Dejarlo en verano
Una de las cosas m¨¢s divertidas de junio era el momento en que tu pareja quedaba contigo cuando faltaban cuatro o cinco d¨ªas de clase y dejaba la relaci¨®n para aclarar ¡°nuestras¡± ideas y regresar juntos en septiembre
Una de las cosas m¨¢s divertidas que ten¨ªa junio era el momento en que tu pareja quedaba contigo cuando faltaban cuatro o cinco d¨ªas de clase, te dec¨ªa que algo estaba funcionando ¡°no del todo bien¡± en los ¨²ltimos tiempos, que le hab¨ªa dado muchas vueltas a la cabeza y que lo mejor ¡°para los dos¡± era dejar la relaci¨®n un tiempo, con el objetivo de poder aclarar ¡°nuestras¡± ideas, y regresar juntos en septiembre. Digo divertidas porque generalmente t¨² estabas pensando lo mismo, pero siempre te faltaba el coraje; y eso, el coraje de tu pareja y no el tuyo, era lo que te hac¨ªa refunfu?ar y cambiar de idea: de eso nada, qu¨¦ tonter¨ªa es esa de dejarlo en verano, parecemos ni?os. Entonces el amor era algo muy divertido, pero el desamor lo superaba todo. Finalmente, por supuesto, se suspend¨ªa la relaci¨®n tres meses, y en septiembre se volv¨ªa silbando.
Record¨¦ esto hace unas semanas escribi¨¦ndome con un chico m¨¢s joven que yo y que, por la risa que devolvi¨® (ni siquiera un emoji: tecle¨® la risa), creo que entend¨ªa bien el concepto. Porque la dejada de verano cumpl¨ªa, y supongo cumple, una de las crueles premisas de la ruptura sentimental: tomar la decisi¨®n unilateralmente dejando una puerta abierta, por si las moscas, y dejando claro, m¨¢s o menos, que era por el propio bien de la persona abandonada, no del que abandona. El que abandona lo hace muy a su pesar, tras terribles noches sin dormir pensando en lo mejor para su pareja: te dejo porque es lo mejor para ti, que es una de las caracter¨ªsticas del fuego ni siquiera amigo sino ¨ªntimo; se nos hace da?o por nuestro bien. Que esto se hiciese en junio daba a la medida una dimensi¨®n c¨®mica: una de las partes sab¨ªa que lo iba a dejar, as¨ª que hab¨ªa llevado sibilinamente una peque?a dieta que no llamase mucho la atenci¨®n, mientras que la otra, ignorante de lo que se le ven¨ªa encima, dedicaba al verano servicios m¨ªnimos, nada que obligase a ir a la guerra.
Todos estos debates que se ten¨ªan entonces sobre qu¨¦ hacer en verano y qu¨¦ hacer en general, debates que aparec¨ªan y te consum¨ªan la vida entre los 15 y los 20 a?os, los resolvi¨® un d¨ªa una de mis mejores amigas, por entonces enamorados los dos: ¡°Mira, tenemos 25 a?os. Podemos creernos que solo vamos a liarnos entre nosotros los 60 a?os que nos quedan, o podemos ser adultos. Lo que no podemos hacer, ni el uno ni el otro, es el gilipollas¡±.
En ese ¡°gilipollas¡± estaban impl¨ªcitas todas las lecciones, y nosotros ya ten¨ªamos una edad para aprenderlas. Pero seamos serios: el enamoramiento de los 16, tan apasionado durante nueve meses y de repente suspendido por obra y gracia del verano, era una cosa tan loca y divertida que ahora te preguntas qu¨¦ amor era ese y si, quiz¨¢, no era recomendable a una edad tan peligrosa, en la que crees que el primer amor no solo es el ¨²nico sino el tuyo para siempre, hasta que la muerte os separe a una edad en la que ni siquiera empezaste a vivir. Ese dejarte en verano en medio de la adolescencia, el desposeerte con tanta ligereza de lo que cre¨ªas tu posesi¨®n, aunque solo fuera por tu propio ego¨ªsmo, obligaba a pensar en la posibilidad de que tu pareja pudiese irse con otra persona, y saber que esa posibilidad existe y vivir sabi¨¦ndolo era y es, en definitiva, un aprendizaje fundamental.
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