Brasil vive un clima de prenazismo mientras la oposici¨®n enmudece
El presidente Bolsonaro mal soporta a los diferentes como los ind¨ªgenas, los gais, o los pac¨ªficos que osan criticarle
Brasil est¨¢ viviendo, seg¨²n analistas nacionales e internacionales, un clima pol¨ªtico de prenazismo, mientras la oposici¨®n progresista y democr¨¢tica brasile?a permanece muda. Solo en los ¨²ltimos 30 d¨ªas, seg¨²n public¨® el diario O Globo, el presidente Jair Bolsonaro pronunci¨® 58 insultos dirigidos a 55 sectores diferentes de la sociedad, de pol¨ªticos y partidos e instituciones a la prensa y la cultura.
Y a la oposici¨®n ensimismada, que piensa que lo mejor es dejar que el extremista presidente se vaya desgastando por s¨ª mismo, ¨¦l les acaba de responder que ¡°quien manda en Brasil¡± es ¨¦l y m¨¢s que deshilacharse se crece cada d¨ªa m¨¢s y ni los militares parecen capaces de parar sus desacatos a las instituciones.
Hay quien cree que Brasil vive un clima de prefascismo, pero los historiadores de los movimientos autoritarios prefieren analizarlo a la luz del nazismo de Hitler. Recuerdan que el fascismo se present¨® en un inicio como un movimiento para modernizar a una Italia empobrecida y cerrada al mundo. De ah¨ª el que una figura como Marinetti, autor del movimiento futurista, acabara un fervoroso seguidor de Mussolini que acab¨® arrastrando a su pa¨ªs a la guerra.
El nazismo fue otra cosa. Se trat¨® de un movimiento de purga para hacer de Alemania una raza pura. As¨ª, sobraban todos los diferentes, extranjeros e indeseados, empezando por los jud¨ªos o los portadores de defectos f¨ªsicos que enfeaban la raza. De ah¨ª que al nazismo se asocia el l¨²gubre vocablo ¡°deportaci¨®n¡±, que evoca los trenes del horror de hombres, mujeres y ni?os hacinados como bestias camino de los campos de exterminio.
Quiz¨¢s el recuerdo l¨²gubre de mi visita en junio de 1979 al campo de concentraci¨®n de Auschwitz con el papa Juan Pablo II me ha hecho leer con terror la palabra ¡°deportaci¨®n¡± usada en un decreto del ministro de Justicia de Bolsonaro, el exjuez S¨¦rgio Moro, en el que defiende que sean ¡°deportados¡± de Brasil los extranjeros considerados peligrosos.
Bolsonaro, en sus pocos meses de Gobierno, ya ha dejado claro que en su pol¨ªtica de extrema derecha, autoritaria y con ribetes nazis, caben solo quienes se sometan a sus dictados. Todos los dem¨¢s estorban. Para ¨¦l, por ejemplo, todos los tachados de izquierdas ser¨ªan los nuevos jud¨ªos que habr¨ªa que exterminar, empezando por sacarles de los puestos que ocupan en la administraci¨®n p¨²blica. Su gur¨² intelectual, Olavo Carvalho, lleg¨® a decir que durante la dictadura deber¨ªan haber sido exterminados 30.000 comunistas y el presidente no tuvo una palabra de repulsa. ?l mismo ya hab¨ªa anunciado durante la campa?a electoral que con ¨¦l los de izquierdas o deber¨ªan exiliarse o acabar¨ªan en la c¨¢rcel.
Enemigo de los defensores de los derechos humanos, de quienes el gobernador de Rio de Janeiro, Witzel, en el m¨¢s puro esp¨ªritu bolsonarista, ha llegado a afirmar que son los culpables de las muertes violentas en las favelas, Bolsonaro mal soporta a los diferentes como los ind¨ªgenas, los gais, o los pac¨ªficos que osan criticarle. Odia a todos aquellos que no piensan como ¨¦l y, al estilo de los mejores dictadores, es enemigo declarado de la prensa y la informaci¨®n libre.
Sin duda, el presidente tiene el derecho de reclamar que fue ungido en las urnas con el 53% de los votos, que supusieron 57 millones de votantes. En ese sentido el problema no es suyo. Quienes le votaron sab¨ªan lo que pensaba, aunque quiz¨¢s consideraron sus desatinos de campa?a como inocuos o puramente electoreros. El problema, ahora que se sabe a qu¨¦ vino, y que se permite insultar impunemente a tirios y troyanos empezando por las instituciones bases de la democracia, m¨¢s que suyo es de la oposici¨®n.
Esa oposici¨®n, que est¨¢ muda y parece impotente o distra¨ªda, demuestra olvidar la lecci¨®n de la historia. En todos los movimientos autoritarios del pasado moderno, los grandes sacerdotes de la violencia, empezaron siendo vistos como algo inocuo. Como simples fanfarrones que se quedar¨ªan solo en palabras. No fue as¨ª y ante la indiferencia, cuando no la complicidad de la oposici¨®n, acabaron creando holocaustos y millones de muertos, de una y otra esquina ideol¨®gica.
Solo los valores democr¨¢ticos, la libertad de expresi¨®n, el respeto por las minor¨ªas y los diferentes, sobre todo de los m¨¢s fr¨¢giles, salvaron siempre al mundo de nuevas barbaries. De ah¨ª que el silencio de los que deber¨ªan defender la democracia puede acabar dejando el camino abierto a los autoritarios, que se sienten a¨²n m¨¢s fuertes ante dichos silencios.
Nunca ha habido democracias s¨®lidas, capaces de hacer frente a los arrobos autoritarios, sin una oposici¨®n igualmente seria y fuerte, que frene en ra¨ªz las tentaciones dictatoriales. Hay pa¨ªses en los que apenas se crea un Gobierno oficial, enseguida la oposici¨®n crea un Gobierno ficticio paralelo, con los mismos ministros, encargados de vigilar y controlar que los nuevos gobernantes est¨¦n siendo fieles a lo que prometieron en sus campa?as y sobre todo que no se desv¨ªen de los valores democr¨¢ticos. Sin oposici¨®n, hasta los mejores Gobiernos acabar¨¢n prevaricando. Y el gran error de las oposiciones, como lo hemos visto otras veces tambi¨¦n en Brasil, ha sido el esperar a que un presidente que empieza a prevaricar o corromperse, se desangre por s¨ª mismo. Ser¨¢ lo contrario. Se crecer¨¢ en su autoritarismo y cuando la oposici¨®n dormida se d¨¦ cuenta, habr¨¢ quedado derrotada y arrinconada.
Nunca en muchos a?os, la imagen de Brasil en el mundo hab¨ªa estado tan deteriorada ni hab¨ªa creado tantas preocupaciones como con esta presidencia de extrema derecha que parece un vendaval que est¨¢ echando por los aires las mejores esencias de un pueblo que siempre fue amado y respetado fuera de sus fronteras. En el exterior existe hoy no solo aprensi¨®n sobre los destinos de este continente brasile?o, sino un miedo real de que pueda entrar en un t¨²nel antidemocr¨¢tico y de caza a las brujas que pueda condicionar gravemente su futuro. Y ya se habla de posibles sanciones a Brasil por parte de Europa, con relaci¨®n al anunciado asalto al santuario de la Amazonia.
Brasil ha sido forjado y amasado con la sangre de medio mundo que lo ha hecho m¨¢s rico y libre. Querer resucitar de las tumbas las esencias de muerte del nazismo y fascismo, con el intento vano de la b¨²squeda de la esencia y pureza de la brasilinidad, es una tarea in¨²til. Se tratar¨ªa de la b¨²squeda de una pureza que jam¨¢s podr¨¢ existir en un pa¨ªs tan rico en su multiplicidad ¨¦tnica, cultural y religiosa. Ser¨ªa, adem¨¢s de una quimera, un crimen.
Urge que la oposici¨®n democr¨¢tica y progresista brasile?a se despierte para poner un freno a esa locura que estamos viviendo y que los psicoanalistas confirman que est¨¢ creando tantas v¨ªctimas de depresi¨®n al sentirse aplastadas por un clima de miedo y de quiebra de valores que la nueva fuerza pol¨ªtica en el poder est¨¢ llevando a cabo impunemente. Que la oposici¨®n se enzarce en un momento tan grave en sus peque?eces partidarias y luche m¨¢s bien para ver qui¨¦n va a presidir esa oposici¨®n, adem¨¢s de mezquino y peligroso es pueril y pueblerino.
Hay momentos en la historia de un pa¨ªs en el que si los que deber¨ªan defender los principios de la libertad y la igualdad, se cruzan de brazos ante la llegada de la tiran¨ªa, incapaz hasta de denunciarla, ma?ana podr¨ªa resultar demasiado tarde. Y entonces de nada servir¨¢ llorar ante las tumbas de los inocentes.
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