Jugar con fuego
La pregunta que ronda a muchas urbes situadas en lugares c¨¢lidos es si llegar¨¢ un momento en que no se pueda salir sin achichararse
El clima del siglo XXI pod¨ªa definirse por una palabra: imprevisibilidad. Las estaciones no han cambiado, hace calor en verano y fr¨ªo en invierno, pero s¨ª se han descontrolado. Alaska padeci¨® al principio del verano una ola de calor: la capital del Estado, Anchorage, vivi¨® el 4 de julio la temperatura m¨¢s alta desde que existen registros, 32,2 grados, casi diez grados por encima de la media en esta ¨¦poca del a?o y tres por delante del anterior r¨¦cord. Se agotaron los ventiladores y, lo que es mucho m¨¢s grave, se desataron incendios forestales. En Siberia ocurri¨® lo mismo el a?o pasado: calor y fuegos.
La coletilla ¡°desde que existen registros¡± se repite en las informaciones sobre fen¨®menos clim¨¢ticos, en las altas temperaturas nocturnas alcanzadas en Segovia en junio, en las lluvias torrenciales que padeci¨® Navarra o en la mezcla de diluvio y tornados que ha provocado seis muertos en Grecia. El problema est¨¢ en saber d¨®nde se encuentra el l¨ªmite, en qu¨¦ momento las riadas o las temperaturas dejar¨¢n de ser soportables.
La ciudad estadounidense de Phoenix, en pleno desierto de Arizona, comenz¨® a crecer exponencialmente ¡ªsu ¨¢rea metropolitana alberga a cuatro millones de habitantes y encabeza el crecimiento demogr¨¢fico de EE?UU¡ª gracias a la generalizaci¨®n del aire acondicionado, porque antes en verano hab¨ªa que ser muy duro y estar muy aclimatado para soportar las temperaturas. M¨¢s all¨¢ del disparate de basar el desarrollo de una ciudad en el consumo masivo de recursos escasos, agua y energ¨ªa, la pregunta que ronda a muchas urbes situadas en lugares especialmente c¨¢lidos es si llegar¨¢ un momento en que no se pueda salir a la calle sin achicharrarse (literalmente).
La temperatura m¨¢s alta alcanzada en la Tierra ronda los 54 grados, a la que se ha llegado en varios sitios (Pakist¨¢n, Kuwait, Ir¨¢n, California), en la mayor¨ªa de los casos recientemente. En Phoenix, con un pico de calor de 47,8 grados en 2017, tuvieron que suspenderse los vuelos porque las pistas no eran practicables. En la mayor¨ªa de las olas de calor que padece Europa el term¨®metro no sube de los 45 grados (el r¨¦cord absoluto en Espa?a est¨¢ en 47,3). No resulta f¨¢cil imaginar casi diez grados m¨¢s. La humanidad est¨¢ jugando con fuego, nunca mejor dicho.
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