De Merkel a Macron
La decisi¨®n sobre el FMI exhibe liderazgo franc¨¦s, pero es y debe ser compartido
La reciente nominaci¨®n de la vicepresidenta del Banco Mundial, Kristalina Georgieva, como candidata europea a dirigir el Fondo Monetario Internacional debe considerarse un logro personal del presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron. La excomisaria b¨²lgara era, en efecto, su candidata tapada desde antes incluso de empezar el baile de nombres.
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El grueso del cartapacio de los nuevos cargos comunitarios lleva principalmente impronta francesa. As¨ª, la nueva presidenta de la Comisi¨®n, Ursula von der Leyen, es tanto una delf¨ªn de la canciller Angela Merkel como un nombre sugerido por, o desde luego acordado con el entusiasmo de Par¨ªs. La nueva cabeza del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, no puede ser m¨¢s francesa. Y el nuevo titular del Consejo Europeo, el belga franc¨®fono Louis Michel, pertenece al mismo grupo liberal que el presidente de la Rep¨²blica.
Un pleno de logros como este nunca obedece en pol¨ªtica al mero azar. Porque adem¨¢s viene subrayado por la simult¨¢nea escasa cosecha lograda por la canciller en este paquete. La notoriedad del principal cargo en liza, el de la Comisi¨®n, no deja de constituir en parte un espejismo, porque la independencia del colegio de comisarios y la pluralidad de su composici¨®n dificultar¨¢n cualquier eventual intenci¨®n de primar los intereses inmediatistas o cortoplacistas alemanes.
Adem¨¢s, Merkel qued¨® maltrecha, al afrontar una rebeli¨®n de su propio partido, el PPE, contra el pacto inicial, que qued¨® desahuciado: algo ins¨®lito en los tres lustros en que ha marcado, para bien y para mal, la agenda europea. Y en los que ha ejercido un derecho individual de veto informal incluso en cuestiones que no se votan por unanimidad, sino por mayor¨ªa. La canciller inicia su etapa de pato cojo, menos relevante cada d¨ªa que pasa.
De modo que estas primeras decisiones de la legislatura hilvanan un hito: el del relevo en el liderazgo de la Uni¨®n, de Merkel a Macron. El presidente franc¨¦s muestra cualidades para el desempe?o. Dispone de un programa claro, ambicioso y publicitado. Alberga un proyecto pol¨ªtico notorio, y una audacia con pocos l¨ªmites. Y se sit¨²a en una cierta centralidad pol¨ªtico-ideol¨®gica.
Pero esos activos conllevan pasivos pesados: la econom¨ªa francesa carece de la potencia de la alemana, y sus finanzas p¨²blicas est¨¢n menos saneadas. La prestidigitaci¨®n diplom¨¢tica empleada por Macron en la confecci¨®n del cartapacio ha mostrado una lealtad limitada con los amigos, como Espa?a. Y la presidencia francesa no ha exorcizado a¨²n sus flaquezas internas, plasmadas en la protesta populista y violenta de los chalecos amarillos.
Macron no puede pues aspirar a liderar la UE al modo de Merkel ¡ªadicionalmente, m¨¢s discreto¡ª como si se tratase de un general De Gaulle redivivo, pero en clave europe¨ªsta. Hace ya tiempo que ni la locomotora Berl¨ªn-Par¨ªs puede hacerlo por s¨ª sola, en un club con cuantiosos y contradictorios socios.
Pero s¨ª puede y debe intentar configurar una complicidad colegiada efectiva. Que abarque por lo menos a Berl¨ªn, a Par¨ªs y a la Comisi¨®n ¡ªcomo en la ¨¦poca dorada de Fran?ois Mitterrand, Helmut Kohl y Jacques Delors¡ª. Y desde luego a otros socios relevantes, como Espa?a. La pr¨®xima defecci¨®n del Reino Unido y otras asechanzas del panorama internacional exigen una direcci¨®n de los 27 s¨®lida, plural y eficaz.
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