Cuando ganar 250.000 euros al a?o no es suficiente para llegar a fin de mes
Los precios de la vivienda se han vuelto locos, los sueldos ya no son lo que eran, los esc¨¢ndalos laborales y sexuales est¨¢n a la orden del d¨ªa... Silicon Valley, el ed¨¦n de la nueva econom¨ªa basada en la tecnolog¨ªa, se muere
Quiso ser Florencia y ahora corre el riesgo de convertirse en Detroit. Silicon Valley se muere. No es la suya una muerte muy divulgada, pero la prensa lleva ya meses hablando de ella sin tapujos. Incluso The New York Times, que ya le ha dedicado una serie de art¨ªculos de marcado sabor necrol¨®gico. Algunas de las principales compa?¨ªas tecnol¨®gicas mantienen su sede all¨ª, al sur de la bah¨ªa de San Francisco, al pie de la sierra de Santa Cruz, en el valle de Santa Clara. Pero lo que ha muerto es la utop¨ªa tecnol¨®gica de finales del siglo XX que quiso ver en Silicon Valley una concentraci¨®n de talento y capacidad de innovaci¨®n sin precedentes al servicio de una nueva econom¨ªa capitalista y de un mundo mejor.
En palabras del experto en tecnolog¨ªa Rob Enderle, ¡°el sue?o se acab¨®¡±. El llamado Valle del Silicio alberga ahora empresas decadentes, con p¨¦sima reputaci¨®n, en un entorno de toxicidad creciente. En un art¨ªculo de vocaci¨®n ciertamente pol¨¦mica escrito para Tech News World, Enderle incluso habla de la ¨¦lite empresarial del valle como de una casta de hombres poderosos y desconectados de la realidad que siguen embarc¨¢ndose en ¡°org¨ªas sexuales y narc¨®ticas¡± con sus mujeres y empleadas, como si la era posterior a Harvey Weinstein y el movimiento #MeToo no fuesen con ellos.
¡°El valle ahora mismo es el s¨ªmbolo de los peores vicios del capitalismo posmoderno. Tipos que ganan aut¨¦nticas fortunas comerciando con tu intimidad, difundiendo bulos en sus redes sociales, falsamente democr¨¢ticas y cada vez m¨¢s intrusivas.? ?Qui¨¦n quiere formar parte de eso?¡±
Andrew L. Russell, profesor universitario de ciencia y tecnolog¨ªa
M¨¢s all¨¢ de la visi¨®n apocal¨ªptica de detractores tan feroces como Enderle, abundan opiniones negativas, pero bastante m¨¢s moderadas, como las del analista financiero Scott Maxwell, que atribuye la decadencia de Silicon Valley ¡°a que ya no tiene sentido aislar y concentrar el talento¡±. En la era de las redes sociales, los tel¨¦fonos inteligentes y las videoconferencias, se pregunta Maxwell, ¡°?de qu¨¦ sirve obstinarse en abrir una nueva empresa en un lugar donde la competencia es feroz, los alquileres muy altos, los sueldos astron¨®micos y los impuestos desproporcionados?¡±. Instalarse en el valle es ahora mismo m¨¢s una cuesti¨®n de estatus que una decisi¨®n pr¨¢ctica. Parece preferible irse a Boulder, en Colorado; a Portland, en Oreg¨®n; a Wilmington, en Delaware. Incluso a Detroit, ciudad difunta hasta hace muy poco y de nuevo pujante. O a Singapur. Maxwell lo tiene claro. Silicon Valley ha muerto de ¨¦xito. Ha creado un mundo interconectado en el que ya no tiene sentido intentar darle al talento una s¨®lida base local.
¡°En el valle de Santa Clara se cultivaban las mejores ciruelas del mundo¡±, cuenta Sal Pizarro, redactor y columnista de The Mercury News, uno de los principales diarios de la ciudad californiana de San Jos¨¦, ¡°desde los miradores de la sierra de Santa Cruz, al pie de las colinas, se distinguen a¨²n los grandes cultivos frutales de Monte Sereno o Los Gatos, abastecidos de agua por pozos artesianos hasta bien entrados los a?os cincuenta del pasado siglo¡±. Los fabricantes de ordenadores y microchips de silicio se concentraban al principio en la franja norte del condado, en el tri¨¢ngulo formado por la Universidad de Stanford y las localidades de Palo Alto y Menlo Park.
A partir de ese pr¨®spero n¨²cleo, las empresas tecnol¨®gicas empezaron a extenderse como una mancha de aceite hacia al sur y el este, colonizando por completo la por entonces l¨¢nguida ciudad de San Jos¨¦ y los peque?os enclaves rurales que la rodeaban: Sunnyvale, Saratoga, Mountain View, Cupertino¡ Hoy, ese entorno densamente urbanizado es la tercera ¨¢rea metropolitana con mayor renta per c¨¢pita del mundo tras Z¨²rich y Oslo. Pero Pizarro asegura no sentir nostalgia por aquella California que fue, por sus ciruelas y sus con¨ªferas: ¡°Ser¨ªa absurdo. Tambi¨¦n en las colinas de Hollywood se cultivaban muy buenas naranjas, pero les fue mucho mejor cuando empezaron a hacer pel¨ªculas¡±.
Nada dr¨¢stico parece haber sucedido en los ¨²ltimos a?os. El valle de Santa Clara sigue albergando las sedes de Google, Facebook, Wells Fargo, Visa, Chevron y tantas otras. Es m¨¢s, startups tan prometedoras como Gladly, Nurx o Shippo acaban de establecerse en los alrededores de San Jos¨¦, entre la sierra de Santa Cruz y el sur de la bah¨ªa de San Francisco. Sin embargo, la prensa internacional ya da por poco menos que indiscutible que esta zona y su pr¨®spera econom¨ªa basada en la innovaci¨®n y la excelencia han entrado en su particular momento m¨®rbido, cuando lo viejo est¨¢ a punto de morir y lo nuevo no acaba de nacer.
Un art¨ªculo del a?o pasado, publicado en The New York Times por Kevin Roose, dio la voz de alarma al proclamar con rotundidad ¡°el fin de Silicon Valley seg¨²n Silicon Valley¡±. Sal Pizarro lo ha le¨ªdo, por supuesto. Ese y otros muchos. De ah¨ª el tono crepuscular de sus palabras. Los art¨ªculos no le parecen una cantinela catastrofista. Piensa que, en efecto, ¡°las empresas tecnol¨®gicas m¨¢s prometedoras de EE UU ya no se plantean venir aqu¨ª, est¨¢n considerando alternativas como Chicago, Boston, Portland, Austin, Colorado, Detroit¡ En cuanto a las internacionales, probablemente est¨¦n pensando en Pek¨ªn, Mosc¨², Berl¨ªn o Tel Aviv¡±.
Los viejos antros de prostituci¨®n por horas del que no hace mucho era el barrio m¨¢s degradado de San Francisco son hoy residencias improvisadas para esta nueva ¡®¨¦lite¡¯ precaria
¡°Las cosas no ocurren de verdad hasta que The New York Times habla de ellas en su portada¡±, bromea el profesor universitario de ciencia y tecnolog¨ªa Andrew L. Russell, estudioso del auge y decadencia de Silicon Valley, ¡°pero las se?ales del declive llevan ah¨ª mucho tiempo para quien quiera verlas¡±. Russell las resume con precisi¨®n y contundencia: ¡°El valle ahora mismo es el s¨ªmbolo de los peores vicios del capitalismo posmoderno. Tipos que ganan aut¨¦nticas fortunas comerciando con tu intimidad, difundiendo bulos en sus redes sociales, falsamente democr¨¢ticas y cada vez m¨¢s intrusivas. ?Qui¨¦n quiere formar parte de eso?¡±.
Russell escribi¨® hace unos meses un art¨ªculo en la revista Fast Company en el que explicaba por qu¨¦ Silicon Valley hab¨ªa dejado de ser ¡°la nueva Florencia¡± e iba camino de convertirse en ¡°la nueva Detroit¡±. En ¨¦l recuperaba algunos de los argumentos que la ensayista y profesora de la Universidad de Stanford Glenna Matthews expuso en su libro de 2002 Silicon Valley, women and the California dream [Silicon Valley, las mujeres y el sue?o californiano]. Matthews denunciaba ya entonces el desarrollo de una cultura ¡°t¨®xica¡±, elitista, patriarcal y racista, que discriminaba salarialmente a mujeres y minor¨ªas ¨¦tnicas, donde el acoso sexual y laboral eran pr¨¢cticas rutinarias y el esp¨ªritu comunitario brillaba por su ausencia.
Seg¨²n Russell, el declive al que apuntaba Matthews no ha dejado de acentuarse en los ¨²ltimos 15 a?os. La principal novedad, asegura el periodista tecnol¨®gico Herb Scribner, es que el empleo precario ha hecho su aparici¨®n en las startups del valle. ¡°Facebook y compa?¨ªa siguen pagando salarios iniciales de seis cifras¡±, explica Scribner, ¡°pero las nuevas compa?¨ªas que se establecen en Cupertino o San Jos¨¦ est¨¢n reclutando j¨®venes licenciados atra¨ªdos por el prestigio del valle a los que pagan, en ocasiones, sueldos que les condenan a malvivir en uno de los entornos urbanos m¨¢s caros del mundo¡±.
Malvivir, en este contexto, consiste en resignarse a que comprar una casa en el valle resulte imposible para cualquiera que no tenga un sueldo astron¨®mico. En una encuesta publicada este a?o por The Mercury News, gran parte de los residentes en el condado de Santa Clara que ganaban entre 200.000 (unos 176.000 euros) y 300.000 d¨®lares (unos 264.000 euros) anuales se defin¨ªan a s¨ª mismo como ¡°clase media¡±. Puede parecer exagerado, pero ?c¨®mo considerarse rico en un entorno en el que abundan los multimillonarios y el precio medio de la vivienda es de los m¨¢s altos del mundo? Casi un mill¨®n de euros cuesta la vivienda media en Silicon Valley y unos 5.000 euros al mes el alquiler.
El analista financiero Scott Maxwell lo tiene claro: ¡°Silicon Valley ha muerto de ¨¦xito. Ha creado un mundo interconectado en el que ya no tiene sentido intentar darle al talento una s¨®lida base local¡±
La pregunta no es cu¨¢nto dinero tienes, sino cu¨¢nto necesitas para vivir dignamente en un lugar as¨ª. Dadas las circunstancias, no es extra?o que los reci¨¦n llegados se est¨¦n conformando con instalarse en pensiones de barrios populares de San Francisco como Tenderloin, a una hora por carretera de sus lugares de trabajo. Los antiguos antros de prostituci¨®n por horas del que no hace mucho era el barrio m¨¢s degradado de la ciudad de la bah¨ªa se han convertido en residencias improvisadas para esta nueva ¨¦lite precaria de la que habla Scribner.
A Andrew L. Russell le intriga la idea de que Silicon Valley y Detroit puedan ser, hasta cierto punto, vasos comunicantes. Despu¨¦s de todo, de eso trataba el art¨ªculo de Kevin Roose en The New York Times que hizo saltar las alarmas. De c¨®mo un grupo de inversores tecnol¨®gicos se estaba planteando abrir sus empresas en Detroit, atra¨ªdos por el actual dinamismo de la ciudad de Michigan, que toc¨® fondo en los ochenta y noventa, pero lleva intentando recuperarse desde entonces. ¡°Durante la presidencia de Ronald Reagan, Detroit se convirti¨® en una ciudad fantasma, el s¨ªmbolo m¨¢s elocuente de los estragos de la desindustrializaci¨®n de EE UU¡±, explica Russell. ¡°En paralelo, Silicon Valley se consolid¨® como la sede de un capitalismo tecnol¨®gico m¨¢s humano, m¨¢s progresista y m¨¢s innovador¡±, a?ade.
Es parad¨®jico que la decadencia del valle de Santa Clara coincida con el nuevo auge de Detroit, pero tampoco conviene llevar la met¨¢fora demasiado lejos. En realidad, todo apunta a que van a ser entornos urbanos como Boston, Chicago, Austin o el ¨¢rea de Nueva York los que en mayor medida van a beneficiarse de la decadencia de Silicon Valley y de la inminente dispersi¨®n del talento que lleg¨® a concentrarse en ¨¦l. Para Russell, una prueba elocuente del alto grado de ¡°toxicidad¡± del valle es la enorme proliferaci¨®n de vertederos industriales en el condado de Santa Clara. Al final, el capitalismo de vanguardia ha acabado siendo tan poco respetuoso con el medio ambiente como el tradicional. O incluso menos.
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