Todos sue?an
Ning¨²n partido negocia una mayor¨ªa de Gobierno invocando un programa
La ministra portavoz del Gobierno en funciones, Isabel Cela¨¢, anunci¨® el pasado viernes que el l¨ªder socialista, Pedro S¨¢nchez, no mantendr¨¢ la pr¨®xima semana las reuniones previstas con el PNV y otras fuerzas pol¨ªticas para abordar un segundo intento de investidura. En lugar de ello, S¨¢nchez prolongar¨¢ los encuentros con organizaciones de la sociedad civil al objeto de perfilar el programa que ofrecer¨¢ a sus potenciales aliados, en particular Unidas Podemos. Sin reconocerlo de forma expresa, el anuncio de la ministra Cela¨¢ aproxima m¨¢s que aleja la repetici¨®n electoral.
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Involucrar a las organizaciones de la sociedad civil en la elaboraci¨®n de un programa cuya responsabilidad compete a los grupos parlamentarios puede ser interpretado, sin duda, como un procedimiento indirecto para que Unidas Podemos renuncie a la exigencia de un Gobierno de coalici¨®n y acepte una f¨®rmula de colaboraci¨®n parlamentaria, como en Portugal. Pero puede tratarse tambi¨¦n de un se?uelo para distraer la atenci¨®n durante una semana adicional, aparentando que se avanza cuando, en realidad, nada se mueve. Las posiciones que las fuerzas pol¨ªticas han venido expresando no tienen que ver con las potenciales medidas de Gobierno, sino con los efectos electorales que unas u otras alianzas pueden acarrear en una nueva llamada a las urnas. En esta tesitura, ning¨²n partido negocia, pero todos sue?an: unos con sorpassos inveros¨ªmiles, otros con carteras ministeriales, y otros, en fin, con regresar a los tiempos en que solo dos entre ellos se disputaban el Ejecutivo.
Despu¨¦s de cuatro meses de par¨¢lisis, el calendario se ha convertido en una prueba adicional de la devaluaci¨®n de los programas. Porque confiar a una negociaci¨®n de ¨²ltimo minuto el acuerdo que deber¨ªa haberse articulado desde mayo solo tiene explicaci¨®n si el objetivo no es dotar al pa¨ªs de un Ejecutivo cuanto antes. Esta obligaci¨®n alcanza a todos los grupos parlamentarios, sin que valga el irrisorio muestrario de excusas exhibido hasta ahora. Ning¨²n l¨ªder ha expresado su disposici¨®n o su rechazo a negociar una mayor¨ªa de Gobierno en t¨¦rminos pol¨ªticos; es decir, invocando acuerdos o desacuerdos sobre medidas de un programa. A tal punto que el candidato que sigue siendo m¨¢s factible, pese a una primera investidura fallida, parece considerar que el que present¨® en su discurso ante la C¨¢mara no sigue vigente, y necesita armar uno nuevo.
Solo las noticias econ¨®micas que llegan del entorno europeo e internacional deber¨ªan ser un motivo suficiente para despertar: los s¨ªntomas de recesi¨®n se multiplican sin que Espa?a haya emprendido las reformas imprescindibles para garantizar las pensiones, reducir la desigualdad y evitar el crecimiento descontrolado de la deuda, con sus perversos efectos sobre la totalidad de la econom¨ªa y, en particular, el empleo. Y todo ello con el horizonte de un Brexit capitaneado por Boris Johnson y el recrudecimiento de la guerra arancelaria entre China y los Estados Unidos de Trump, decidido a regresar al proteccionismo y a los errores econ¨®micos que resultaron pol¨ªticamente inmanejables para los sistemas democr¨¢ticos. Una sociedad que, como la espa?ola, padece a¨²n los devastadores efectos de la recesi¨®n anterior puede verse confrontada a una nueva, en una situaci¨®n m¨¢s precaria y privada de un Gobierno en plenitud de funciones.
El tiempo perdido para emprender las reformas no se puede recuperar, pero depende en exclusiva de los partidos y de su actuaci¨®n no malgastar, adem¨¢s, unos meses que ser¨¢n cruciales. Porque, alcanzada la fecha del 23 de septiembre sin acuerdo, la par¨¢lisis hasta comienzos del pr¨®ximo a?o est¨¢ descontada debido a los plazos constitucionales. Y son muchas las posibilidades de que el resultado que arrojen las urnas no d¨¦ paso a una situaci¨®n parlamentaria diferente: el programa que no se haya negociado ahora tendr¨¢ que ser negociado entonces.
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