Una doble oportunidad
La izquierda puede restituir con claridad y rotundidad la utilidad de la socialdemocracia contra la demagogia recentralizadora, la exhibici¨®n de espa?olismo del 155 y la ultraderecha
La confianza que despert¨® Pedro S¨¢nchez en un sector de la izquierda ha salido reforzada en Espa?a y catapultada hacia Europa. Se antoja a primera vista una oportunidad cre¨ªble para una doble operaci¨®n de control de da?os en el asunto territorial y a la vez en el futuro de la ultraderecha europea. En esta socialdemocracia de alma cl¨¢sica (PSOE) o m¨¢s exigente (Podemos) podr¨ªa estar el instrumento que revirtiese la l¨®gica emocional de las dos movilizaciones m¨¢s activas de los ¨²ltimos a?os: el proc¨¦sy el neoespa?olismo, ambas insensibles a la urgencia europea actual.
Para llegar a este punto inaugural de hoy, primero el aire se pobl¨® de demagogia cuatrera. La poluci¨®n no proced¨ªa de rebeldes marginales y subversivos. Las proclamas contra el orden democr¨¢tico y los valores constitucionales llegaron vestidas con traje y corbata, americana planchada y pulserita folcl¨®rica porque anid¨® en las tres derechas amigas, el PP, Ciudadanos y Vox. Pusieron en circulaci¨®n un pantone voxiferante, rancio y apocal¨ªptico, donde los socialistas hac¨ªan el papel de los comunistas durante la dictadura: con Pedro S¨¢nchez culminar¨ªa la quiebra de Espa?a, el trapicheo de trapos sagrados, la venta a plazos de la patria. Tanto los partidos de la derecha como los ciudadanos sab¨ªan que la trola promediaba testosterona y falsedad emp¨ªrica. La emulaci¨®n de la demagogia del unilateralismo independentista no ha sacado a la derecha las casta?as del fuego ni ha sacado al okupa de La Moncloa, ni han podido emprender la conquista del poder por la puerta falsa del desvar¨ªo catastrofista. La presunta emergencia nacional se convirti¨® en clich¨¦ del rencor por la p¨¦rdida del poder: en el PP, porque lo hab¨ªa perdido de verdad, y en Ciudadanos, porque la moci¨®n de censura volatiliz¨® la fantas¨ªa gore del acceso de su l¨ªder a La Moncloa.
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En este garabato, Vox pinta poco. Su vocer¨ªo pasado de vueltas meti¨® miedo a las dos derechas, la natural y la sobrevenida, las intoxic¨® de p¨¢nico y las llev¨® por los arrabales de la demagogia de mercadillo. Hoy, PP y Ciudadanos blanquean a Vox sin escr¨²pulos y con aut¨¦ntica temeridad pol¨ªtica mientras los suman al poder auton¨®mico y municipal. La explicaci¨®n cosm¨¦tica defiende que su incorporaci¨®n a las instituciones contribuir¨¢ a su domesticaci¨®n; la explicaci¨®n m¨¢s plausible, sin embargo, sospecha una derechizaci¨®n factual de PP y Ciudadanos en ¨¢mbitos demasiado sensibles (feminismo, inmigraci¨®n, memoria hist¨®rica, recentralizaci¨®n auton¨®mica). Vox ha conquistado desde las elecciones andaluzas una emancipaci¨®n fresca, retadora y suburbial, pero ha necesitado 40 a?os de democracia ese sector ideol¨®gicamente retr¨®gado para reconquistar la autoestima y sentirse a gusto consigo mismo.
Lo grave no est¨¢ en ellos, sino en la aclimataci¨®n integradora que Ciudadanos les regala frente al europe¨ªsmo consistente de Manuel Valls. El crecimiento de Vox procede sobre todo de la sinton¨ªa de sus votantes con los nacionalpopulismos que bombean en el sistema circulatorio de las democracias europeas. Este Vox nuestro es la versi¨®n local, te?ida de nostalgia franquista, de la desfachatez machirula, proteccionista e hipernacionalista que a¨²na a Trump y a Bolsonaro, a Salvini, a Le Pen y a Orb¨¢n. De la misma manera que Falange Espa?ola fue en 1933 la versi¨®n ind¨ªgena y tard¨ªa de los fascismos galopantes en la Europa de los a?os veinte, Vox ha emergido con sus siglas emancipadas del PP tambi¨¦n con retraso. Pero el brillo de su horizonte de expectativas es m¨¢s bajo y menos prometedor que el que disfrutan sus pares en Italia, en Francia, en Austria o en el Reino Unido. Ninguno de esos pa¨ªses lleva la mochila franquista tan pr¨®xima, tan cercana, tan viva a¨²n. El resto de Europa hace 80 a?os que perdi¨® de vista ese infierno, y esos 80 a?os de cultura democr¨¢tica han favorecido, por puro olvido y omisi¨®n, la emergencia de fuerzas ideol¨®gicamente similares a los fascismos de entreguerras.
El PSOE ha logrado entre abril y mayo un resultado que hace un a?o nadie hubiera pensado, al menos en p¨²blico
Espa?a es ah¨ª un caso aparte. La memoria del franquismo est¨¢ demasiado pr¨®xima dentro de las familias, en el tejido social, en la sensibilidad pol¨ªtica de la democracia. Tampoco Portugal tiene una fuerza de extrema derecha significativa porque tambi¨¦n Portugal, como nosotros, tiene demasiado cercana biogr¨¢fica e hist¨®ricamente la dictadura salazarista. La memoria todav¨ªa caliente de la dictadura es un blindaje f¨¦rreo contra audiencias masivas para nost¨¢lgicos de los valores franquistas, y no propiamente del franquismo. Esa me parece una diferencia central que, por una vez, permite sofrenar el alarmismo sobre el papel de Vox en Espa?a, pero no su significado en Europa.
Hay todav¨ªa otra singularidad m¨¢s en el comportamiento pol¨ªtico de la democracia espa?ola. Al parecer, tambi¨¦n llevamos la contraria al resto de los ciudadanos europeos al haber respaldado la socialdemocracia como instrumento efectivo contra la demagogia nacional-populista. La zafia pol¨ªtica del comit¨¦ federal que defenestr¨® a S¨¢nchez, y la renovaci¨®n generacional inmediata, pusieron in extremis las condiciones para detener la autodestrucci¨®n socialista. Frente a la disoluci¨®n de los partidos socialistas en Europa, el PSOE ha logrado entre abril y mayo un resultado que hace un a?o nadie hubiera imaginado, al menos en p¨²blico: hubiese sido tachado de delirante optimista o de voluntarista iluso.
Pero no era ning¨²n disparate sospechar que la fosilizaci¨®n del partido dejaba servidas las condiciones objetivas para una refundaci¨®n generacional. Es aproximadamente lo que logr¨® en dos fases, moci¨®n de censura y ciclo electoral, el temple pol¨ªtico y la terquedad personal de Pedro S¨¢nchez. Son muchas las razones pol¨ªtico-morales que consiguieron sacar de la abstenci¨®n al votante socialista y tambi¨¦n son m¨²ltiples las que lograron revertir en su favor el voto que en 2015 encontr¨® en Podemos un mejor clima, asqueado de la par¨¢lisis socialista y movilizado por la ilusi¨®n de una nueva exigencia democr¨¢tica.
La demagogia de la derecha montaraz forz¨® en campa?a electoral un perfil bajo en la propuesta de los socialistas
Sin embargo, un buen porcentaje de ese voto no proced¨ªa del miedo a la derecha pura y dura, sino sobre todo de la aprobaci¨®n expl¨ªcita a una gesti¨®n pol¨ªtica, comunicativa e institucional que ha borrado de un plumazo la chuler¨ªa macarra de los antiguos portavoces populares, el desplante como recurso ret¨®rico, la propensi¨®n autoritaria como tinte, la grisura gran¨ªtica de los discursos como atm¨®sfera moral y el tratamiento de la turbamulta de corruptos propios como transitorio acn¨¦ pol¨ªtico. Es verdad que todos olvidamos muy r¨¢pido, pero es verdad tambi¨¦n que los 10 meses de poder socialista cuajaron un alivio civil tangible, una compensaci¨®n tard¨ªa y un masaje incluso de autoestima a cuantos cre¨ªmos que s¨ª hab¨ªa otra forma de gobernar.
La socialdemocracia todav¨ªa no es una pantalla antigua. La demagogia de la derecha montaraz forz¨® en campa?a electoral un perfil bajo en la propuesta ideol¨®gica de los socialistas y de Podemos. Con vistas al futuro, sin embargo, en Espa?a y en Europa la izquierda tiene la oportunidad de restituir sin grandes voces, pero s¨ª con claridad y rotundidad, la utilidad pr¨¢ctica de la socialdemocracia como instrumento contra la demagogia recentralizadora, la sobreactuada exhibici¨®n de espa?olismo del 155 y la ultraderecha pastoreada por Steve Bannon, incluidos monaguillos tan toscos como sus pares locales. En las pr¨®ximas elecciones ah¨ª seguir¨¢n todav¨ªa. Pero algunos de sus ¨¦mulos m¨¢s inquietantes figurar¨¢n mucho antes en las candidaturas de las auton¨®micas catalanas de este fin de a?o: quiz¨¢ sea ese, en realidad, el aut¨¦ntico fin de ciclo electoral.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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