Quinteto deslucido
El espa?ol Josep Borrell es quien mejor encaja en el cargo
El quinteto de nombramientos para la UE, fraguado este martes por la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, desluce la expectativa generada para una etapa de convulsiones mundiales que requerir¨¢ el m¨¢ximo de liderazgo posible. Es cierto que la mayor¨ªa de los equilibrios perseguidos se cumplen formalmente. Entre pr¨®speros y pobres; entre grandes y peque?os; entre el Oeste y los nuevos orientales. Incluso entre g¨¦neros: mucho m¨¢s, desde luego, que entre los Gobiernos nacionales, donde las cinco mujeres primeras ministras (en Alemania, Reino Unido, Austria, Lituania y Dinamarca), apenas alcanzan la sexta parte del censo de 28.
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Otro equilibrio sustancial, entre familias ideol¨®gicas, deber¨ªa haberlo sido m¨¢s en esta ocasi¨®n, dada la ampliaci¨®n del espectro de partidos muy influyentes. Ha salido mellado, en detrimento de los socialdem¨®cratas, igualados por los liberales, a impulsos de Emmanuel Macron. No porque pierdan terreno, pues ostentar¨¢n en principio dos puestos relevantes, en el Parlamento y en la Pol¨ªtica Exterior (a cargo de Josep Borrell, quiz¨¢ quien mejor de los cinco encaja en el cargo), sino porque su renuncia pesa extraordinariamente: la candidatura a la Comisi¨®n del holand¨¦s Franz Timmermans no solo era la de un nombre sino que tambi¨¦n una bandera en la lucha por el mantenimiento de las libertades p¨²blicas, el Estado de derecho y una Europa entendida como comunidad de ley.
Lo peor en este aspecto, es que el holand¨¦s se cay¨® del cartel por una coyunda de un sector de los populares con varios Gobiernos iliberales del Este ¡ªcuyos abusos hab¨ªa combatido desde la Comisi¨®n¡ª, acompa?ados de la populista Italia. Los negociadores de esta familia, encabezada por Pedro S¨¢nchez, no puede voltear campanas, aunque es cierto que Espa?a ha vuelto al primer plano de las instituciones y estar¨¢ presente en las decisiones fundamentales.
Formalmente, el cartapacio exhibe otro d¨¦ficit pol¨ªtico demasiado lamentable. El Tratado de Lisboa impuso que la presidencia de la Comisi¨®n se decidiese ¡°teniendo en cuenta¡± los resultados electorales, restringiendo el excesivo margen de maniobra de los presidentes de Gobierno. Resulta evidente que aunque efectivamente se tuvieron en cuenta al considerarse a los aspirantes Manfred Weber y Timmermans, al cabo se margin¨® a todos los cabezas de lista (spitzenkandidaten), y la nueva inquilina de Bruselas no comparece a su puesto con la legitimidad democr¨¢tico-electoral a?adida que supon¨ªa el sistema iniciado con el cesante Juncker.
Todos estos defectos, en parte pero solo en parte comprensibles ¡ªpor el nuevo mapa de partidos y Gobiernos¡ª, no constituyen con todo lo m¨¢s preocupante. Inquieta el d¨¦bil o inadecuado perfil de algunos de ellos. La candidata a la Comisi¨®n, Ursula von der Leyen, ha sido una desconocida ministra de Defensa alemana (salvo por su pol¨¦mica obra acad¨¦mica); Christine Lagarde ha sido una apreciable directora general del FMI, pero sabe menos pol¨ªtica monetaria que sus pares en el BCE; el liberal Charles Michel es un hombre ingenioso, pero deber¨¢ ense?ar genio de peso pesado; y el nuevo presidente del Parlamento, Sergei Stanischev, es un desconocido. En suma, no estamos ante una cat¨¢strofe; y tampoco ante un despertar de ilusiones. Ojal¨¢ el tiempo y el desempe?o mejoren estas impresiones.
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