Desconectar
Con la llegada del tel¨¦fono inteligente, no basta con alejarse del lugar en el que uno lidia f¨ªsicamente con sus preocupaciones para lograr que la mente se aparte de ellas
?Desde cu¨¢ndo utilizamos la palabra desconectar para referirnos al acto de abandonar moment¨¢neamente nuestra rutina dom¨¦stica y laboral? La RAE no reconoce este significado coloquial de la palabra; quiz¨¢ porque se desprende ya de su segunda acepci¨®n: ¡°interrumpir la conexi¨®n entre dos o m¨¢s cosas¡±. En este caso, entre nuestra mente y nuestros problemas y preocupaciones cotidianas. En su tercera acepci¨®n, desconectar equivale a ¡°interrumpir el enlace¡ entre aparatos y personas para que cese el flujo entre ellos¡±. Esto sucede cuando apagamos nuestro ordenador o nuestro m¨®vil. Aunque, cuando lo hacemos, tambi¨¦n desconectamos, en ese otro sentido figurado, nuestra mente de estas potenciales fuentes de inquietud. El solapamiento de ambos sentidos, literal y figurado, es quiz¨¢ la raz¨®n por la que, en la actualidad, se ha impuesto el uso de desconectar como sin¨®nimo de descansar, reposar, darse una pausa.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la posibilidad para el grueso de la poblaci¨®n de desconectar fue muy reducida. En casi todas las culturas, los d¨ªas de asueto estaban destinados a atender obligaciones religiosas. Los meses de interrupci¨®n entre ciclos escolares que disfrutan los estudiantes estaban motivados, originalmente, por la necesidad de que ayudaran en la cosecha. No es hasta bien entrado el siglo XX cuando se institucionalizan las vacaciones. Seg¨²n algunas fuentes, los primeros d¨ªas pagados de descanso los negocian los sindicatos alemanes en 1905, extendi¨¦ndose este logro social en las d¨¦cadas siguientes a otros pa¨ªses europeos, incluido el nuestro a principios de los a?os 1930. Las vacaciones de verano se convierten as¨ª en el periodo de desconexi¨®n por excelencia en nuestro continente: millones de personas cambian su escenario de vida habitual por otro, generalmente, m¨¢s propicio al bienestar f¨ªsico y la evasi¨®n de la mente. Pero con la llegada de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n y, m¨¢s concretamente, el tel¨¦fono inteligente, no basta con cambiar de escenario, con alejarse del lugar en el que uno lidia f¨ªsicamente con sus preocupaciones para lograr que la mente se aparte de ellas. Hoy es necesario, adem¨¢s, desconectar literalmente de esos aparatos que llevamos con nosotros a todas partes y que, si bien nos conectan con el mundo y son fundamentales para organizar nuestro ocio, tambi¨¦n nos llenan de desasosiego. Pero, me interpela un amigo, ?qu¨¦ hacen aquellos a quienes les produce v¨¦rtigo perder ese refugio virtual de un entorno inmediato que, incluso en vacaciones y lejos de casa, les resulta opresivo?
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