No olvid¨¦is a Torres Quevedo
Un proyecto para convertir un front¨®n en un museo revive la figura del gran innovador espa?ol
Espa?a no se caracteriza precisamente por cuidar a sus grandes cient¨ªficos del pasado (de los del presente ya ni hablemos). Quiz¨¢ el caso m¨¢s escandaloso sea el de Santiago Ram¨®n y Cajal, que no es que carezca de un miserable museo, sino que ni siquiera dispone de un almac¨¦n seguro para su copioso legado. Y otro caso es sin duda el de Leonardo Torres Quevedo (1852-1936), brillante ingeniero y matem¨¢tico c¨¢ntabro, creador de los principios del control remoto, precursor de los ordenadores ajedrecistas, inventor del telef¨¦rico, perfeccionador del dirigible y pionero de la inteligencia artificial. Tampoco tiene museo. Lee en Materia el proyecto de dos historiadores de la Universidad Complutense para crearlo en un espacio venerable, el antiguo front¨®n Beti-Jai de Madrid, que fue a principios del siglo XX el laboratorio de investigaci¨®n del genial ingeniero. Depender¨¢ de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, que preserva muchas de sus revolucionarias m¨¢quinas, y sobre todo de la alcald¨ªa madrile?a que la iniciativa salga adelante. Ser¨ªa una buena noticia para la ciencia, aunque quiz¨¢ no tanto para la pelota vasca.
En una perfecta ilustraci¨®n de la manera en que la diosa fortuna salpica el talento por la geograf¨ªa, Torres Quevedo, que llegar¨ªa a ser el innovador espa?ol con m¨¢s repercusi¨®n internacional de su tiempo, o de todos los tiempos, naci¨® en Santa Cruz de Igu?a, una aldea c¨¢ntabra de 200 habitantes. Su casa se puede visitar all¨ª. Para colmo, vino al mundo justo el d¨ªa de los Inocentes. Hijo de un ingeniero de ferrocarriles que trabajaba en Bilbao, el joven Leonardo ¨Cnuestro Leonardo¡ª se form¨® en Bilbao, Par¨ªs y Madrid, con una peque?a parada en 1873 para apuntarse a la defensa de Bilbao contra los carlistas. Pronto se cans¨® de su trabajo rutinario en los ferrocarriles y se larg¨® a visitar toda Europa para conocer de primera mano los ¨²ltimos avances en el incipiente campo de la electricidad. Esos fueron los hombros de gigantes sobre los que se alz¨® su genio en las d¨¦cadas posteriores. Lee en el v¨ªnculo de arriba los asombrosos resultados de todo ese conocimiento y talento.
Hay dos clases de genios marginados. Uno es el modelo Van Gogh, que solo conoci¨® el desprecio durante su penosa vida, pero fue reconocido tras su muerte como el gran innovador de la pintura de su tiempo. El modelo Torres Quevedo es exactamente el contrario. Recibi¨® todos los reconocimientos en vida ¨Cdirector del Laboratorio de Mec¨¢nica Aplicada de Madrid, presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, F¨ªsicas y Naturales de Madrid, miembro de la Acad¨¦mie des Sciences de Par¨ªs, doctor honorario de la Sorbona y miembro del Comit¨¦ Internacional de Cooperaci¨®n Intelectual de la Liga de Naciones. Hasta tuvo que rechazar el puesto de ministro de Desarrollo en 1918. Los responsables de su marginaci¨®n no fueron sus coet¨¢neos. Somos nosotros, fieles a esa gran tradici¨®n espa?ola del olvido de sus mejores cerebros. Tal vez un antiguo front¨®n pueda arreglarlo ahora.
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