Cuando un escritor hipert¨ªmido se vuelve personaje de ¡®S¨¢lvame¡¯: ¡°Me he convertido en un idiota¡±
Un periodista de ICON escribe un libro sobre Mal¨² y le reclaman en ¡®Pronto¡¯, ¡®?Hola!¡¯, 'Viva la vida', 'Semana', 'Socialit¨¦'... Aqu¨ª cuenta su periplo por los medios del coraz¨®n
En una escala del cero al 10, mi nivel de popularidad es de menos uno. Me dedico al periodismo musical, con eso lo digo todo (aunque en los ¨²ltimos tiempos escribo de lo que me echen). Me conocen mi familia y mis amigos, que son pocos. Y, sin embargo, aqu¨ª me tienen: en la sala VIP de S¨¢lvame, el buque insignia televisivo de la informaci¨®n rosa, esperando a que me entrevisten. Dos d¨ªas antes he salido en ?Hola! y Semana. Me han hecho un v¨ªdeo para Socialit¨¦ y el s¨¢bado siguiente salgo en Cazamariposas y en Viva la vida. El lunes me otorgan tres p¨¢ginas con foto en Pronto. El motivo: he escrito un libro sobre Mal¨², personaje codiciado por los medios del coraz¨®n. A lo largo de una interminable semana me siento desubicado, hist¨¦rico, con el ego ciertamente musculado y lo suficientemente crecido como para rechazar entrevistas de medios menos relevantes. O lo que es lo mismo: me he convertido en un idiota.
"A lo largo de una interminable semana me siento desubicado, hist¨¦rico, con el ego ciertamente musculado y lo suficientemente crecido como para rechazar entrevistas de medios menos relevantes. O lo que es lo mismo: me he convertido en un idiota"
Doy un sorbo a mi caf¨¦ y, cuando lo dejo en la mesa, me tiembla tanto la mano por los nervios que derramo unas gotas en el pantal¨®n. Bravo. Entrevista en S¨¢lvame con lamparones. En la sala VIP me presento a una estilizada jovencita tambi¨¦n invitada que se anuncia como ¡°Pen¨¦lope¡±. Con disimulo, indago en Google a ver si est¨¢ aqu¨ª por haber salido con Paquirr¨ªn o con Antonio Tejado. No tarda en desmontar mi est¨²pido prejuicio. Resulta que ha venido ¡ªcon otra modelo, igual de joven e incluso m¨¢s estilizada¡ª a realizar un desfile de vestidos de novia ante Bel¨¦n Esteban, que se casa. ¡°Nosotras no tenemos que hablar, ?menos mal!¡±, exclama Pen¨¦lope. ¡°Mierda, yo s¨ª ¡ªdigo¡ª. ?Cre¨¦is que si me cambio por alguna de vosotras lo notar¨¢n?¡±, pregunto. Absortas en sus m¨®viles, me ignoran.
Me ha tra¨ªdo aqu¨ª un dicharachero ch¨®fer a bordo de un Audi. He aprovechado para hacerle una peque?a entrevista. Me cuenta que lleva 13 a?os llevando famosos al programa (debo de ser la excepci¨®n), y que su primer servicio fue todo un reto: recoger a Isabel Pantoja y su s¨¦quito. ¡°?Y c¨®mo son los friquis que van al programa?¡±, le sondeo. ¡°Bah ¡ªresponde quit¨¢ndole importancia¡ª. Fuera del estudio dejan su show y son gente normal¡±. Al t¨¦rmino del trayecto estoy a punto de sacar la cartera y preguntar: ¡°?Qu¨¦ le debo?¡±. En vez de eso, y en un gesto que me delata como novato, le doy la mano, las gracias y no le doy un beso porque la distancia lo impide.
Estoy hecho un flan, y aterrado, pues temo que los colaboradores (estar¨¢n Kiko Hern¨¢ndez, Lydia Lozano, Mila Xim¨¦nez y Antonio Tejado, entre otros; ese d¨ªa el programa lo presenta Carlota Corredera) se me echen encima cual jaur¨ªa, y cuando les diga que mi libro habla sobre todo de m¨²sica me espeten: ¡°?Pues vaya mierda de biograf¨ªa!¡±. Convencido de que har¨¦ el rid¨ªculo, he rogado a mis allegados que no me vean; ruego que, luego sabr¨¦, no es atendido. Mi amigo Luismi se ha enterado y me manda mensajes de ¨¢nimo. Me tropiezo en un pasillo con Bel¨¦n Esteban, quien se interesa por mi libro. Cruzamos dos palabras, y pienso en hacerme una foto con ella, pero para entonces ya se ha dado la vuelta, y brincar y perseguirla se me antoja una coreograf¨ªa innecesaria.
"Doy un sorbo a mi caf¨¦, y cuando lo dejo en la mesa me tiembla tanto la mano por los nervios que derramo unas gotas en el pantal¨®n. Bravo. Entrevista en 'S¨¢lvame' con lamparones"
Por suerte, un ¨¢ngel de la guarda me acompa?a desde que llego hasta que abandono las instalaciones y lo hace todo mucho m¨¢s f¨¢cil. Perfectamente consciente de mi estado de tensi¨®n, Elena, redactora, no deja de tranquilizarme y de asegurarme que solo me van a preguntar por la faceta musical de la cantante (como he exigido) y, a lo sumo, por lo que he podido deducir de su personalidad. La llegada al plat¨® es la culminaci¨®n de un alambicado marat¨®n de ocho llamadas en 24 horas. A la tercera, Elena ya solo dec¨ªa: ¡°Soy tu pesadilla¡±, a lo que yo respond¨ªa: ¡°Hola, Elena¡±. Y no se tomaba del todo mal que la identificara con un mal sue?o.
El traj¨ªn telef¨®nico se debe a que durante un amplio margen de tiempo la entrevista no est¨¢ confirmada: desde el departamento comercial de Telecinco deben autorizar que se hable de un libro por cuya aparici¨®n la editorial no paga. (De hecho, aclaro, en todo este periplo de turista accidental por la prensa del coraz¨®n no veo un duro, pues estoy de promoci¨®n).
Me bajan al plat¨® y aguardo en una esquina. En la pausa de publicidad, supongo que la presentadora y los colaboradores, entre bambalinas, me dar¨¢n la bienvenida, pero en su mayor¨ªa solo interact¨²an entre ellos (y con sus m¨®viles). Lydia Lozano se acerca y me asesta un sorprendente: ¡°?Hombre, cu¨¢nto tiempo!¡±. No la he visto en mi vida. Al advertir mi confusi¨®n, se justifica: ¡°Nos conocimos hace tres a?os, creo, en la presentaci¨®n de un libro¡¡±. Estoy seguro de no haberla tratado jam¨¢s, aunque me parece de lo m¨¢s agradable y cordial. Mila Xim¨¦nez tambi¨¦n me saluda. En vista de que el resto pasa de m¨ª, me lanzo a saludarlos yo, claramente para caerles bien y que no me despedacen.
"Me tropiezo en un pasillo con Bel¨¦n Esteban, quien se interesa por mi libro. Cruzamos dos palabras, y pienso en hacerme una foto con ella, pero se ha dado la vuelta, y brincar y perseguirla se me antoja una coreograf¨ªa innecesaria"
Contra pron¨®stico, la entrevista sale bien. Me sientan entre mi amiga Lydia Lozano y la presentadora. Las preguntas se ci?en a lo pactado, y las bromas y los piques entre ellos sirven para que me relaje. En un momento dado, Kiko Hern¨¢ndez me dice: ¡°Usted escribe en EL PA?S, ?no? Seguro que jam¨¢s se le hab¨ªa pasado por la cabeza que iba a estar aqu¨ª rodeado de gente como nosotros¡±. Respondo: ¡°Me puedes tutear¡±. Una vez concluida mi intervenci¨®n, Elena me conduce a una azafata que a su vez me deposita en el asiento de atr¨¢s de otro coche que me lleva a casa.
La ma?ana de mi comparecencia en S¨¢lvame me llaman de Cazamariposas. La redactora me pregunta 15 veces lo mismo, de formas diferentes (quiere saber c¨®mo puede afectar a la carrera de Mal¨² su relaci¨®n con Albert Rivera) y yo le doy 15 veces la misma respuesta, lo que convierte la charla en algo parecido a un texto de Mihura. Cada vez que detecta que me desv¨ªo, me interrumpe sin miramientos. Como colof¨®n, inquiere: ¡°?Crees que Mal¨² puede renacer despu¨¦s de esto?¡±. Irritado, contesto: ¡°No, no puede renacer porque no est¨¢ muerta¡±.
Pruebo la medicina de cierto tipo de prensa rosa. En la entrevista grabada para Socialit¨¦ comento, quiz¨¢ torpemente: ¡°Puede que Mal¨² no sea la mujer m¨¢s simp¨¢tica de mundo, pero es un mecanismo que se ha creado para hacerse respetar en la industria de la m¨²sica, donde es f¨¢cil que a una mujer, que ha empezado adem¨¢s siendo ni?a, se la intente manipular¡±. Para manipulaci¨®n, la de que yo soy objeto. Una vez editado, en el v¨ªdeo solo digo: ¡°Puede que Mal¨² no sea la mujer m¨¢s simp¨¢tica del mundo¡±. Quedar¨¢ para la posteridad que he llamado borde a Mal¨².
En un hueco entre llamadas de Elena atiendo por tel¨¦fono a un redactor de Pronto. Tiene la voz que uno imagina que debe de tener el cl¨¢sico periodista de Pronto que lleva en la revista desde 1976. Como casi todos, intenta llevarme al huerto del morbo, y me resisto como puedo. Parece m¨¢s interesado que otros en hacer un buen trabajo. A diferencia de Semana, que ilustra la entrevista con la foto m¨¢s horrible que me he hecho jam¨¢s (?gracias!), sacada de Internet, el reportero de Pronto me informa de que quieren hacerme una sesi¨®n. En efecto, al d¨ªa siguiente estoy posando en la calle intentando a la vez no gui?ar los ojos por el sol y meter barriga. Cuando se publican compruebo que solo he conseguido lo primero.
Culmino la semana loca el s¨¢bado en Viva la vida, tambi¨¦n en los estudios de Telecinco. Por la ma?ana me compro una camisa para la ocasi¨®n, que incluso me encargo de planchar con primor para quitarle los dobleces. Pero la visita a este programa me convence de lo id¨ªlica que ha sido la de S¨¢lvame. Esta vez me sueltan en un camerino de tres por tres en una segunda planta y ah¨ª me dejan una hora, solo. Pasados 20 minutos, me tumbo en el sof¨¢. Apago la luz. Me echo la siesta. De tal modo que cuando aparezco en directo, luzco una camisa nueva m¨¢s arrugada que si la hubiera estrujado adrede. Respondo siguiendo mi discurso preelaborado las dos preguntas que me dirige Emma Garc¨ªa, la presentadora, pero acto seguido los colaboradores (solo conozco a Luis Roll¨¢n, Carmen Borrego y el paparazi Diego Arrabal) se enzarzan en una trifulca verbal entre ellos que me deja en un papel de mero espectador. Lo cual, en cierto modo, agradezco.
Mi guasap bulle. Se acumulan mensajes de gente que me da una visi¨®n positiva de estos acontecimientos. Una compa?era de trabajo me dice que salgo bien en la tele; mi amigo Miguel me transmite que doy estupendamente en c¨¢mara; una prima m¨ªa emplea la palabra ¡°atractivo¡±. Empiezo a caminar m¨¢s erguido por la calle, y a escrutar miradas en el supermercado en busca de fans.
Siempre he detestado la arrogancia. Estoy perdiendo la cabeza. En mitad de la semana, el responsable de una p¨¢gina web de libros me pide una entrevista. ?Una web de libros! Sopeso su limitada audiencia y me escucho d¨¢ndole largas. Pero la tonter¨ªa me dura dos d¨ªas, el tiempo que tardo en poner de nuevo los pies en la tierra. Le escribo un mail pidi¨¦ndole disculpas y poni¨¦ndome a su disposici¨®n.
Afortunadamente, ha sido una aventura pasajera.
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