Criar cuervos como Mar¨ªa Antonieta y darles voz como Poe
Los c¨®rvidos han inspirado supersticiones, leyendas, novelas y poemas. Su fuerte carga simb¨®lica aterroriz¨® a Napole¨®n y fascin¨® a los rom¨¢nticos
En la campi?a inglesa ha persistido hasta hoy cierta consideraci¨®n hacia el cuervo, la cual a veces raya en la reverencia. A finales del siglo XVIII, el pastor y naturalista Gilbert White hablaba de manera conmovedora de los c¨®rvidos en The Natural History of Selborne. Desde tiempos inmemoriales, los cuervos hab¨ªan anidado en la cima de la copa de un enorme roble a las afueras del pueblo. Los muchachos de varias generaciones hab¨ªan tratado de trepar por el roble, pero era en vano, ya que abandonaban ante lo imponente de la tarea. Finalmente, talaron el roble para proporcionar madera para el Puente de Londres. Hicieron un corte en el tronco y colocaron cu?as en su interior, y el ¨¢rbol se sacudi¨® con los fuertes golpes de las mazas hasta que el tronco por fin empez¨® a caer. La madre de la familia de los cuervos, sin embargo, se neg¨® a marcharse y a abandonar su nido y a sus polluelos, de manera que acab¨® cayendo al suelo y muri¨®. El pastor White, un observador excepcionalmente atento y sin inclinaciones al melodrama, se limit¨® a comentar acerca de la madre cuervo que ¡°su afecto maternal merec¨ªa un destino mejor¡±. Los lectores quiz¨¢ la viesen como una m¨¢rtir de la industria y el comercio.?
Al distanciarse la gente de la naturaleza, la fascinaci¨®n por los animales creci¨®, en realidad. En los siglos XVIII y XIX proliferaron las leyendas urbanas sobre animales, con cuentos fant¨¢sticos que inclu¨ªan desde pavos que hablaban un perfecto ¨¢rabe hasta perros que resolv¨ªan asesinatos. La historia del cuervo de Mar¨ªa Antonieta, que al menos era en cierto modo veros¨ªmil, surgi¨® cuando la reina de Francia estaba desayunando en una isla de la finca real de Versalles en octubre de 1785. Acababa de mojar una galleta en una taza de leche cuando lleg¨® volando un cuervo, la mir¨® y comenz¨® a batir las alas con suavidad. La reina, sorprendida en un principio, le dio al cuervo el resto de su galleta, y trabaron amistad. La reina daba de comer al p¨¢jaro todas las ma?anas, y el cuervo la segu¨ªa de ¨¢rbol en ¨¢rbol durante sus paseos. Cuando Mar¨ªa Antonieta fue decapitada, en 1793, el cuervo desapareci¨® durante varios a?os. En 1810, sin embargo, Mar¨ªa Luisa de Austria, que se acababa de casar con Napole¨®n, estaba desayunando en la misma isla cuando repar¨® en el cuervo. El p¨¢jaro se manten¨ªa suspendido sobre su pabell¨®n y graznaba ruidoso, al parecer con la esperanza de que ella compartiese con ¨¦l su comida. Cuando Mar¨ªa Luisa le habl¨® del cuervo a Napole¨®n, este pens¨® que se trataba de un mal augurio y le dio la orden de partir de Versalles de inmediato. Y llegar¨ªa sin duda el infortunio, aunque m¨¢s para el emperador que para su consorte.
En 1816, tras la desastrosa derrota de Napole¨®n en Waterloo y su exilio a Santa Elena, Mar¨ªa Luisa regres¨® a la isla de Versalles con su padre. Oy¨® de repente un graznido, alz¨® la mirada, reconoci¨® al cuervo y grit¨® horrorizada. El jardinero y los criados, sin embargo, vieron en el cuervo a un viejo compa?ero. Lo alimentaron durante el resto de su vida, y la gente ven¨ªa desde muy lejos para ver a aquel amigo de Mar¨ªa Antonieta.
Mar¨ªa Antonieta daba de comer al p¨¢jaro todas las ma?anas, y el cuervo la segu¨ªa de ¨¢rbol en ¨¢rbol durante sus paseos
Lo que puede generarnos escepticismo al respecto de esta historia no es la conducta del ave, sino la de los seres humanos. A menos que seas cuervo, los espec¨ªmenes individuales son dif¨ªciles de identificar, en especial a lo lejos. ?C¨®mo pod¨ªa todo el mundo estar tan seguro de que era el mismo cuervo el que se acercaba a Mar¨ªa Antonieta, a Mar¨ªa Luisa y al resto de la gente? ?No pod¨ªan haber sido dos o incluso m¨¢s p¨¢jaros distintos? Fuera como fuese, la historia sirve para ilustrar el regreso de las supersticiones en tiempos de crisis. El graznido de un cuervo, anta?o considerado un p¨¢jaro de mal ag¨¹ero, pod¨ªa aterrorizar incluso a alguien tan pragm¨¢tico como Napole¨®n. (¡)
En muchos cuentos de la Edad Moderna, los cuervos y cornejas son el recordatorio de una herencia arcaica que con frecuencia queda borrada casi por completo, pero nunca se llega a olvidar del todo. En Barnaby Rudge (1841), una novela hist¨®rica de Charles Dickens que transcurre en la d¨¦cada de 1780, el personaje principal ¡ªque da t¨ªtulo a la obra¡ª siempre iba acompa?ado de una mascota, un cuervo llamado Chip. Barnaby era un buen hombre, aunque simple hasta el punto de la necedad, y el cuervo era el perpetuo recordatorio de las fuerzas diab¨®licas que ¨¦l no lograba ver. El cuervo pronunciaba palabras que pr¨¢cticamente carec¨ªan de sentido, pero encerraban una gran carga premonitoria, y a veces incluso afirmaba que era el diablo.
En 1845, cuatro a?os despu¨¦s de la aparici¨®n de Barnaby Rudge, Edgar Allan Poe public¨® por primera vez ¡®El cuervo¡¯. Hoy en d¨ªa es uno de los primeros poemas serios que los ni?os estadounidenses leen en clase, y es, sin duda, uno de los que mejor recuerda la mayor¨ªa de ellos. Son pocas, sin embargo, las personas que se detienen a considerar de qu¨¦ podr¨ªa tratar el poema. Lo ¨²nico que permanece en la mente de todo el mundo es el estribillo: ¡°Y dijo el cuervo: ¡®Nunca m¨¢s¡±. (¡)?
El propio poema parece demencial en su frenes¨ª; el distanciamiento anal¨ªtico en la descripci¨®n del texto que hizo Poe en su breve ensayo Filosof¨ªa de la composici¨®n parece casi patol¨®gico. Como la mayor¨ªa de los rom¨¢nticos, Poe no ten¨ªa gran inter¨¦s en la emoci¨®n en su estado natural. Su ideal art¨ªstico era una pasi¨®n sometida a la disciplina y el control del intelecto. Consigui¨® encadenar esos extravagantes sonidos e im¨¢genes del poema en un texto coherente, aunque enrevesado. Un cuervo amaestrado al que le hab¨ªan ense?ado a decir una sola palabra ¡ªnevermore (¡°nunca m¨¢s¡±)¡ª se le hab¨ªa escapado a su due?o. Un vendaval oblig¨® al p¨¢jaro a buscar refugio en el cuarto de un estudiante, donde a¨²n hab¨ªa luz a medianoche. El joven hab¨ªa estado devorando un texto esot¨¦rico y d¨¢ndole vueltas y m¨¢s vueltas a la muerte de su amada. Cuando entr¨® el cuervo volando y se pos¨® en el busto de (Palas) Atenea, el estudiante comenz¨® a lanzarle preguntas al p¨¢jaro acerca de la vida y la muerte. El cuervo solo respond¨ªa nevermore, y el estudiante se angustiaba cada vez m¨¢s. Le dio al cuervo la orden de que se marchase, pero se qued¨® all¨ª, como su melanc¨®lico tormento.
Con un nivel de detalle digno de un profesional del robo de bancos, Poe en su ensayo describ¨ªa que hab¨ªa escogido la muerte de una bella mujer como el tema m¨¢s melanc¨®lico posible, y que hab¨ªa aligerado el tono sombr¨ªo a base de recursos po¨¦ticos como aquel estribillo. Eligi¨® la palabra nevermore por su sonoridad, y decidi¨® que la repetici¨®n constante la ten¨ªa que llevar a cabo un animal. Al principio pens¨® en un loro, pero se decidi¨® por el cuervo a causa de su reputaci¨®n prof¨¦tica.
Los estudiosos dudan de que el proceso de su composici¨®n fuese tan deliberado como afirmaba Poe, y as¨ª escrib¨ªa James Russell Lowell en su F¨¢bula para cr¨ªticos a finales del siglo XIX: ¡°Aqu¨ª llega Poe, con su cuervo, como Barnaby Rudge, tres quintos de genio y otros dos de puro apa?o, y nos habla en yambos y pent¨¢metros para hacer del sentido com¨²n una maldita m¨¦trica quien ha escrito algunas cosas de lo mejor aunque la mente aprisione implacable el coraz¨®n¡±.
Desde entonces, el cuervo se convirti¨® en el s¨ªmbolo de Poe, a quien se suele pintar con el p¨¢jaro posado en el hombro, o a su lado. Es quiz¨¢ m¨¢s importante que el cuervo fuera a partir de entonces ¡ªy siga siendo hoy¡ª un habitual de las historias g¨®ticas de terror.
Boria Sax es escritor y profesor. Este extracto est¨¢ tomado de su libro ¡®Cuervo. Naturaleza, historia y simbolismo¡¯, que publica Siruela el 26 de junio. Traducci¨®n de Julio Hermoso.
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