El individuo en la muchedumbre
Frente a quienes levantan muros, Nueva York celebra la mezcla
De todas las im¨¢genes de William Klein reunidas en Manifiesto, la exposici¨®n que se puede ver estos d¨ªas en la Fundaci¨®n Telef¨®nica Madrid en el marco de PHotoEspa?a, hay una que recoge una de las se?as de identidad m¨¢s potentes de Nueva York, la de la mezcla. En ella aparecen cuatro personas de cuatro razas distintas, dos mujeres y dos hombres, atrapadas en el barullo de las calles, cada una con su particular asunto a cuestas, cada una en sus cosas. Miran a distintos sitios, arrastran sus preocupaciones y sus urgencias inmediatas, comparten el mismo mundo.
La historia de Estados Unidos est¨¢ atravesada por una poderosa tensi¨®n entre dos fuerzas contrapuestas, la de incorporar a los que llegan de todas partes y la obsesi¨®n de algunos por mantener el control en manos de los m¨¢s poderosos, los blancos. Nueva York ha pasado por ser el s¨ªmbolo de la capacidad de Am¨¦rica para devorarlo todo y para exprimir el talento que tenga cada cual, proceda de donde proceda. La foto de Klein no es un mensaje almibarado sobre una realidad, la de la mezcla y la convivencia entre gente muy distinta, que a ratos puede ser conflictiva. Se limita a decir que ah¨ª, en Nueva York, lo lograron: estar juntos, y poder caminar por las calles cada cual pensando en lo suyo. Donald Trump est¨¢ en las ant¨ªpodas: Estados Unidos es de unos cuantos, y los dem¨¢s, ?que regresen a casa! Es lo que les ha dicho hace poco a cuatro diputadas del Partido Dem¨®crata. Frente a la riqueza de la mezcla, el muro que se levanta para proteger la identidad de los que se quieren m¨¢s fuertes.
Klein es uno de los fot¨®grafos m¨¢s incisivos y procede como un torbellino. La serie que dedic¨® a Nueva York lo hizo c¨¦lebre. Recorr¨ªa cada uno de sus rincones como una fiera hambrienta y atrap¨® una ciudad cargada de contradicciones, ca¨®tica, plet¨®rica de vida, sacudida por el af¨¢n de correr hacia adelante arrastrando a todos hacia un futuro cargado de esperanzas (o de destrucci¨®n). Inmensos edificios, letreros de todo tipo, zonas abandonadas, mugre. Y tambi¨¦n la luminosidad de los carteles, el descarado optimismo de las tiendas repletas de reclamos, los neones que celebran la vor¨¢gine del consumo. Nueva York aparece en las fotos de Klein como una criatura seductora que te arrastra. Se mueven los muchachos, se mueven las se?oras (con un poco m¨¢s de parsimonia), se mueven las amas de casa empujando sus carritos de la compra, un chaval te apunta con una pistola, un joven negro atraviesa la escena como un vendaval. Y cuatro personas de cuatro razas distintas coinciden en un punto cualquiera de la ciudad.
Klein lleg¨® a Alemania con las tropas de ocupaci¨®n al terminar la Segunda Guerra Mundial. Se instal¨® en Par¨ªs con veinte a?os. All¨ª aprendi¨® con Fernand L¨¦ger, profundiz¨® en los maestros del Renacimiento, estudi¨® a Mondrian y a los arquitectos del siglo XX. Empez¨® como un pintor abstracto y, en 1956, revolucion¨® la fotograf¨ªa con su libro sobre Nueva York. ¡°Disparaba sin apuntar, al buen tunt¨²n, exageraba el grano, el contraste, ampliaba con desmesura y, en general, pasaba el proceso fotogr¨¢fico por la batidora¡±, coment¨® de aquella ¨¦poca. Con sus ¡°puntos de vista europeos e instinto nativo americano¡±, como dec¨ªa, fotografi¨® despu¨¦s Roma, Mosc¨² y Tokio. Y se embarc¨® en m¨²ltiples trabajos en todos los registros. Su gran logro fue expresar como nadie el v¨¦rtigo del movimiento Y su lecci¨®n, la de haber buscado (y encontrado) a los individuos en el abigarramiento de la muchedumbre. Cada uno con su historia, cada uno con su soledad, todos iguales y cada uno distinto.
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