?Y ahora qu¨¦, Espa?a?
Las fuerzas de izquierda tienen una nueva tarea hist¨®rica: luchar por la defensa de la democracia desde la unidad program¨¢tica
Nunca pens¨¦ que un libro que publiqu¨¦ hace poco sobre la unidad de las izquierdas se volviese tan actual en Espa?a. Me refiero a Izquierdas del mundo, ?un¨ªos! (Icaria, 2018). Inspirado en la reciente experiencia portuguesa, en ¨¦l procuro responder a tres preguntas. ?Por qu¨¦ razones, a lo largo del siglo XX, siempre fue m¨¢s f¨¢cil para las fuerzas pol¨ªticas de izquierda unirse a las fuerzas de derecha para gobernar que a otras fuerzas de izquierda? ?Qu¨¦ hace tan importante en la coyuntura actual que las fuerzas de izquierda se unan? ?Qu¨¦ tipo de unidad se debe buscar sin que las diferentes fuerzas de izquierda pierdan su identidad?
Las razones de las divisiones vienen desde la Revoluci¨®n Francesa, pero las m¨¢s conocidas se remontan a las fracturas dentro del movimiento obrero de Europa Central en el periodo anterior a la I Guerra Mundial. Son fracturas que se presentan como divisiones entre nacionalismo e internacionalismo pero que apuntan a diferentes concepciones de socialismo y al uso de diferentes medios pol¨ªticos (electorales, revolucionarios) para alcanzar objetivos similares. Las diferencias siempre parec¨ªan m¨¢s importantes vistas desde dentro de las fuerzas de izquierdas que desde la perspectiva de sus oponentes. Por mucho que socialistas y comunistas se enfrentasen, cuando Hitler lleg¨® al poder no vio entre ellos diferencias que mereciesen un trato diferente. Los liquid¨® a todos.
Con el tiempo, las fracturas se condensaron en una fractura de horizontes: entre un horizonte poscapitalista o anticapitalista y un horizonte capitalista ¡°civilizado¡±, un capitalismo regulado por la democracia, un ¡°capitalismo democr¨¢tico¡±. Esta fractura tuvo una configuraci¨®n geopol¨ªtica espec¨ªfica. El horizonte poscapitalista continu¨® atrayendo a las clases populares en el mundo menos desarrollado, mientras que en Europa la idea del ¡°capitalismo democr¨¢tico¡± gan¨® un peso creciente, sobre todo despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Pero esta fractura existi¨® en el coraz¨®n de Europa hasta la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Hasta entonces, las fuerzas de izquierdas que apostaban por un horizonte de capitalismo democr¨¢tico se aliaban m¨¢s f¨¢cilmente con las fuerzas de derecha democr¨¢ticas que con las fuerzas de izquierda anticapitalistas. Con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn esta fractura parec¨ªa haber llegado a su fin. Las fuerzas de izquierdas anticapitalistas fueron impulsadas a transformar el horizonte pol¨ªtico del poscapitalismo en un horizonte civilizatorio. Las divergencias parec¨ªan ahora menos profundas (sobre las intensidades del capitalismo democr¨¢tico) y las alianzas, m¨¢s probables. Pero eso no es lo que sucedi¨® y el hecho de que las izquierdas todav¨ªa no se hayan dado cuenta de que lo que realmente ha sucedido est¨¢ en la ra¨ªz de las dificultades actuales para unirse.
Los maximalismos de pelear por puestos en el Gobierno no tienen sentido. Tiene sentido luchar por programas defendidos en el Parlamento
La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn signific¨® no solo el fin del socialismo de tipo sovi¨¦tico, sino tambi¨¦n el fin del capitalismo democr¨¢tico, o de la socialdemocracia. Si la Guerra Fr¨ªa hab¨ªa dado a la democracia la posibilidad de regular el capitalismo, con el fin de ella, y sin la necesidad de cambios constitucionales, el capitalismo pas¨® a regular la democracia. Los derechos sociales pasaron a considerarse insostenibles, el intervencionismo del Estado a considerarse perjudicial para el buen funcionamiento de la econom¨ªa. La democracia se convirti¨® en un bien pol¨ªtico condicional a defender siempre y cuando no perjudicase el desarrollo capitalista.
La situaci¨®n en la que se encuentra el mundo es nueva. El capitalismo y la democracia se est¨¢n volviendo incompatibles. La ola reaccionaria que atraviesa el mundo es la prueba m¨¢s visible, a pesar de que la raz¨®n m¨¢s profunda est¨¢ en la escandalosa desregulaci¨®n financiera que se alimenta de la concentraci¨®n de riqueza a cualquier precio. Hemos entrado en un periodo de luchas defensivas y la lucha m¨¢s b¨¢sica es la defensa de la democracia. En esta defensa no podemos contar con las fuerzas de derecha. Por m¨¢s democr¨¢tico que sea su discurso, siempre que en la pr¨¢ctica se vean obligadas a optar por m¨¢s democracia o por m¨¢s capitalismo, optan por m¨¢s capitalismo. Es por eso por lo que hoy un partido de izquierda dispuesto a gobernar con la derecha har¨¢ inevitablemente una pol¨ªtica de derecha. De ah¨ª la nueva tarea hist¨®rica de las fuerzas de izquierdas. Son las que de manera m¨¢s genuina pueden luchar por la defensa de la democracia y esta debe ser su nueva exigencia de unidad.
Dicha exigencia de unidad es pragm¨¢tica. Esto no implica que las fuerzas de izquierdas pierdan sus identidades o sus horizontes civilizatorios. Implica identificar lo que las une m¨¢s all¨¢ de lo mucho que las divide y considerar que ello es suficiente para la formaci¨®n de alianzas que defiendan la democracia. En estas condiciones, los maximalismos de lucha por puestos en el Gobierno no tienen sentido. Tiene sentido luchar por programas fuertemente defendidos en el Parlamento.
Boaventura de Sousa Santos es director em¨¦rito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra.
Traducci¨®n de Antoni Aguil¨®
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