El legado de Muguerza
El fil¨®sofo acu?¨® el t¨¦rmino ¡°pensar en espa?ol¡± y concibi¨® el disenso como una herramienta para renovar los consensos
Durante las tres ¨²ltimas d¨¦cadas del milenio pasado y la primera del presente siglo, Javier Muguerza ha sido el mentor de varias generaciones filos¨®ficas y acu?¨® la expresi¨®n pensar en espa?ol para tender puentes con Iberoam¨¦rica, particularmente con M¨¦xico, gracias a su amistad con Fernando Salmer¨®n, prestando una especial atenci¨®n al exilio republicano. Resulta significativo que su DNI consignara como fecha de nacimiento 1939 y no 1936, como si hubiera preferido nacer una vez terminada la contienda y no en sus inicios. La reconciliaci¨®n fue una de sus prioridades, merced a los traumas personales de una Guerra Civil que su familia vivi¨® tr¨¢gicamente, como tantas otras de uno u otro bando.
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Por eso conceb¨ªa el disenso como una herramienta fundamental para renovar los consensos, al utilizarlo como un instrumento para explorar espacios in¨¦ditos en el ¨¢mbito de los derechos humanos que nos permitan so?ar con un mundo mejor y contribuir a cambiar todo cuanto no sancione nuestro fuero interno; lo cual no supone tratar de imponer a los dem¨¢s nuestros criterios u opciones vitales, pero s¨ª negarse a secundar aquello que consideremos injusto sin plegarnos a una obediencia cuyos resultados puedan parecernos perniciosos.
Durante su primer destino en Tenerife supo mantener muy alto el pabell¨®n filos¨®fico que hab¨ªa izado all¨ª Emilio Lled¨®, e incluso encabez¨® una reivindicaci¨®n estudiantil para conseguir que los alumnos pudiesen acabar su licenciatura en La Laguna. De aquella ¨¦poca datan La concepci¨®n anal¨ªtica de la filosof¨ªa y La raz¨®n sin esperanza. No desde?¨® los logros del ¡°giro ling¨¹¨ªstico¡±, sin renunciar a conjugarlo con las herramientas del marxismo, y respald¨® el feminismo acad¨¦mico cuando daba sus primeros pasos entre nosotros, entre muchas otras cosas.
Su carisma le permiti¨® rescatar a la filosof¨ªa moral del ostracismo al que le hab¨ªa condenado el franquismo
Le interes¨® el pensamiento de Kant, seg¨²n testimonia una entrevista de Carlos Pereda, en la que Muguerza presenta sus propias obras como sendas Cr¨ªticas donde se replantean las preguntas kantianas. Los bicentenarios de la segunda Cr¨ªtica y Hacia la paz perpetua originaron sendos vol¨²menes colectivos coeditados por ¨¦l: Kant despu¨¦s de Kant y La paz y el ideal cosmopolita de la Ilustraci¨®n. Y este ascendiente kantiano se plasm¨® de modo paradigm¨¢tico en su c¨¦lebre imperativo del disenso.
Su carisma le posibilit¨® rescatar a la filosof¨ªa moral del ostracismo al que le hab¨ªa condenado el franquismo, logrando identificarla con un esp¨ªritu de la transici¨®n que se compadec¨ªa cabalmente tanto con su pensamiento como con sus avatares biogr¨¢ficos, dado su insaciable anhelo de reconciliaci¨®n. En este sentido, Muguerza se caracterizaba por leer y citar a todos, ya se tratara de una tesis o del trabajo a¨²n por publicar de un joven estudiante, haciendo con ello honor a la isegor¨ªa. Sus libros fueron dados previamente a conocer en memorables conferencias de gran impacto. Ahora nos quedan por descubrir los in¨¦ditos que alberga el archivo legado por sus familiares a la Universidad de La Laguna, junto a su biblioteca personal.
Rehuy¨® la tentaci¨®n de intervenir en la pol¨ªtica, porque no cre¨ªa en la panacea plat¨®nica del rey fil¨®sofo y entend¨ªa, una vez m¨¢s con Kant, que la filosof¨ªa debe ocupar el ala izquierda del parlamento universitario, para criticar de oficio al poder sin dejarse contaminar por ¨¦l. Tampoco acept¨® cargos burocr¨¢ticos, aunque su impulso result¨® imprescindible para estructurar las Facultades de Filosof¨ªa de la UNED, la Universidad de La Laguna y el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC o poner en marcha la Enciclopedia Iberoamericana de Filosof¨ªa.
El ¨²nico puesto que conserv¨® durante largo tiempo fue la direcci¨®n de su querida revista Isegor¨ªa, a cuyo Consejo de Redacci¨®n ha pertenecido hasta el final, y que no hubiera visto la luz sin su legendaria insistencia. Otro rasgo que caracteriz¨® a Javier Muguerza fue rehuir todo tipo de galardones, que, sin embargo, procuraba obtener para quienes apreciaba. No estar¨ªa mal que ahora se le concediese alg¨²n reconocimiento oficial, se crease una fundaci¨®n para custodiar su legado y/o el CSIC pusiera su nombre a ese Instituto de Filosof¨ªa del que fue primer director.
En Muguerza destacaba el ingenio de una perspicacia que se conjugaba con una generosa benevolencia. Lo mejor de su legado no se ci?e a ese liderazgo institucional o a su obra publicada e in¨¦dita, porque a todo ello se debe a?adir la enorme influencia dejada en cuantos le conocieron.
Quienes no tuvieron esa fortuna pueden leer sus p¨¢ginas, donde se combinan el rigor ensay¨ªstico con un estilo literario que hace su lectura tan fecunda como amena. Como ha escrito Jacobo Mu?oz, la pluma de Javier Muguerza es homologable a las de Unamuno, Ortega o Zambrano. Dos meses despu¨¦s de su muerte, el gremio filos¨®fico que piensa en espa?ol est¨¢ de luto por uno de sus exponentes m¨¢s egregios, a cuya figura le habr¨¢ de hacer justicia el paso del tiempo y la publicaci¨®n de sus obras completas.
Roberto R. Aramayo es editor de Isegor¨ªa, Disenso e incertidumbre y Di¨¢logos con Javier Muguerza.
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