Desconcierto imperial
A Trump le debe estar rondando por la cabeza un desconcierto parecido al de Augusto: es incre¨ªble que esas tribus de Venezuela se empecinen en no sublevarse contra el tirano Maduro
Estamos a finales del primer siglo antes de Cristo y en Roma gobierna Augusto. Es el tiempo de las guerras c¨¢ntabras, en las que el Imperio romano quiere someter y esclavizar a las tribus que viv¨ªan en parte de la cornisa cant¨¢brica. Esas guerras duraron diez a?os, del 29 al 19 a. C. Fueron tan complicadas para los romanos que el propio Augusto viaj¨® hasta el lugar para dirigir las operaciones. Cuentan los historiadores que en una reuni¨®n con sus generales, Augusto se mostr¨® desconcertado por la actitud de sus adversarios: era incre¨ªble que estas tribus se resistieran tan obstinadamente a recibir y disfrutar los beneficios del Imperio.
Es decir, para Augusto, el Imperio no conquistaba, destru¨ªa, esclavizaba, somet¨ªa, sojuzgaba. El Imperio era una panacea que llevaba bienestar, progreso, orden, ciencia, cultura y felicidad a los pueblos conquistados por sus legiones. Pues bien, a Trump le debe estar rondando por la cabeza un desconcierto parecido al de Augusto: es incre¨ªble que esas tribus de Venezuela, a las que estamos sometiendo a unas privaciones salvajes, se empecinen en no sublevarse contra el tirano Maduro, se resistan a que les liberemos y les llevemos democracia junto con un mont¨®n de ayuda humanitaria, progreso, orden y otras ventajas del Imperio. Les ofrecemos de todo y se obstinan en no recibirlo. ?Est¨¢n locos! El fracaso del 30 de abril sumi¨® en el desconcierto al emperador. Sus generales estaban convencidos de que la rebeli¨®n prender¨ªa expulsando al usurpador. Pero no fue as¨ª. La exigua afluencia de manifestantes en apoyo del alzamiento militar, y la insuficiencia de las masivas concentraciones antichavistas de los dos ¨²ltimos decenios, demostraron que la informaci¨®n de Washington sobre Venezuela es incompleta, cuando no err¨®nea en aspectos fundamentales.
El levantamiento popular que hubiera debido ser definitivo no se produjo pese a las promesas de un nuevo pa¨ªs y de una pr¨®spera democracia. Los descamisados del Orinoco a¨²n sospechan que las referencias del Imperio a la libertad y la democracia plena son leyendas para lerdos, y que su verdadero prop¨®sito es imponer la pax romana para nombrar c¨®nsules y recuperar el control de la principal reserva mundial de crudo. Esas personas que tan tercamente permanecen al margen de los tambores de guerra procesan una opi¨¢cea contabilidad: antes de Ch¨¢vez el 70% de los ingresos petroleros era para los ricos y el 30% para los pobres, y con Ch¨¢vez, al rev¨¦s: la parte del le¨®n para los pobres.
Pareciera que los imperios conquistan solo para repartir bonanza sin condiciones, pero la historia los coloca en el lugar que les corresponde. Quiz¨¢s por eso, las tribus venezolanas todav¨ªa prefieren lo malo conocido a la alternativa imperial. Digo todav¨ªa, porque el hambre no trabaja para los sitiados, sino para los sitiadores y cuando el hambre triunfa solo quedan dos salidas: la inmolaci¨®n o la capitulaci¨®n.
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