M¨¢s poderes para el Parlamento
Si queremos gobernarnos mejor es hora de ajustar las instituciones a nuestro nuevo sistema de partidos
Terminamos un intenso ciclo electoral. Aunque los resultados del 28 de abril apuntan una formaci¨®n de gobierno m¨¢s sencilla que en 2016, hay un elemento que no deber¨ªa pasarse por alto: la gran fragmentaci¨®n del Congreso. El bipartidismo cl¨¢sico volvi¨® a caer hasta el 46%, su nivel hist¨®rico m¨¢s bajo, y desde 1977 no hab¨ªamos tenido tanta heterogeneidad en la c¨¢mara. La situaci¨®n pol¨ªtica sigue siendo fluida tanto a izquierda como a derecha y parece evidente que el multipartidismo, en esta u otra forma, ha venido para quedarse.
Sin embargo, las reformas para que nuestras instituciones se acomoden a este nuevo sistema pol¨ªtico a¨²n no se han abordado. A mi juicio, de las muchas pendientes, hay una fundamental: reforzar los poderes del Parlamento. En los sistemas pol¨ªticos continentales, donde la fragmentaci¨®n pol¨ªtica es la regla, los legislativos tienen una gran capacidad de influencia en pol¨ªticas p¨²blicas. Las comisiones son muy t¨¦cnicas y con mucha autonom¨ªa, el Ejecutivo tiene poca capacidad de veto en sus iniciativas y los diputados son bastante aut¨®nomos en sus funciones.
Este dista de ser nuestro caso y una v¨ªa pr¨¢ctica para avanzar en este sentido es conseguir un Congreso mejor asesorado. La Oficina Presupuestaria del Congreso o la reciente Oficina Cient¨ªfica podr¨ªan ser embriones, pero necesitan muchos m¨¢s medios y desarrollo. Lo imperativo ser¨ªa crear una oficina integral e independiente al servicio de la c¨¢mara con economistas, soci¨®logos, ingenieros, cient¨ªficos o juristas que dieran una buena asesor¨ªa a los grupos parlamentarios. Algo que, por cierto, deber¨ªa extenderse a nuestras asambleas auton¨®micas.
Esto redundar¨ªa en al menos tres mejoras. Primero, ayudar¨ªa a que hubiera un mejor control y contrapoder desde el legislativo, permitiendo a los grupos parlamentarios condicionar de manera m¨¢s eficiente la pol¨ªtica gubernamental. Segundo, un Congreso fuerte, que no operara como mera correa de trasmisi¨®n del ejecutivo, permitir¨ªa gestionar los propios desacuerdos dentro de un gobierno de coalici¨®n al habilitar una ¡°segunda arena¡± para negociar pol¨ªticas p¨²blicas. Y finalmente, cosa no menor, una mejor asesor¨ªa t¨¦cnica tambi¨¦n ayudar¨ªa a mejorar la propia calidad legislativa de nuestras c¨¢maras.
Esta l¨®gica de fortalecer el Parlamento incomoda a cualquier gobierno. Despu¨¦s de todo, el Ejecutivo est¨¢ acostumbrado a ser quien legisla y tiene la iniciativa, quien juega con los grises t¨¦cnicos y legales frente a un Congreso que va mucho m¨¢s a ciegas. Sin embargo, se hace urgente reequilibrar el terreno de juego. Haciendo una analog¨ªa, el nuevo sistema multipartidista es un software nuevo instalado en un hardware obsoleto. De ah¨ª que dar poderes al Parlamento, reformar su reglamento, tasar el uso del decreto ley o modificar el sistema de investidura deban ser medidas a abordar. Si queremos gobernarnos mejor es hora de ajustar las instituciones a nuestro nuevo sistema de partidos.
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