Desastres playeros que somos incapaces de solucionar despu¨¦s de 50 a?os de turismo
La ciencia avanza, la tecnolog¨ªa despunta y el hombre cambia, pero esa experiencia de ir a pasar un d¨ªa a la playa sigue presentando los mismos inconvenientes que hace cincuenta a?os
La playa, as¨ª, en general, es el destino so?ado de millones de espa?oles cada verano. Las zonas tur¨ªsticas con m¨¢s pernoctaciones en 2017, seg¨²n datos del INE, fueron tres islas canarias, la Costa Blanca y la Costa del Sol, o sea, cinco destinos donde la playa y el mar desempe?an un papel predominante. Nos gusta la experiencia, eso est¨¢ claro, y adem¨¢s cuenta con las ventajas que el agua salada da a la piel y las vitaminas que aporta el sol (al que siempre hay que exponerse con precauci¨®n, claro).?
S¨ª, hay arena por todas partes. En eso consist¨ªa esto, ?bienvenido a la playa! La arena se quedar¨¢ en sitios de tu cuerpo que ni sab¨ªas que exist¨ªan y, si te toca un d¨ªa de viento (?hola, playas de C¨¢diz!) puedes seguir encontrando granitos una semana despu¨¦s
Sin embargo, la playa tambi¨¦n es un sitio donde uno se llena de arena, se abandona todo principio est¨¦tico, est¨¢ obligado a compartir terreno con desconocidos que en algunos casos pueden ser muy pesados y, adem¨¢s, se enfrenta a una serie de problemas que, pese a los avances en la tecnolog¨ªa, los paquetes tur¨ªsticos y la infraestructura de los pueblos costeros, contin¨²an inamovibles como las rocas de la orilla.?
?Qu¨¦ hago con mis pertenencias?
Todav¨ªa no hemos perfeccionado una t¨¦cnica para ir a ba?arnos o a dar un paseo por la orilla sin miedo a que alguien se lleve nuestras pertenencias. A menos que uno tenga su casa cerca o est¨¦ en un complejo hotelero con playa incluida al que se puede ir libre de cargas, es habitual que llevemos encima el tel¨¦fono m¨®vil, la cartera para pagar la paella en un chiringuito cercano y las llaves del coche. A?o tras a?o seguimos con la cantinela de pedir a un miembro de la familia o del grupo de amigos que se quede vigilando o pedir esa tarea a alg¨²n amable desconocido que se encuentre en una toalla cercana.
Una posible soluci¨®n: las fundas impermeables que se cuelgan del cuello son una soluci¨®n para poder ir a darse un ba?o llev¨¢ndose las cosas m¨¢s importantes (m¨®vil, dinero y llaves) encima. En general, la cartera sobra en la playa: ll¨¦vese el dinero en efectivo que vaya a necesitar y, en caso de hurto, no tendr¨¢ que pasar por el engorroso proceso de anular y renovar todas sus tarjetas.
La bella arena, la molesta arena
S¨ª, hay arena por todas partes. En eso consist¨ªa esto, ?bienvenido a la playa! La arena se quedar¨¢ en sitios de tu cuerpo que ni sab¨ªas que exist¨ªan y, si te toca un d¨ªa de viento (?hola, playas de C¨¢diz!) puedes seguir encontrando granitos una semana despu¨¦s. La arena se queda en las gafas de sol, en los recovecos del tel¨¦fono m¨®vil, entre las p¨¢ginas de la novela que est¨¢s leyendo y en tu ropa y complementos. Esto que t¨² consideras un drama es, para otros, un bonito souvenir: encontrar esa arena un mes despu¨¦s en los zapatos te recuerda que estuviste all¨ª y lo feliz que fuiste.
?Est¨¢ el agua demasiado fr¨ªa o demasiado caliente? Encontraremos aqu¨ª, nacionalmente, a dos equipos: los de la costa del Atl¨¢ntico y los de la costa del Mediterr¨¢neo
Una posible soluci¨®n: de nuevo, ir ligero. La ropa sencilla y lisa y un calzado de quita y pon (?no vayas con zapatos a la playa!) har¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil la tarea de quitarnos todo eso de encima. Adem¨¢s, en las principales playas de las zonas tur¨ªsticas de Espa?a hay duchas para el cuerpo y grifos bajos para eliminar los granitos que se nos hayan pegado a los pies. Para los d¨ªas de m¨¢s viento se hacen muy ¨²tiles los llamados paravientos de playa, una especie de tienda de campa?a de estructura mucho m¨¢s sencilla que se pone en direcci¨®n contraria al viento para resguardarnos del aire y, de paso, del sol. Ideal para meter a los ni?os en las horas de m¨¢s calor y para echarnos una buena siesta dentro.
Leer es sexi (pero complicado)
Un buen libro y una buena playa. La frase es tan t¨ªpica que ya ha pasado a ser axioma de Instagram. Pero no es tan f¨¢cil como parece. La luz intensa del sol reflejada en esas p¨¢ginas tan brillantes y blanquitas hace complicado tomar el sol a la vez que leer. Las posturas de playa (normalmente, una toalla sobre la arena) no ayudan a nuestro cuello. Y si lo que queremos leer es el peri¨®dico, ya directamente debemos opositar: el viento y la arena hacen a menudo imposible esa tarea. As¨ª que en este caso s¨ª hay que tirar de tecnolog¨ªa (un libro electr¨®nico es tu mejor amigo en viajes de playa) y de complementos (necesitar¨¢s unas gafas de sol, no hay duda).
Una posible soluci¨®n: deja la lectura para debajo de la sombrilla. Ser¨¢ un buen momento, adem¨¢s, para evitar el sol en esas horas de m¨¢xima exposici¨®n en la que se recomienda estar a la sombra. Por otro lado, una buena silla de playa ser¨¢ tu mejor amiga no solo para la comodidad de tu espalda, sino para una lectura agradable. Si tiene reposabrazos, mejor.
El (gran) momento del cambio
Ante un ba?ador mojado hay dos opciones: esperar pacientemente a que se seque para irse o ponerse ropa seca para volver a casa tras una jornada de playa. Aqu¨ª llegamos a un punto delicado: dado que la caseta de playa se ha quedado como un elemento antiguo y meramente decorativo presente en pocas playas, se impone cambiarse haciendo malabarismos con la toalla para no ense?ar m¨¢s de lo que uno desee. Y, si est¨¢s fuera de Espa?a, de lo que permita la ley (en Espa?a el nudismo no es ilegal en ninguna playa, aunque se suele mantener una actitud respetuosa y se practica en naturismo en calas m¨¢s rec¨®nditas o playas especialmente dedicadas a ello).?
La playa tiene un efecto m¨¢gico sobre cierta parte de la poblaci¨®n: como est¨¢n relajados, creen que est¨¢n solos. Y no hay nada que estrese m¨¢s tener alguien relajado al lado
Una posible soluci¨®n: olv¨ªdate de pedir a nadie que te sujete la toalla y mucho menos de montar un improvisado chiringuito pidiendo las toallas de todas tus amistades. La clave est¨¢ en la rapidez: envu¨¦lvete la toalla, s¨¢cate tu ba?ador mojado y ponte el ba?ador limpio. Y si la tarea se revela imposible, apela a la desnudez por diez segundos y s¨¢cate directamente el mojado para ponerte el seco. Llamar¨¢s mucho menos la atenci¨®n que reptando por la arena como una serpiente atascada en una toalla de rayas blancas y azules. ?Naturalidad ante todo!
Ni fr¨ªa ni caliente
La temperatura del agua y su idoneidad para darse un ba?o es un asunto tan subjetivo y personal como la potencia del aire acondicionado en el trabajo. ?Est¨¢ demasiado fr¨ªa o demasiado caliente? Encontraremos aqu¨ª, nacionalmente, a dos equipos: los de la costa del Atl¨¢ntico y los de la costa del Mediterr¨¢neo. Los primeros est¨¢n acostumbrados a sus playas enormes, vac¨ªas y con aguas casi siempre congeladas. Los segundos reivindican sus playas llenas de vida y con unas aguas m¨¢s c¨¢lidas que atraen m¨¢s a los alemanes, ingleses, daneses y suecos. Los primeros dir¨¢n de los segundos que se ba?an en caldo, los segundos dir¨¢n de los primeros que no entienden c¨®mo no sufren hipotermias ba?¨¢ndose en ese oc¨¦ano glacial.
Una posible soluci¨®n: si este dilema ocurre dentro de la familia lo mejor es dividirse los destinos y que cada uno disfrute de su tipo de playa favorita. O, en el peor de los casos, obviar el mar e irse a una piscina cuya temperatura se pueda regular a gusto de todos. Y para los aventureros atl¨¢nticos que, por cosas de la vida, se encuentren encerrados en una playa mediterr¨¢nea, un consejo: si se mete un poco mar adentro, siempre con precauci¨®n y un amigo flotador, la temperatura baja notablemente. ?De nada!
Hola, aceptaci¨®n
En un mundo de filtros, de alzas, de relleno, de fajas, de contouring y de barrigas metidas hacia dentro para la foto la playa se revela como el ¨²ltimo basti¨®n de la verdad anat¨®mica de todos nosotros. A la playa se va con la cara lavada, con el viento azotando nuestro pelo hasta convertirnos en un doble de Donald Trump y con un ba?ador que no puede cubrir esa tripa blanquecina y generosa de la que probablemente te averg¨¹enzas el resto del a?o (o no, ?bien por ti en ese caso!). Todo esto es un ejercicio de dignidad, autoaceptaci¨®n y celebraci¨®n de nosotros mismos muy necesario en la era de la perfecci¨®n est¨¦tica de Instagram. Bienvenidos a la realidad.
Muchos se pelean ya a la hora de elegir playa, pues las playas son como los zapatos: los que eliges dicen casi todo de ti
Una posible soluci¨®n: es complicado apuntar soluciones a algo que no es un problema. Que tu cuerpo no sea como el de un anuncio no es un problema. En todo caso, si te toca espacio en la arena justo al lado de un equipo mixto de nataci¨®n sincronizada y sus cuerpos de esc¨¢ndalo te hacen sentirte peque?ito e insignificante en tu tumbona, mu¨¦vete hacia un ¨¢rea donde haya gente con cuerpos variados y diversos. Ah¨ª ser¨¢s solo un punto m¨¢s en el cosmos de la normalidad.
Y de repente, la discusi¨®n
El t¨®pico reza que si quieres mantener a tus amigos, no vayas de viaje con ellos y si quieres mantener a tu pareja no pises IKEA junto a ella. Pero tendemos a olvidarnos de uno de los lugares m¨¢s propensos a la discusi¨®n: la playa. El desencuentro puede empezar antes incluso de pisar la arena. Muchos se pelean ya a la hora de elegir playa, pues las playas son como los zapatos: los que eliges dicen casi todo de ti. Es muy probable que en la elecci¨®n uno ya haya claudicado. El de la playa urbana va a perder frente al de la playa salvaje, pues sus argumentos casi siempre son m¨¢s rom¨¢nticos. El primero es un turista, el segundo, un viajero. M¨¢s o menos. Una vez sobre la arena las posibilidades de que esto termine siendo m¨¢s complicado que armar un gobierno de coalici¨®n en Espa?a son enormes. Uno siempre piensa que alguien debe quedarse guardando las cosas; el otro prefiere pedirle el favor a los de al lado y que las vigilen. Uno siempre quiere ponerse pegado al mar; el otro opta por mantenerse a una distancia prudencial de este. Y sobre todo, salvo en casos de fuerza mayor, jam¨¢s se ha visto a dos personas que coincidan en la hora en que hay que irse de la playa.
Una posible soluci¨®n: No existe. La ¨²nica que se nos ocurre es ir a la playa solo. E incluso en esas es muy probable que uno acabe pele¨¢ndose consigo mismo al darse cuenta de que se ha colocado demasiado cerca del mar, no puede ba?arse porque le da miedo que le roben y, ya que ha ido hasta all¨ª, acaba qued¨¢ndose mucho m¨¢s tiempo de que realmente le apetec¨ªa.
Distancia de seguridad
A nadie, exceptuando masoquistas y mirones, le agrada hacinarse en una playa. Pero es agosto y esto es Espa?a. Las posibilidades de que, independientemente de la hora en que se aposte en la arena, termine teniendo que sortear sombrillas, castillos de arena, toallas o algunas personas humanas ¨Cy otras no tanto¨C para alcanzar el mar son enormes. Incluso si te colocas en la parte menos amable de la playa, alguien decidir¨¢ emplazarse cerca de ti, tan cerca como para que escuches sus conversaciones, su m¨²sica y hasta huelas su bronceador. La playa tiene un efecto m¨¢gico sobre cierta parte de la poblaci¨®n: como est¨¢n relajados, creen que est¨¢n solos. Y no hay nada que estrese m¨¢s tener alguien relajado al lado. Podemos, pues, ser todo lo prudentes que queramos, apartarnos hasta casi colocarnos debajo de las redes de las pistas de voley playa o a pie de mesa de chiringuito. Podemos incluso encaramarnos a una roca. Podemos correr, pero jam¨¢s podremos huir.
Una posible soluci¨®n: Una ser¨ªa irse a Maldivas, pero suponiendo que el presupuesto no alcance, existe otra m¨¢s econ¨®mica, aunque, como casi todas las soluciones de bajo coste, resulta en ocasiones da?ina para la salud y el tiempo. Ah¨ª vamos: siempre hay alguien que conoce a alguien que conoce una cala medio abandonada y desconocida. Casi siempre son leyendas urbanas, y cuando no, son leyendas populares, llenas hasta los topes de gente que ha huido de la gran playa masificada para masificar la peque?a cala. En fin, m¨¢s que una cala, un campo de refugiados. A veces, muy de vez en cuando, su existencia y su aspecto paradis¨ªacos son ciertos. Si no le apetece el riesgo y, simplemente, cual socialdem¨®crata, prefiere tratar de hacer m¨¢s humano el cruel sistema imperante, piense que jam¨¢s debe colocarse suficientemente cerca de alguien como para que su sombra pise la toalla ajena. Deje un pasillo de seguridad para facilitar la evacuaci¨®n de sus vecinos hacia el mar. Utilice cascos para la m¨²sica. Si va con ni?os, asuma que a alguien le van a molestar ¨Cno va a poder convertirlos en seres civilizados este mes de agosto¨C y no tema pedir perd¨®n. Y si se acercan mucho a usted, respire hondo y cuente hasta septiembre.
Y despu¨¦s de la playa, ?qu¨¦?
Uno de los mayores problemas a los que una persona se enfrenta es a su aspecto tras pasar el d¨ªa en la playa. Se ha visto a gente de madrugada en bares a¨²n con la toalla y los pies llenos de arena en un estado de severa embriaguez Se han avistado turistas tratando de entrar en un museo con sombrillas y aftersun. Se comenta que incluso en restaurantes con estrella Michelin se han topado con grupos de personas que, directas desde la playa, han aparecido a sus puertas dispuestas a engullir el men¨² degustaci¨®n dejando el flotador sobre el carrito de los postres. Entrar en la playa es prometedor, estar en ella acostumbra a no cumplir expectativas, pero es salir de ella ¨Ccomo bien saben el Gobierno Brit¨¢nico y la Uni¨®n Europea¨C lo que mayor dolor de cabeza provoca.
Una posible soluci¨®n: Lo ideal es ir directo de la playa a su ducha. Cambiarse, hidratarse y volver a ser persona. Solo entonces, uno puede considerar salir a tomar algo, o incluso abandonarse a una cena en un lugar que tiene incluso manteles. Si eso no es posible, y se va una pasar un pu?ado de horas a¨²n con la ropa y las secuelas playeras encima, lo m¨¢s sensato es no alejarse de la arena m¨¢s de 100 metros. Sin estar aseado, aventurarse m¨¢s all¨¢ de la zona de influencia playera est¨¢ feo. Tambi¨¦n existe la opci¨®n de bajar a la playa con ropa extra, suficientemente decente como para ser admitida en un local bajo techo, pero tampoco muy suntuosa, pues va a pasarse muchas horas en una bolsa y va a ser vestida sobre una piel no exactamente pulcra. Con unas zapatillas, una bermudas decentes y una parte superior con alg¨²n bot¨®n, ya se nos legitima para adentrarnos en la civilizaci¨®n.
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