El segundo cerco
Pablo Iglesias ha convertido a Pedro S¨¢nchez en objeto de una continua erosi¨®n de imagen
Los buenos resultados electorales del PSOE en abril y mayo no significaron que su primac¨ªa se tradujese en la posibilidad de formar gobierno. Solo era posible un gobierno socialista, pero frente a ello las t¨¢cticas cruzadas de derechas e izquierdistas llevaron a una situaci¨®n de acorralamiento, tanto de Pedro S¨¢nchez como del sistema, dada la negativa de Iglesias a cualquier salida que no fuese la coalici¨®n. Y una coalici¨®n privilegiada donde viera reconocida la autonom¨ªa para desarrollar ¡°sus pol¨ªticas¡± en el gobierno de otro. Su ventaja era y es que la inmovilidad forzaba a S¨¢nchez a girar una y otra vez en torno a la roca pablista para lograr que alterase su posici¨®n a fuerza de concesiones.
En estas circunstancias, algunos comentaristas hicieron buena la estrategia de Iglesias, con ceguera voluntaria sobre el dato de que S¨¢nchez retrocedi¨®, nada menos que del monocolor a una participaci¨®n plural, con una vicepresidencia para la compa?era de Iglesias, la cual con su juventud, al margen de acreditar inteligencia y radicalismo verbal, ten¨ªa el expediente en blanco de cara al desempe?o de semejante cargo. Pero el L¨ªder solo aceptaba una victoria total y su no le priv¨® de ganar. Adem¨¢s su permanente campa?a desde abril sobre la propia voluntad de acuerdo y los riesgos de dejar libre a S¨¢nchez, convirti¨® a este en objeto de una continua erosi¨®n de imagen. As¨ª la opini¨®n p¨²blica opt¨® por la inversi¨®n de la realidad: mayoritariamente era S¨¢nchez el culpable de que el ¡°di¨¢logo¡± fracasara por no dar el ¡°oro y el moro¡± a Podemos.
No debe extra?ar, pues, que desde la investidura fallida, Iglesias no haya sentido necesidad alguna de modificar su posici¨®n. Intereses de la democracia como tal y de la propia izquierda carecen de valor para ¨¦l. Tampoco va a conmoverse por la exhortaci¨®n del rey, quien tal vez hubiese hecho mejor en afirmar sin m¨¢s la deseabilidad de una pronta soluci¨®n, sin insistir expl¨ªcitamente en un rechazo de la constitucional segunda vuelta, que con su menci¨®n se?ala involuntariamente con el dedo a quien la convoque.
Para Iglesias, cuenta solo ganar posiciones, culpabilizando al PSOE, para lo cual prefiere ocultarse detr¨¢s del permiso de paternidad, convertido en covada pol¨ªtica: deja el acoso a la ronda de subalternos que d¨ªa a d¨ªa repiten las censuras dictadas en torno a S¨¢nchez como en otro tipo de ronda, la del apuntillamiento. El ¨²nico problema es que mediante esta t¨¢ctica, como si no fuera suficiente la experiencia del pasado, toda confianza en Podemos carecer¨ªa de sentido. Solo le queda abierta a S¨¢nchez la v¨ªa de aceptar el ¡°di¨¢logo¡±, es decir, la rendici¨®n que evit¨® en el Congreso, o unas elecciones con votos pasados convertidos en abstenciones. Iglesias juega.
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