El rey del juego

La partida pudo haber sido de p¨®ker descubierto, con el dominio psicol¨®gico como elemento decisivo, pero su desarrollo encaja mejor en un enfrentamiento sobre el tablero de ajedrez. Los t¨¦rminos del conflicto eran claros. Cooperaci¨®n PSOE-Podemos como en fecha reciente, frente a demanda de participaci¨®n privilegiada. Dada la asimetr¨ªa de los resultados electorales, hab¨ªa un antecedente: cuando el socialista Mitterrand venci¨® en las elecciones presidenciales de 1981, integr¨® a varios ministros del PCF en puestos t¨¦cnicos, l¨®gicamente eludiendo la presencia de su l¨ªder Georges Marchais.

M¨¢s informaci¨®n

S¨¢nchez no logra la investidura al primer intento

Calvo defiende su oferta a Podemos y confirma una vicepresidencia para Montero

Pablo Iglesias rechaz¨® tal oferta y prefiri¨® plantear un ¨®rdago, sirvi¨¦ndose de la importancia de su voto. Prefiri¨® mantenerse inm¨®vil, ante el triunfalismo de Pedro S¨¢nchez, y representar el papel de socio unitario humillado. Habl¨® de cesiones propias inexistentes, invirtiendo la imagen de su intransigencia real de cara a la opini¨®n. As¨ª fue imponiendo su juego sobre el adversario, hasta el momento en que ¨¦ste decidi¨® romper el cerco pasando al ataque, con su jaque a Iglesias, el veto. ?ste respondi¨® con una h¨¢bil entrega de calidad, de la propia Reina (¨¦l), pasando a atacar de inmediato sobre el vac¨ªo dejado, poni¨¦ndose al borde del jaque mate. Iglesias se convert¨ªa en el m¨¢rtir de la democracia, v¨ªctima de un censurable veto, y legitimaba sus desaforadas aspiraciones de presencia gubernamental, proporcional a sus votos.

Una falsa evidencia m¨¢s de su marca de f¨¢brica, porque estamos en una democracia representativa. As¨ª su pretensi¨®n de dominio sigue intacta. Ni siquiera tuvo Iglesias ante la investidura el valor intelectual de examinar el programa de gobierno presentado por S¨¢nchez. Enumer¨® pol¨ªticas de origen propio, justificativas de que Podemos formara parte del Gobierno, pasando por alto que S¨¢nchez las hab¨ªa descrito con mucho mayor detalle en su discurso program¨¢tico.

Las razones para el planteamiento del socialista no exist¨ªan: eran simples ¡°excusas¡±, frente a demandas indiscutibles. Pedro S¨¢nchez dejaba de existir, salvo como obst¨¢culo a las verdades como pu?os de Iglesias. Siempre en nombre de un ¡°respeto¡± que no conced¨ªa al otro. En tales circunstancias, desde el punto de vista del socialismo, coalici¨®n equival¨ªa a rendici¨®n.

Lo asombroso es que ante el despliegue discursivo de Iglesias desde el 26-M pueda hablarse de equilibrio en responsabilidades. La mayor¨ªa de los comentarios ¡°equidistantes¡± ignoran la secuencia del episodio. Los sucesivos retrocesos del PSOE est¨¢n ah¨ª, lo mismo que el muro de intransigencia de Podemos, su obsesi¨®n por acceder al poder gubernamental, sin que la cuesti¨®n del programa intervenga para nada. Iglesias la mencion¨® solo marginalmente, igual que negativas del PSOE al conceder ministerios, traicionando el secreto y, qui¨¦n sabe, falseando los datos. No se trata de una oferta de alianza, sino de un asedio. Vencedor.