Peor que malos: son maletas
La aviaci¨®n es un negocio que deja damnificados continuos por retrasos, sobreventas, malos tratos, por negligencia, p¨¦rdidas y robos
Todo lo que pod¨ªa salir mal sali¨® peor. Hace un mes volv¨ª a M¨¦xico luego de pasar varios meses fuera por cuestiones profesionales. Vol¨¦ con una reputada aerol¨ªnea, que forma parte de una no menos reputada alianza internacional. El viaje fue un desastre. El primer vuelo de mi trayecto se demor¨® cuarenta minutos, que eran cruciales para hacer una escala. As¨ª que, ante la falta de alternativas, mi viaje se aplaz¨®, de golpe, 24 horas. All¨ª estuvo el problema. Mi maleta, que fue documentada en el mostrador y baj¨® por la consabida banda de equipaje antes de que el personal de tierra se diera cuenta del retraso, desapareci¨® del mapa.
Ya que saldr¨ªamos con 24 horas de retraso, me mandaron a reclamar a la oficina de equipaje extraviado del aeropuerto, puesto que, me dijeron, la l¨ªnea ya no ten¨ªa acceso a la maleta. Tuve que formarme una hora y llenar un formulario descriptivo (pese a que llevaba conmigo la contrase?a con las claves de etiquetado). Se me asegur¨® que esa misma tarde recibir¨ªa el equipaje en la direcci¨®n temporal en que me alojar¨ªa. Ya lo adivina usted: eso no lleg¨® a suceder. Solo recib¨ª un correo en que se me indicaba que, ya que la maleta no podr¨ªa ser entregada a tiempo, ser¨ªa remitida a mi direcci¨®n en M¨¦xico y entregada en la puerta de mi casa.
La maleta lleg¨® al final, s¨ª: un mes despu¨¦s. Y no a casa, sino al aeropuerto de mi ciudad. Un empleado de una aerol¨ªnea aliada con la m¨ªa tuvo la gentileza de enviar un correo para informarme que un equipaje con mi c¨®digo hab¨ªa llegado a su bodega y que, si quer¨ªa, pasara a ver. Lo llam¨¦ por tel¨¦fono. "?No se supon¨ªa que entregar¨ªan la maleta en mi puerta?", reclam¨¦. "No tengo esa orden, amigazo", respondi¨® el hombre. ?Qu¨¦ sucedi¨® durante ese mes de zozobras? Pues que sostuve una estrecha y asfixiante relaci¨®n epistolar con la aerol¨ªnea, una sucesi¨®n de mensajes de queja que ellos respond¨ªan con amabilidad¡ y mentiras. Tres veces, durante ese periodo, me anunciaron que antes de 24 horas la maleta ser¨ªa entregada. Y tres veces fallaron. Ped¨ª cartearme con un supervisor. "Tienen que pasar 21 d¨ªas para que pueda reportar el equipaje como perdido en la web de la empresa", me comunicaron. A los 21 d¨ªas report¨¦. Tuve que explicar de nuevo, punto por punto, el caso. "Le responderemos antes de 15 d¨ªas h¨¢biles", replic¨® un mensaje autom¨¢tico. Era tanto tiempo que la maleta lleg¨® antes de que el plazo se cumpliera. La pobre maleta. Ah¨ª estaba, s¨ª, en el aeropuerto de mi ciudad, al fondo de un estante en la oficina del hombre que me escribi¨®. Sus cierres estaban rotos y hab¨ªa sido parchada con cinta canela para que las cosas no se le salieran. En su interior faltaban, desde luego, varias pertenencias. "A veces nos han dicho que la aduana desaparece objetos", susurr¨® el empleado de la compa?¨ªa aliada de la m¨ªa como si me hiciera una gran revelaci¨®n...
En 2018 se extraviaron en el mundo 24,8 millones de maletas. Europa, donde se perdi¨® originalmente la m¨ªa, carga con el r¨¦cord negativo: poco m¨¢s de 7 de cada 1.000 piezas de equipaje no llegan a su destino, mucho m¨¢s que las 2,85 que se pierden en Am¨¦rica del Norte (suena a poco pero si pensamos en los millones de pasajeros diarios de la regi¨®n, tenemos miles de afectados cada jornada). No, mi caso no es extraordinario. La aviaci¨®n es un negocio que deja damnificados continuos por retrasos, sobreventas, malos tratos, por negligencia, p¨¦rdidas y robos. Un negocio que calcina el medio ambiente (la huella de carbono de cada vuelo es tremenda), nos cuesta car¨ªsimo y nos trata p¨¦simamente. Mientras yo pasaba por este calvario, un colega periodista, el argentino Diego Fonseca, desataba una campa?a en redes sociales para denunciar el extrav¨ªo del equipaje de sus padres en un vuelo hacia Barcelona y la p¨¦sima gesti¨®n de la aerol¨ªnea que lo perdi¨®. Se produjeron cientos de tuits y respuestas. Varios medios del mundo publicaron notas al respecto. ?Y qu¨¦ pas¨®? Nada. Que a Fonseca le fue peor que a m¨ª. La maleta de sus padres nunca apareci¨®, ni siquiera parchada y saqueada como la m¨ªa. Ambos andamos, ahora, perdiendo el tiempo con la esperanza de indemnizaciones que muy probablemente no lleguen a concretarse.
?Cu¨¢l es la moraleja de la historia? Una muy sencilla. Que las aerol¨ªneas nos toman el pelo. Y que, tambi¨¦n en la manera en que viajamos, queda claro que el modelo econ¨®mico en que vivimos es s¨¢dico, ineficaz e insostenible.
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