Un pa¨ªs, dos sue?os
El Gobierno central de China no debe infravalorar el arraigo de las convicciones democr¨¢ticas en Hong Kong
Las protestas vividas recientemente en Hong Kong contra la propuesta de una ley de extradici¨®n que permitir¨ªa la entrega de fugitivos al Gobierno central, evidencian un claro aumento de la fractura entre el nacionalismo, hoy sustentado en el programa del Partido Comunista para lograr la revitalizaci¨®n de la naci¨®n china, y las demandas democr¨¢ticas que afloran en su periferia territorial. Igualmente, ponen de manifiesto el car¨¢cter estructural de una protesta que en tres episodios (2003, 2014 y 2019) plasman una severa advertencia a Pek¨ªn de los riesgos asociados a las pol¨ªticas recentralizadoras de los ¨²ltimos a?os.
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A estas alturas, lo de menos es qu¨¦ va a pasar con la ley de extradici¨®n o el futuro de Carrie Lam, a quien le reclaman la dimisi¨®n. Han sido finiquitados, aunque no pueda admitirse p¨²blicamente para no perder la cara. Aun as¨ª, el problema de fondo radica en la p¨¦rdida de confianza de buena parte de la poblaci¨®n local, no solo en la jefa de esta regi¨®n administrativa o en su Consejo Legislativo sino, sobre todo, en la sabidur¨ªa y mano izquierda del poder central para lidiar con estas situaciones. Y en ello debieran meditar las autoridades de Pek¨ªn a la hora de reconducir su pol¨ªtica de ¡°frente unido¡±, la tercera arma m¨¢gica del Partido, seg¨²n Mao.
En origen, la f¨®rmula ¡°un pa¨ªs, dos sistemas¡± fue otra genialidad de Deng Xiaoping; no una concesi¨®n graciosa sino un imperativo necesario para preservar la condici¨®n de Hong Kong como ventana abierta al mundo. Deng se comprometi¨® a preservar su singularidad. ¡°Lo que decimos lo cumplimos¡±, apostill¨®. Ahora corre peligro. Incluso buena parte de la sociedad continental no entiende de qu¨¦ se quejan los hongkoneses, a fin de cuentas, ellos gozan de ¡°privilegios¡± que a la mayor¨ªa le son negados. Y por si fuera poco, protestan. Que en dicho contexto se alcen voces reclamando la implantaci¨®n de un solo sistema (al igual que la eliminaci¨®n de las autonom¨ªas de las nacionalidades minoritarias), no es de extra?ar. ?Renunciar¨¢ China a su compromiso? En la situaci¨®n actual, ni las condiciones poco democr¨¢ticas del colonialismo brit¨¢nico le pueden servir de ayuda ante una generaci¨®n de j¨®venes muy movilizados que no vivi¨® esa ¨¦poca.
Pero la iniciativa para favorecer las extradiciones no es un hecho aislado. Otras propuestas abundan en la idea de atar en corto Hong Kong al continente. Ya hablemos del tren de alta velocidad inaugurado el a?o pasado y que conecta al exenclave brit¨¢nico con 44 ciudades chinas, o el nuevo puente sobre el delta del r¨ªo de las Perlas que une Hong Kong a Macao y Zhuhai, un asombroso ejemplo de la ingenier¨ªa civil china, se enmarcan en el proyecto de la Gran Bah¨ªa de Zhuhai, que Pek¨ªn ans¨ªa convertir en una gran ¨¢rea econ¨®mica pero tambi¨¦n m¨¢s homologable en lo pol¨ªtico. Estos proyectos anclar¨¢n a Hong Kong en el continente hasta diluirlo. Las diferencias econ¨®micas que en su d¨ªa pudieron servir de justificaci¨®n para admitir un estatus especial, pronto perder¨ªan su raz¨®n de ser.
Probablemente Pek¨ªn ha cometido un enorme error de c¨¢lculo al no calibrar la capacidad de indignaci¨®n pol¨ªtica de los hongkoneses
Probablemente Pek¨ªn ha cometido un enorme error de c¨¢lculo al no calibrar la capacidad de indignaci¨®n pol¨ªtica de los hongkoneses. Pero tambi¨¦n en el exterior se ha cometido otro error similar, al considerar irremediable que el continente evolucionar¨ªa hacia la adopci¨®n de un modelo similar al vigente en Hong Kong. El Gobierno central no cejar¨¢ en su empe?o para promover un amorfismo centrado en la mejora general de vida, al margen de las peripecias pol¨ªticas mientras avanza su mayor control de forma sostenida.
La percepci¨®n no ya de ausencia de progresos sino de una lenta erosi¨®n de ciertos derechos b¨¢sicos afea a China en su propia casa e internacionalmente, cundiendo la duda acerca de sus intenciones ¨²ltimas a prop¨®sito del rechazo de las experiencias liberales. Sobre Hong Kong ejerce una soberan¨ªa indiscutible, pero no debiera pasar por alto que el eco de sus acciones y de su impaciencia trasciende su territorio inmediato. Y en un momento en que se le se?ala con el dedo por las m¨¢s diversas razones, un torpe manejo de este asunto dando rienda suelta a las posiciones m¨¢s hostiles, ignorando los anhelos expresados por miles de personas contra las derivas autocr¨¢ticas, pudiera depararle mayores costos de los estimados. Y no solo en t¨¦rminos de imagen global.
Dos personas pueden dormir en la misma cama y no compartir el mismo sue?o, dice un refr¨¢n chino. El arraigo de las convicciones democr¨¢ticas en Hong Kong no debiera infravalorarse, so pena de agrandar el foso que separa a significados sectores sociales del resto del continente. Nadie puede discutir que Hong Kong sea parte de China, pero a los hongkoneses les preocupa que el sue?o chino suponga una merma en sus derechos fundamentales. No reniegan de su pertenencia a la etnia china, pero pol¨ªticamente se sienten diferentes y desmienten con su protesta la propagada m¨¢xima de que esos derechos que estimamos universales deben ser tamizados a la luz del relativismo cultural.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China.
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