las venas, porque fuimos educados como si fueran verdades incuestionables. No se trata de lo que les dices, sino de lo que realmente crees porque eso es lo que vas a transmitir en todo momento y sin darte, muchas veces, ni cuenta: con comentarios aparentemente inocuos, con juicios de valor acerca de otros u otras y su forma de vivir la sexualidad, con peque?as iron¨ªas o chistes¡ :
El pap¨¢ que se siente orgulloso de que su hijo sea un machito¡pero le preocupa que su ¡°princesa¡± se acueste con m¨¢s de uno o dos¡
La mam¨¢ que ¡°sacraliza¡± el sexo y transmite a la hija que ¡°no se lo d¨¦¡± a nadie que ¡°no lo merezca¡±.
El silencio inc¨®modo que se produce cuando alguno de nuestros hijos hace preguntas expl¨ªcitas, demandando informaci¨®n de la que cree la fuente m¨¢s fidedigna.
Los comentarios machistas sobre la ropa, el maquillaje, la hora de llegada, el n¨²mero de amigos, o el ¡°no, si a m¨ª no me importa, pero qu¨¦ van a pensar de ti¡±.
El ¡°debes hacerte respetar¡± como si el respeto estuviera localizado entre las piernas.
Y desde luego puedes y debes decirle a tu hija y tambi¨¦n a tu hijo:
Puedes y debes elegir c¨®mo, cu¨¢ndo, d¨®nde, con qui¨¦n y de qu¨¦ manera. Puedes tomar la iniciativa.
Puedes negarte.
Puedes cambiar de opini¨®n en cualquier momento.
Eres due?o de tu sexualidad, no de la de los dem¨¢s. Ese es el lugar donde se ubica el respeto.
Resulta curioso comprobar lo obsesivos que podemos llegar a ser los padres a la hora de educar en aspectos como los modales, la higiene, la comida, las calificaciones acad¨¦micas¡ dando todo tipo de explicaciones una y otra vez, mientras que por este tema, muchos pasan de puntillas o a lo sumo les hablan del sexo en t¨¦rminos ¡°reproductivos¡±, aludiendo a la parte de utilidad biol¨®gica y esquilm¨¢ndole al placer su funci¨®n, por verg¨¹enza.
Si t¨² no asumes la educaci¨®n sexual de tus hijos, te los educar¨¢ internet o el amigo listillo del grupo.
No se trata de censura moral, sino de salud mental y desarrollo sexo-afectivo, porque desligar la afectividad del sexo es tan contraproducente como encerrarlo en la caja de lo que ¡°no se habla¡± de lo que ¡°no existe¡±, desvirtuarlo hacia alguno de sus enfermizos extremos, o dejar que te lo eduque una sociedad enferma dispuesta a mercantilizarlo todo, que necesita nuevos ¡°clientes¡± para poder seguir vendiendo su basura y muy interesada en seguir perpetuando la lacra del machismo, la violencia y la dominaci¨®n de unos por otros.
*Olga Carmona es psic¨®loga y fundadora de Ceibe.
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