El relato del flagelo narco
Aunque trabajen esforzadamente por narcotizar la agenda para distraer a la opini¨®n p¨²blica del alud de verdades sobre el conflicto armado que empiezan a presentarse, un sinsentido permanece en el aire

El a?o entero escuchando el sonsonete. Uno a uno, los ¨²ltimos malditos siete meses:
¡°El narcotr¨¢fico es el mayor flagelo que azota a Colombia¡±, dice en cada ocasi¨®n que puede el senador Uribe, y detr¨¢s de ¨¦l Duque y el ministro de Defensa y la ministra del Interior y el partido de gobierno y repiten, a diestra y siniestra, los ac¨®litos de la m¨¢s siniestra confusi¨®n tramposa: aquella que quiere volver a empantanar el pa¨ªs en los relatos del orden p¨²blico del siglo XX; una confusi¨®n que convierte, las complejidades del negocio global de los estimulantes, en las parroquialidades falsas e hip¨®critas detr¨¢s del discurso ¡°pobres-nuestros-ni?os, ese-humo-que-les-llega-en-los-parques¡±.
La tragedia ¨ªntima de la adicci¨®n y su dimensi¨®n de salud p¨²blica; el consumo responsable, extendido, escondido y no gravado; la tierra quemada y las familias cocaleras en la pobreza resultado de la aspersi¨®n a¨¦rea con glifosato; la investigaci¨®n m¨¦dica, estigmatizada y truncada; los choques armados en regiones de Centro y Sudam¨¦rica entre ej¨¦rcitos de gente pobre al servicio de matarifes.
Un sin n¨²mero de ¨¢ngulos complej¨ªsimos, que exigen toda la inteligencia posible de parte de los ¨®rdenes del poder p¨²blico, reducidos a la macabra estrategia armamentista, aterrorizadora e ignorante ¨C¨Ccrasamente ignorante¨C¨C, de la guerra contra las drogas.
Pero, ?por qu¨¦ de nuevo ahora? ?por qu¨¦ si todos los saberes han probado su inoperancia? ?Por qu¨¦, una vez m¨¢s, un tipo de guerra planteada a partir del n¨²mero de hect¨¢reas sembradas, dirigida contra el eslab¨®n d¨¦bil de la cadena, y que siempre ha derivado en guerra contra la gente?
Ocurri¨®, por ejemplo, en toda la pantomima de indignaci¨®n del exfiscal Mart¨ªnez a ra¨ªz del caso Santrich, donde la posibilidad de un pu?ado de excombatientes de las FARC reincidiendo en el tr¨¢fico de coca¨ªna intent¨® hacerse pasar por la debacle absoluta de un proceso de paz que ha probado disminuir la violencia en las regiones. Santrich se vol¨® ¨C¨Cquiz¨¢ porque se sabe responsable¨C¨C, pero lo que produjo el escenario para que pudiera volarse y presentarse como perseguido fue justamente el abuso del exfiscal Mart¨ªnez del relato del narcotr¨¢fico con la intensi¨®n de torpedear las tareas de la justicia transicional.
Ocurri¨® en mayo en la rueda de prensa del err¨¢tico ministro Botero. Mientras no contestaba a las revelaciones hechas por el diario The New York Times, sobre esquemas de incentivos en las Fuerzas Militares que pod¨ªan volver a propagar las ejecuciones extrajudiciales, el ministro de Defensa condujo la mitad de sus respuestas al terreno c¨®modo de la agenda narcotizada: es el mayor flagelo que azota al pa¨ªs.
Ocurri¨® en las escalinatas del Palacio de Nari?o, cuando la ministra Guti¨¦rrez intent¨® alinear a los partidos independientes detr¨¢s de la causa fallida de objetar algunos art¨ªculos de la ley que reglamenta la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP): ¡°porque el narcotr¨¢fico¡±, repet¨ªa la ministra, sin articular otro sentido.
Ocurri¨®, ocurre ¨C¨Ces el n¨²cleo del sinsentido¨C¨C, en la papeleta retardataria propuesta por Uribe a finales de junio, cuando hizo ronda distractora de medios en respuesta al fracaso sostenido de su partido en materia de agenda legislativa y pol¨ªticas de gobierno. La papeleta, desde luego, ya actu¨® su propio olvido. Ahora, tras el pronunciamiento el 18 de julio de la Corte Constitucional sobre las aspersiones con glifosato, la actuaci¨®n del flagelo narco provendr¨¢ del Consejo Nacional de Estupefacientes, que ser¨¢ volcado de pies y manos en la justificaci¨®n t¨¦cnica de quemarle la tierra y la salud a los campesinos.
Y sin embargo¡
Aunque trabajen esforzadamente por narcotizar la agenda para distraer a la opini¨®n p¨²blica del alud de verdades sobre el conflicto armado que empiezan a presentarse ¨C¨Cen favor de la memoria y la consciencia de las v¨ªctimas¨C¨C; o para continuar acometiendo contra un proceso de paz que no les sirve porque la democracia no parece servirles ni cuando vencen en ella, un sinsentido permanece en el aire.
Si no un sinsentido, si no la ignorancia crasa y abominable, cuando menos una paradoja:
Narcotizar la agenda pol¨ªtica del pa¨ªs, ad portas de la tercera d¨¦cada del siglo XXI, es abiertamente parad¨®jico porque el invento inoperante de los Estados Unidos del siglo de Nixon ¨C¨Cla maldita guerra contra las drogas¨C¨C, quiere hacerse ocurrir en un momento en el que, la propia tierra de Nixon, produce y vende, hoy d¨ªa, por los circuitos ¡°legales¡±, las p¨ªldoras exactas ¨C¨Copioides tipo oxicodona y fentanilo¨C¨C que matan a sus ciudadanos.
Pero es parad¨®jico, sobre todo, por una raz¨®n incontestable: muchos individuos, cercanos al Centro Democr¨¢tico, incluso gente trabajadora de distintas regiones donde est¨¢n los cultivos ¨C¨Cvotantes probables del Centro Democr¨¢tico¨C¨C, est¨¢n de lleno en el negocio agr¨ªcola del futuro del cannabis de uso medicinal, una forma inteligente y rentable de tratar la complejidad de la qu¨ªmica humana.
Hablo del mism¨ªsimo Fabio Valencia Cossio, exministro del Ejecutivo de Uribe, nombrado en la Junta Directiva de Blueberries Medical en febrero de este a?o. Hablo de Jos¨¦ Manuel Restrepo, actual ministro de Comercio, Industria y Turismo, accionista de PharmaCielo. Hablo incluso del exfiscal Mart¨ªnez Neira, cuya firma de abogados, DLA Piper Mart¨ªnez Beltr¨¢n, dirigida ahora por su hijo N¨¦stor Camilo Mart¨ªnez Beltr¨¢n, es la firma que asesora a la propia PharmaCielo.
Hablo, para terminar, de las m¨¢s de 100 empresas de cannabis medicinal constituidas y en procura de licencias que actualmente configuran en Colombia una posibilidad de salir adelante, precisamente, del relato ignorante y retardatario seg¨²n el cu¨¢l el narcotr¨¢fico es, llana y simplemente, el mayor flagelo que azota a Colombia.
El sonsonete es tal porque as¨ª, como sonsonete, sintetiza y expande los miedos que el Centro Democr¨¢tico necesita despertar, de nuevo, de cara a las elecciones regionales de octubre.
El sonsonete se muestra como flagelo que azota porque flagelar es un verbo ¨C¨Ccat¨®lico¨C¨C que significa embates repetidos. Lo que el Centro Democr¨¢tico ofrece, con el relato del flagelo narco, es un pariente del miedo del terrorismo: no el miedo que interrumpe en su condici¨®n de sorpresa, sino el miedo que permanece, que embate de nuevo; un miedo que demanda actuar una soluci¨®n que no es una soluci¨®n porque todo ello es actuaci¨®n.
La tragedia de los ni?os y los campesinos colombianos no radica en que los pol¨ªticos los usen como excusa para embrutecer el c¨®digo de polic¨ªa y la acciones de pol¨ªtica agraria; la tragedia de esos ni?os y campesinos es el miedo calculado ¡ªtal y como tambi¨¦n opera el terrorismo¡ª que el partido de gobierno propaga en su hambre c¨ªclica de poder y sinsentido.
Juan ?lvarez es un escritor e investigador colombiano.
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