Romper el hechizo

Hay una cuesti¨®n en la que tanto liberales como populistas coinciden. Ambos desconf¨ªan de los consensos. Los liberales creen que hay conflictos ¨¦ticos y materiales inevitables y por eso defienden el gradualismo frente al maximalismo. Sostienen que en sociedades democr¨¢ticas y plurales solo existen las soluciones incompletas. Los populistas, por su parte, defienden una concepci¨®n schmittiana de lo pol¨ªtico, donde se resaltan el conflicto y las categor¨ªas amigo y enemigo. Creen que la democracia representativa, en vez de canalizar los conflictos sociales, los oculta. Por eso suelen desconfiar de ella.

Tras la moci¨®n de censura en 2018, la izquierda espa?ola vivi¨® un momento de esperanza. Se abr¨ªa una nueva era progresista. Se extendi¨® la idea de que exist¨ªa una especie de acuerdo t¨¢cito o consenso de izquierdas. El surgimiento de la ultraderecha y la actitud hiperventilada del centroderecha ayudaron. Buena parte del electorado progresista se sum¨® a la resurrecci¨®n de un nuevo zapaterismo sentimental, incluido Podemos, que surgi¨® del 15-M durante el Gobierno de Zapatero y que en 2016 critic¨® el pasado ¡°manchado de cal viva¡± del PSOE. Socialistas y morados eran ¡°socios preferentes¡±. Los resultados del 28-A no hicieron m¨¢s que confirmar este relato. La suma de PSOE y Podemos se asum¨ªa como natural. La ilusi¨®n por esta posibilidad respond¨ªa menos a la realidad que al deseo de que, al fin, pudiera existir un entendimiento entre ambos partidos.

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EDITORIAL | Segunda vuelta

El fracaso de una ilusi¨®n

Pero realmente no exist¨ªa ese entendimiento, al menos en lo sustancial. Simplemente se entend¨ªan en cuestiones simb¨®licas y posmateriales. Hab¨ªa un consenso artificial en asuntos como el feminismo o la oposici¨®n a la ultraderecha. Desde la moci¨®n de censura, todo conflicto pol¨ªtico ha sido cultural, y en las cuestiones culturales siempre han coincidido. Esto foment¨® la idea del gran consenso progresista. La investidura del 25 de julio rompi¨® el hechizo. Cuando el contexto oblig¨® a ir m¨¢s all¨¢ del plano cultural, las diferencias de fondo entre ambos se hicieron visibles de manera radical, generalmente en cuestiones de Estado y econ¨®micas (basta se?alar lo que fuentes de Podemos aseguran que le dijo el PSOE: ¡°sois inquietantes para la CEOE¡±). Los socialistas han gobernado con presupuestos de derechas, han promovido una pol¨ªtica migratoria dura y han mantenido la reforma laboral que prometieron derogar. Vendieron mejor una ¡°sociolog¨ªa¡± progresista (dignidad, modernidad, vanguardia) que una pol¨ªtica de izquierdas. Roto el hechizo, volvi¨® un conflicto central entre PSOE y Podemos: ambos partidos se arrogan la representaci¨®n en exclusiva de la verdadera izquierda y aspiran a la anulaci¨®n del otro.

En la pol¨ªtica entendida simplemente como guerra cultural las cuestiones materiales no son visibles ni polarizan. El consenso entre la izquierda radical y la izquierda socialdem¨®crata era, en buena medida, simb¨®lico y artificial. Tienen raz¨®n liberales y populistas: detr¨¢s de los discursos grandilocuentes sobre el consenso hay a menudo conflictos latentes.