Viuda y madre de 10 hijos, la ¨²nica mujer desaparecida en el conflicto de Irlanda del Norte
En el conflicto del ?lster, que caus¨® m¨¢s de 3.500 muertos entre 1969 y 1998, tambi¨¦n hubo desaparecidos. Diecis¨¦is personas fueron secuestradas y asesinadas en lugares secretos, la mayor¨ªa por el IRA Provisional. Un libro investiga con t¨¦cnica detectivesca el caso de la ¨²nica mujer que figuraba entre ellas, madre de 10 hijos.
Una tarde de principios de diciembre de 1972, un grupo de hombres y mujeres con el rostro cubierto irrumpi¨® en el apartamento de Jean McConville, de 38 a?os, viuda y madre de 10 hijos, en Divis Flats, una s¨®rdida torre de pisos en un barrio cat¨®lico de Belfast. Sin mediar apenas palabra, los asaltantes obligaron a McConville a acompa?arles. Ante el desconcierto de los ni?os (de entre 6 y 16 a?os), los secuestradores les aseguraron que su madre estar¨ªa de vuelta enseguida.
Pero Jean McConville no regres¨® ni hubo una gran movilizaci¨®n para buscarla, en un a?o atroz en el que los Troubles, como se denomina al conflicto de Irlanda del Norte, se cobraron cerca de 500 vidas. Sus restos mortales no fueron encontrados hasta 2003 en una playa de la Rep¨²blica de Irlanda, sin que nadie haya sido condenado por su secuestro y asesinato.
En Say Nothing (libro que editar¨¢ pr¨®ximamente en espa?ol Reservoir Books), Patrick Radden Keefe, periodista de The New Yorker, reconstruye el rapto y asesinato de McConville, la ¨²nica mujer desaparecida en las tres d¨¦cadas que dur¨® el conflicto de Irlanda del Norte, y a trav¨¦s de su caso, los horrores de un enfrentamiento antiguo cerrado con una paz incierta. Esta Semana Santa, cuando se cumpl¨ªan 21 a?os del Acuerdo de Paz de Viernes Santo, Lyra McKee, joven periodista norirlandesa, mor¨ªa alcanzada por disparos efectuados por militantes de uno de los grupos republicanos contrarios a esos acuerdos de paz. Desde 2006, un goteo de tiroteos y atentados menores deja su saldo triste en la provincia brit¨¢nica, con no menos de dos muertes al a?o.
Datos inquietantes, aunque las cifras est¨¦n muy alejadas de las que cosecharon los Troubles. En aquella guerra no declarada hubo m¨¢s de 3.500 muertos, la mayor¨ªa civiles, pero tambi¨¦n centenares de soldados brit¨¢nicos, polic¨ªas y miembros de los diversos grupos paramilitares republicanos y unionistas. Patrick R. Keefe no ha dudado, sin embargo, al elegir entre todas las v¨ªctimas a McConville. ¡°Jean es todo un s¨ªmbolo¡±, explica por correo electr¨®nico, ¡°porque era una viuda, madre de 10 hijos que quedaron hu¨¦rfanos. Y porque su historia a¨²na no solo las vidas de las v¨ªctimas, como sus hijos, sino las de los perpetradores del crimen, gente como Dolours Price y Brendan Hughes, y la del hombre que orden¨® su asesinato, Gerry Adams. As¨ª es que para m¨ª el caso McConville era a la vez un crimen misterioso, que los lectores pod¨ªan encontrar, con suerte, apasionante, y una lente a trav¨¦s de la que examinar las tres d¨¦cadas del conflicto¡±.
El desamparo en el que quedaron los hijos de McConville fue total. Al desaparecer su madre ¡ªprotestante convertida al catolicismo al casarse¡ª, lejos de despertar piedad entre los vecinos del gigantesco bloque en el que viv¨ªan, se vieron acosados por rumores insidiosos que la describ¨ªan como una informante de los brit¨¢nicos, una ¡°chivata¡± a la que el IRA hab¨ªa dado ¡°su merecido¡±. Pasadas las primeras semanas de caos en las que los mayores intentaron gobernar de alguna forma el hogar, los servicios sociales dispusieron el internamiento de los menores ¡ªsolo una de las ni?as pudo instalarse en casa de su abuela paterna¡ª en orfanatos y centros religiosos. Lugares de pesadilla, cuenta Keefe en su libro, donde los castigos f¨ªsicos eran constantes, y los abusos sexuales, una pr¨¢ctica tolerada. Estas experiencias infantiles dieron paso a vidas turbulentas en algunos de los McConville, jalonadas por consumo de drogas, peque?os delitos y constantes entradas y salidas de la c¨¢rcel. Distanciados por su tr¨¢gica orfandad, a los McConville les ha unido la obsesi¨®n por limpiar el nombre de su madre y encontrar a sus asesinos.
Como Jean McConville, otras 15 personas fueron secuestradas sin dejar rastro en el ?lster durante el conflicto, en su mayor¨ªa por el IRA. Una pr¨¢ctica a la que recurri¨® tambi¨¦n ETA. Y por razones parecidas: para borrar todo rastro de cr¨ªmenes particularmente execrables o vergonzosos. Al contrario que el IRA, que reconoci¨® en 1999 su responsabilidad en la desaparici¨®n de ocho personas, entre ellas McConville, ETA no ha admitido jam¨¢s el secuestro y asesinato de tres j¨®venes gallegos desaparecidos en marzo de 1973 nada m¨¢s cruzar a Francia, y a los que los etarras confundieron con polic¨ªas, seg¨²n la hip¨®tesis de la investigaci¨®n. O el de los dos jovenc¨ªsimos polic¨ªas destacados en San Sebasti¨¢n que no regresaron nunca a sus puestos tras acudir a un cine de Hendaya, en 1976. Sus cuerpos, con huellas de tortura y sendos tiros en la nuca, fueron localizados, 14 d¨ªas despu¨¦s de que se denunciara su desaparici¨®n, en una playa entre Biarritz y Bayona. En agosto de ese mismo a?o fue visto por ¨²ltima vez Eduardo Moreno Bergaretxe, Pertur, uno de los ide¨®logos de ETA. Su familia siempre ha mantenido que fue asesinado por un comando de la misma organizaci¨®n, pero nunca ha podido demostrarse.
Keefe, estadounidense e hijo de padre con ra¨ªces irlandesas, decidi¨® contar la historia de McConville, muy conocida en sus detalles principales, al leer en 2013 el obituario que public¨® The New York Times de la exterrorista del IRA Dolours Price. Lo que le fascin¨® del art¨ªculo fueron las menciones a la agria pol¨¦mica suscitada ese mismo a?o por un archivo secreto custodiado en el Boston College con el testimonio oral de algunos de los terroristas de las distintas facciones que operaron en Irlanda del Norte durante el conflicto. Al hacerse p¨²blica la existencia de las grabaciones y el contenido acusatorio de algunas de ellas (en un libro y en una entrevista en un tabloide de Belfast), la justicia brit¨¢nica intervino, requisando el material y provocando el esc¨¢ndalo. El caso que hab¨ªa precipitado la intervenci¨®n judicial era el secuestro y asesinato de McConville, en el que figuraban unidos por dolorosas y azarosas alianzas la propia v¨ªctima; el entonces dirigente de la Brigada de Belfast del IRA, Gerry Adams; uno de sus lugartenientes, Brendan Hughes, y Dolours Price, miembro del comando que la ejecut¨®.
La investigaci¨®n apunta a que Gerry Adams orden¨® hacer desaparecer a la joven viuda tras un debate interno dentro del IRA
Que unos archivos creados con fines acad¨¦micos pudieran servir para llevar ante los tribunales a algunos de los protagonistas de los Troubles caus¨® tal pol¨¦mica que esa iniciativa del Boston College naufrag¨®. Las grabaciones fueron, en muchos casos, devueltas a los entrevistados, y Keefe tuvo oportunidad de acceder a la transcripci¨®n de una entrevista con Price.
Price contaba en ella que, tras confesar su delito, McConville fue trasladada a Dundalk, en la Rep¨²blica de Irlanda, donde la unidad local del IRA deb¨ªa asesinarla. Algo fall¨®, sin embargo. Tras una breve convivencia con la secuestrada, los activistas locales se declararon incapaces de cumplir las ¨®rdenes recibidas. De la tarea tuvo que encargarse el comando de los Desconocidos, al que Price pertenec¨ªa. Cada uno de los tres miembros que lo integraban dispar¨® un tiro sobre McConville, colocada junto a un hoyo excavado ex profeso, pero Price aseguraba que el suyo se desvi¨® intencionadamente del objetivo. Keefe apunta al final del libro una plausible hip¨®tesis sobre qui¨¦n realiz¨® el disparo fatal sobre Jean McConville.
La supuesta actividad de espionaje de la joven viuda, que viv¨ªa con sus 10 hijos de los subsidios sociales como tantas familias en el ?lster, hab¨ªa sido objeto de un debate interno en el IRA en el que, seg¨²n apunta el libro, Gerry Adams tom¨® la decisi¨®n de hacerla desaparecer.
En Say Nothing, Price y Hughes, nacidos, como Adams, en hogares republicanos y con familiares vincu?lados al IRA, aparecen con toda la complejidad de sus biograf¨ªas. Entregados desde muy j¨®venes a la causa, capaces de enormes sacrificios y crueldades por ella. Indiscutibles verdugos, pero tambi¨¦n v¨ªctimas. Keefe lo explica as¨ª: ¡°Lo que intento demostrar, en parte, es que, si uno examina a la gente implicada en un acto de violencia ¡ªtanto a las v¨ªctimas como a los perpetradores¡ª, ve que esa acci¨®n violenta sigue reverberando en sus vidas durante d¨¦cadas. Y el trauma no solo lo padecen las v¨ªctimas, con frecuencia lo padecen tambi¨¦n los perpetradores, gente que ha hecho cosas monstruosas en nombre de una causa¡±.
Tanto Hughes como Price terminaron por apartarse del IRA. Consumidos por los remordimientos, por el convencimiento de que la paz conquistada no merec¨ªa los sacrificios hechos, los a?os de c¨¢rcel (en el caso del primero), el sufrimiento de las huelgas de hambre, la vida en perpetua agitaci¨®n. En el caso de Price, y aunque su muerte a los 62 a?os no fue catalogada como suicidio, la autopsia determin¨® que se debi¨® a una mezcla de antidepresivos, antipsic¨®ticos y sedantes.
Narrado como un relato period¨ªstico y sin un ¨¢tomo de ficci¨®n, el libro de Keefe se apoya en una s¨®lida documentaci¨®n, recogida en cuatro a?os de trabajo de campo entrevistando a periodistas, polic¨ªas, estudiosos; consultando hemerotecas y archivos en Belfast, Reino Unido y Estados Unidos. Varios de los hijos de Jean McConville han colaborado con el autor para permitirle reconstruir su vida y su aciago final, pero su relato no siempre coincide con los datos obtenidos por Keefe. El autor lo considera normal. ¡°Siempre que escribes una historia del pasado y tienes que basarte en la memoria de la gente, eres consciente de que los recuerdos se debilitan y confunden. Y eso es particularmente cierto en sucesos traum¨¢ticos porque los traumas, como han demostrado diversos estudios, pueden alterar la memoria. Por eso he trabajado como un detective, hablando con el m¨¢ximo de gente que he podido, consultando registros de datos, contrastando al m¨¢ximo declaraciones y hechos. He intentado presentar este relato de una manera que, lejos de confundir al lector, le deje claras las ambig¨¹edades de la memoria y la dificultad de determinar los hechos exactos en sucesos de esta ¨ªndole¡±.
Lo que no ha logrado Keefe es que otros protagonistas de la historia, como Adams, presidente del Sinn Fein ¡ªantiguo brazo pol¨ªtico del IRA¡ª entre 1983 y febrero de 2018, o Marian Price, hermana de Dolours y como ella antigua activista del IRA, aportaran al libro su versi¨®n. Ninguno de los dos se ajusta a ese perfil de terrorista traumatizado. Marian Price fue encarcelada en 2010 por prestar apoyo log¨ªstico para la comisi¨®n de un atentado a uno de los grupos desgajados del IRA disconformes con el acuerdo de paz. En los dos a?os que pas¨® en la c¨¢rcel, se dedicaba a hacer los crucigramas del diario brit¨¢nico Daily Mail, leer las novelas de Stieg Larsson y devorar cap¨ªtulos de Downton Abbey.
Adams, que siempre ha negado su pertenencia al IRA, present¨® no hace mucho un libro de cocina con el t¨ªtulo humor¨ªstico The Peas Process, jugando con la similitud de sonido entre peas (guisante) y peace (paz), en el que detalla los platos con los que se alimentaban los negociadores republicanos en las largas sesiones que condujeron al acuerdo de paz de 1998. Detenido en 2014 por las revelaciones de sus excamaradas sobre el caso McConville, la justicia no encontr¨® base para substanciar un proceso. En realidad, la relaci¨®n de Adams con el IRA era un secreto a voces en Irlanda del Norte. Ya en 1972, el exl¨ªder del Sinn Fein hab¨ªa participado en tanto que representante de la banda en las conversaciones de paz fallidas que se desarrollaron en Londres.
De las p¨¢ginas de Say Nothing, Adams emerge como un personaje enigm¨¢tico y calculador. El l¨ªder que, quiz¨¢, no empu?¨® un arma, pero orden¨® asesinatos. El padre de familia que en su breve estancia en la c¨¢rcel rezaba el rosario a diario mientras planeaba atentados. El hombre que, tal y como denunci¨® otro exmiembro del IRA, Richy O¡¯Rawe, en un libro publicado en 2005 ¡ªBlanketmen¡ª, impidi¨® a los presos en huelga de hambre en 1981 aceptar un acuerdo con el Gobierno de Thatcher que satisfac¨ªa casi todas sus exigencias. Para entonces, Bobby Sands, elegido al Parlamento brit¨¢nico en las listas del Sinn Fein, y otros tres presos hab¨ªan muerto ya. Tras la negativa de Adams, morir¨ªan seis m¨¢s, sacrificados, de acuerdo con la tesis de O¡¯Rawe, en aras de un mayor apoyo electoral al Sinn Fein.
¡°Gerry Adams es un enigma, es cierto, y sumamente fascinante¡±, reconoce Keefe. ¡°Hay gente que lo ve como un santo que deber¨ªa recibir el Nobel de la Paz, mientras para otros es el diablo. Yo creo que tanto los brit¨¢nicos como los americanos se dieron cuenta en determinado momento de que si hab¨ªa alguien capaz de llevar al IRA a la mesa de negociaciones y persuadirle de que abandonara las armas, ese era Adams. Y es indudable que merece todo el cr¨¦dito por su papel en acabar con un conflicto espantoso¡±. Lo cual no impide, a?ade Keefe, ¡°que sea una mentira andante. La historia que cuenta sobre su vida no se la cree nadie. Es un maestro de la propaganda, y le resulta de lo m¨¢s natural la manipulaci¨®n de su propia imagen pol¨ªtica en la prensa. Para desempe?ar el papel primordial que ha ejercido en establecer la paz, necesitaba mantener una cierta ambig¨¹edad sobre su persona, y por eso se ha rodeado de gentes que repiten la mentira de que ha sido una figura exclusivamente pol¨ªtica y que no ha estado nunca en el IRA. Por supuesto, para Hughes y Price, que le rend¨ªan cuentas en el IRA, que obedec¨ªan sus ¨®rdenes ¡ªcomo colocar bombas en lugares p¨²blicos, o asesinar y hacer desaparecer a gente como a McConville¡ª, su insistencia en negar su militancia en el IRA resultaba profundamente indignante¡±.
El desamparo en el que quedaron los hijos
fue total, acosados primero por los vecinos
y despu¨¦s internados en lugares de pesadilla
Keefe reconoce haberse interesado siempre ¡°por el mecanismo de negaci¨®n social. El procedimiento por el que un individuo o una sociedad racionaliza y asume su participaci¨®n en hechos violentos d¨¢ndole una explicaci¨®n l¨®gica con la que es m¨¢s f¨¢cil aceptarlos¡±. En el caso de los asesinos de McConville, la certeza de su culpabilidad justificaba el crimen, aceptado tambi¨¦n por la parte de la sociedad norirlandesa que les apoyaba.
El libro de Keefe entronca con problemas todav¨ªa vivos en el ?lster. ?Sobrevivir¨¢n los Acuerdos de Viernes Santo a la violencia de baja intensidad que sigue vigente? ¡°En t¨¦rminos generales, pienso que el proceso de paz ha sido un ¨¦xito y que se mantendr¨¢¡±, responde el autor de Say Nothing. ¡°Pero, mientras hay una tendencia a pensar, al menos en Estados Unidos, que el proceso de paz ha sido un ¨¦xito total, lo que he descubierto en mis siete viajes a Irlanda del Norte es que la paz es muy fr¨¢gil, y es una paz amarga¡±.?
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