El crujido de la madera
La reforma controlada de un sistema con treinta a?os de rendimiento aceptable parece un capital pol¨ªtico que las izquierdas podr¨ªan exprimir tanto en clave nacional como europea
Fue un tanto enigm¨¢tico el silencio sobre Catalu?a en las fugaces y frustrantes negociaciones para la investidura de Pedro S¨¢nchez. Es posible que la omisi¨®n estuviese motivada por la imprevisible sentencia del Supremo sobre el proc¨¦s, y sin embargo no parece que una cosa debiese llevar necesariamente a la otra. Las cogitaciones de los magistrados y la delimitaci¨®n de las penas podr¨ªan correr en paralelo con la reflexi¨®n pol¨ªtica sobre los cauces de una negociaci¨®n que ser¨¢ inevitable. Tanto si la dureza de las penas dan a Quim Torra la oportunidad de convocar elecciones auton¨®micas tras disolver el Parlament (un poco m¨¢s) como si la sentencia virase menos a negro que a un gris diluido, la encrucijada catalana no se habr¨ªa movido del sitio y seguir¨ªa ah¨ª como aut¨¦ntico laberinto. Ni Pedro S¨¢nchez ni apenas Pablo Iglesias han abordado la cuesti¨®n cuando esa es una cuesti¨®n que pedir¨¢ el esfuerzo de lealtad pol¨ªtica m¨¢s alto. Al lado de Pablo Iglesias se sentaba Jaume Asens y en la Mesa del Parlamento se sienta Gerardo Pissarello, ninguno de los cuales ha descartado como instrumento pol¨ªtico la convocatoria de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n.
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La sentencia del Supremo ser¨¢ vivida por gran parte del?independentismo como una agresi¨®n del Estado
Las contraindicaciones de ese refer¨¦ndum parecen irrelevantes a una parte de la izquierda cuando me parece que puede llevar dentro aut¨¦ntico azufre civil. Su mera convocatoria puede ser el crujido que parta en dos el casco del barco e instale a la sociedad catalana en una fractura militante, excitada e hiperventilada por aceleramiento codicioso de las pasiones pol¨ªticas. La sentencia del Supremo, sea cual sea, jugar¨¢ contra la templanza o la cordura pol¨ªtica en la medida que ser¨¢ vivida por gran parte del votante independentista como una agresi¨®n del Estado. El culpable mayor no ser¨¢ el juez Marchena, como presidente del tribunal, sino Pedro S¨¢nchez como instigador de una sentencia revanchista o ejemplarizante. Si el sentido es el contrario, las cartas se invertir¨¢n, pero el efecto ser¨¢ el mismo: una sentencia moderada echar¨¢ al monte la santa c¨®lera de algunos para espa?olear a gusto.
Con ambas consecuencias descontadas, y sea cual sea la acritud de la respuesta de unos y de otros, sigue siendo preferible multiplicar los ¨¢ngulos para abordar una soluci¨®n que evite el enfrentamiento descarnado de catalanes entre s¨ª por la independencia. Que la ¨²ltima encuesta del CEO catal¨¢n haya dado la cifra m¨¢s baja de apoyo al independentismo de los dos ¨²ltimos a?os no deber¨ªa ser la enga?osa raz¨®n para apoyarlo ventajistamente. El peor adversario de este conflicto est¨¢ en la misma concepci¨®n binaria de una soluci¨®n pol¨ªtica. Vencedores y vencidos, partidos por en medio al d¨ªa siguiente del refer¨¦ndum, es el escenario m¨¢s siniestro para un problema que ha dejado de tener, para buena parte de la sociedad, textura econ¨®mica o incluso pol¨ªtica y ha cobrado una entidad pasional, un empuje visceral y una catadura argumental que desoye e inutiliza el debate, la discrepancia razonada o la mera discusi¨®n entre soluciones diversas. Una oferta binaria estrangula la complejidad social y pol¨ªtica y favorece una apuesta fundamentalmente emocional, como un ultim¨¢tum, como un combate de caballeros medievales esperando la soluci¨®n divina del choque de las lanzas. El discurso bandolero de Albert Rivera tambi¨¦n juega a alimentar la espiral del enconamiento como instrumento electoralista en el resto de Espa?a: no queda rastro en ese partido de la vocaci¨®n moderadora y liberal que impuls¨® sus afanes regeneradores de la pol¨ªtica en Espa?a. Sus soflamas huecas y su repertorio de banalidades falleras alimentan el bloqueo como modo de incrementar su porcentaje de voto a costa de la pacificaci¨®n civil de Catalu?a.
La soluci¨®n pol¨ªtica de Catalu?a ser¨¢ indefendible si?se percibe como una concesi¨®n o una claudicaci¨®n
La tremenda cr¨®nica que dispens¨® este peri¨®dico a trav¨¦s de Carlos E. Cu¨¦ y Jos¨¦ Manuel Romero sobre la frustrada investidura apenas ha reservado espacio a ese debate, como si de veras hubiera quedado excluida la acci¨®n futura de un Gobierno socialista en ese asunto, sea coaligado con su socio minoritario, sea respaldado program¨¢ticamente por ¨¦l (y cualquiera de las dos f¨®rmulas parece asumible, y eso parece creer tambi¨¦n Boaventura de Sousa Santos). Esa omisi¨®n aplaza o posterga la etapa caliente de la sentencia, un debate que, mientras tanto y sin otras calenturas que las atmosf¨¦ricas, podr¨ªa despejar el camino o descartar rutas indeseables antes de que llegue la tormenta de oto?o. Al menos podr¨ªa fraguar las bases de un relato de Estado para las izquierdas.
Alg¨²n tipo de consulta vinculante me parece ineludible, pero la quiebra en dos mitades que producir¨ªa un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n ser¨ªa dif¨ªcil de revertir. La exploraci¨®n, en cambio, de una consulta sobre puntos concretos y tangibles de calado reformista podr¨ªa ser una salida complementaria a otras medidas orientadas a retomar el potencial federalizante del Estado de las autonom¨ªas, anterior a la LOAPA, pero tambi¨¦n a visibilizar su pluralidad efectiva. La descentralizaci¨®n administrativa ha sido alt¨ªsima en los ¨²ltimos 40 a?os, pero lo ha sido menos una descentralizaci¨®n pol¨ªtica segura de s¨ª misma, sin recelos flagrantes o sin cartas marcadas y tramposas. Quiz¨¢ no sea forzoso desplazar el Senado a Barcelona, pero s¨ª pueda dar pistas de un nuevo tiempo de vocaci¨®n federal la dispersi¨®n de algunas instituciones relevantes hacia Sevilla, A Coru?a, Valencia, Zaragoza o Barcelona. La dispers¨®n institucional del Estado no restar¨ªa a Madrid capitalidad alguna y, en cambio, favorecer¨ªa la noci¨®n compartida de Estado, tanto en lugares sin conflicto territorial como en aquellos con importantes sectores desenganchados de Espa?a y, en buena medida, irrecuperables. El compromiso de votar en refer¨¦ndum acuerdos y reformas pol¨ªticas concretas, sumado a la defensa militante de cosas tan obvias y ¨²tiles como el Corredor Mediterr¨¢neo, por ejemplo, podr¨ªan fortalecer el relato de un proyecto de Estado sin activar la quiebra civil que provocar¨ªa la campa?a por el s¨ª y por el no a la independencia.
La soluci¨®n pol¨ªtica de Catalu?a ser¨¢ indefendible si se percibe como una concesi¨®n o una claudicaci¨®n del Estado, pero una redefinici¨®n del sistema auton¨®mico puede ayudar a asimilar la nueva realidad pol¨ªtica sin traumas ni dramatismos patri¨®ticos impostados. El motor o la causa eficiente habr¨ªa sido Catalu?a, pero la finalidad de esa reforma no puede ni debe ser apaciguar al independentismo. En realidad, es al rev¨¦s: las demandas reformistas de otras autonom¨ªas son numerosas y consistentes, y algunas de ellas parecidas a las de Catalu?a. Aunque el independentismo siga peleando leg¨ªtimamente por sus afanes, y pelee a su vez en sentido contrario el reaccionarismo espa?oleador, la reforma controlada de un sistema con 30 a?os de rendimiento aceptable parece un capital pol¨ªtico que las izquierdas podr¨ªan exprimir tanto en clave nacional como europea.
La probabil¨ªsima inhibici¨®n del Pa¨ªs Vasco pondr¨ªa de su parte la moderaci¨®n preventiva y hasta conciliadora de quienes no quieren comprometer su privilegiada situaci¨®n: ni proclives a la tensi¨®n rupturista ni a la pusilanimidad reformista. La oportunidad de un Gobierno de izquierdas en cualquiera de sus versiones parece verdaderamente ¨²nica, si alg¨²n d¨ªa leva anclas por fin.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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