Un puente que es un s¨ªmbolo
En un agosto de hace 200 a?os, la batalla del Puente de Boyac¨¢ decidi¨® el enfrentamiento entre los Ej¨¦rcitos realista y republicano y result¨® clave en la independencia de toda el ¨¢rea andina al norte de Chile
Un espa?ol puede sentirse inc¨®modo si es invitado a la celebraci¨®n de la independencia de un pa¨ªs como Colombia. Pero si quien cursa la invitaci¨®n es el rector de la Universidad Eafit, el doctor Juan Luis Mej¨ªa, antiguo ministro y embajador de Colombia en Espa?a, entonces uno est¨¢ seguro de que todo proceder¨¢ con el respeto mutuo a los dos pa¨ªses y se desplegar¨¢ desde el mejor esp¨ªritu acad¨¦mico. Esa certeza es inamovible. Dif¨ªcilmente encontrar¨¢ Espa?a un amigo colombiano tan noble y leal como el rector Mej¨ªa y, desde luego, ninguno que sepa tanto de nuestra historia, la antigua y la reciente, la com¨²n y la diferente. Con estos elementos, conversar con ¨¦l y con el claustro de su universidad sobre lo que signific¨® el 7 de agosto de 1819 siempre resulta enriquecedor.
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Oficialmente, hace ahora 200 a?os, las tropas de la tercera divisi¨®n del Ej¨¦rcito realista, al mando del brigadier Jos¨¦ Mar¨ªa Barreiro, se enfrentaron a las tropas republicanas dirigidas por Bol¨ªvar, y en este caso concreto a su vanguardia, dirigida por el general Santander, en los alrededores del puente de Boyac¨¢, cerca de Tunja. Los realistas quer¨ªan marchar hacia Santaf¨¦, para unirse a las tropas del virrey S¨¢mano. Los republicanos deseaban cortarles el paso. Las tropas se parec¨ªan como dos gotas de agua: todos nativos americanos, todos de diversas procedencias raciales, criollos, mestizos, pardos, morenos, zambos, negros e ind¨ªgenas. S¨®lo los Estados Mayores eran diferentes. Criollos en un bando, espa?oles en el otro. Fue una batalla representativa, pues en realidad aquello fue una guerra civil. Dos ¨¦lites se disputaban la direcci¨®n pol¨ªtica de amplias poblaciones y el signo de la victoria no estuvo claro nunca.
Boyac¨¢ lo decidi¨® todo. En lugar de recibir refuerzos, el virrey S¨¢mano se vio abandonado. La consecuencia fue que el 9 de agosto dej¨® la capital y se refugi¨® en Cartagena. El 10 de agosto, Bol¨ªvar entraba en Bogot¨¢. Era la se?al de que el virrey de Espa?a en Nueva Granada abandonaba la sede del poder. Por supuesto, en la costa del Caribe y en Pasto siguieron existiendo tropas realistas, y por eso estas regiones perif¨¦ricas reclaman su reconocimiento y parte de gloria en la culminaci¨®n del proceso de independencia. Sin embargo, Boyac¨¢ fue la victoria irreversible, la que llev¨® a cabo los planes decididos en el Congreso de Angostura, de febrero de aquel a?o, que ordenaba la Gran Colombia como unidad de los departamentos de Cundinamarca, Quito y Venezuela en una Rep¨²blica federal.
En lugar de recibir refuerzos, el virrey S¨¢mano se vio abandonado. Dej¨® Bogot¨¢ y se refugi¨® en Cartagena
Madrid comprendi¨® que solo una actuaci¨®n r¨¢pida podr¨ªa cambiar el curso de las cosas. Entonces se iniciaron los preparativos del llamado Ej¨¦rcito de ultramar, en un clima casi de completo caos, pues el ministro de Hacienda Garay no hab¨ªa logrado en 1818 la reforma impositiva en la que un siglo antes ya hab¨ªa fracasado Macanaz. Conocemos estos preparativos, y los hechos que les sucedieron, por las memorias de Ram¨®n Santill¨¢n, un viejo ayudante del cura Merino en la Guerra de la Independencia, al que todav¨ªa esperaba una gran carrera al servicio del Estado, pues lleg¨® a ser el primer presidente del Banco de Espa?a. Sus recuerdos son puntillosos y pormenorizados, mucho m¨¢s interesantes que los del marqu¨¦s de las Amarillas, pero no tan jugosos, sabrosos y sombr¨ªos como las Memorias de un sesent¨®n de Mesoneros Romanos.
As¨ª, por Santill¨¢n, un liberal moderado dotado de un estricto sentido del orden y del honor, sabemos c¨®mo era aquel Ej¨¦rcito de ultramar. Recomiendo al lector que lea esas Memorias, no exentas de un esp¨ªritu forense en defensa de su actuaci¨®n y de la de sus superiores en aquellos d¨ªas. En un momento dado llega a sugerirnos que casi todos los miembros de aquel Ej¨¦rcito fueron forzados a enrolarse, los oficiales por las promociones condicionadas y la tropa por la exoneraci¨®n de culpas. Todos fueron convocados para reunirse en C¨¢diz. El 1 de enero de 1820, a punto de embarcar, algunos batallones se encerraron en la isla, imitando el gesto de la lucha contra los franceses, al tiempo que Riego se levantaba en Cabezas de San Juan. Desde all¨ª resistieron a lo que llamaban, como los republicanos americanos, el Ej¨¦rcito realista dirigido por el general Garay. Riego, como es sabido, se desplaz¨® a Gibraltar para hablar con los ingleses, buscando la protecci¨®n de la bah¨ªa. Los realistas de C¨¢diz, en mayor¨ªa, nunca asaltaron a los levantados. Todos esperaban los movimientos que en distintas partes de Espa?a coordinaba la llamada Sociedad del Anillo. Ante la evidencia de que no contaba con apoyos, Fernando VII se avino a jurar la Constituci¨®n. Mesoneros describe este momento de forma gr¨¢fica diciendo que Fernando gobernaba en el vac¨ªo.
As¨ª que el Ej¨¦rcito de ultramar no se embarc¨® rumbo a Buenos Aires, y la batalla de Boyac¨¢ fue la decisiva. Luego Bol¨ªvar dirigi¨® su ej¨¦rcito hacia Quito con el general Sucre al frente y, desde all¨ª, a Per¨², donde entr¨® en Lima tras la victoria de Ayacucho. Podemos decir que la batalla del Puente de Boyac¨¢ oblig¨® a la monarqu¨ªa absoluta de Fernando VII a realizar el esfuerzo supremo. Al no lograrlo, dej¨® en evidencia su incapacidad pol¨ªtica, su impotencia, su fragilidad. Por eso, esa humilde batalla, en la que apenas murieron una decena de republicanos y un centenar de realistas, fue decisiva para la independencia de toda el ¨¢rea andina al norte de Chile. Lo m¨¢s curioso, como nos relata Mesoneros, es que los levantados no estaban preocupados por Am¨¦rica. Pensaban que con la Constituci¨®n de C¨¢diz los republicanos no tendr¨ªan inter¨¦s en hacerse independientes. Era uno de tantos espejismos que dominaban a las ¨¦lites liberales espa?olas.
El viajero queda sorprendido por la humildad de la construcci¨®n. Apenas permite pasar a dos personas a la vez
Pero m¨¢s all¨¢ de la suerte de las armas, la tortuosa relaci¨®n de Fernando VII con la Constituci¨®n de C¨¢diz sembr¨® el desconcierto entre muchos moderados, de Espa?a y de Am¨¦rica, y asent¨® la evidencia entre las ¨¦lites criollas de que no se deb¨ªa esperar con firmeza que la Monarqu¨ªa contribuyera positivamente en el futuro destino hist¨®rico de la Am¨¦rica hispana. Por lo dem¨¢s, las ¨¦lites liberales espa?olas demostraron no tener la suficiente densidad hist¨®rica para dirigir Espa?a. Su divisi¨®n entre moderados y exaltados fue el efecto de su propia debilidad. As¨ª que la lucha de ¨¦lites en la que finalmente consisti¨® la Guerra de la Independencia no pod¨ªa saldarse m¨¢s que con el triunfo de las ¨¦lites criollas. Su capacidad directiva, sin embargo, era bastante af¨ªn a la de sus pares espa?oles y tendr¨ªan dificultades parecidas para forjar sociedades nacionales fuertes y progresivas. Por eso podemos hablar de un poderoso isomorfismo que atraviesa todo nuestro siglo XIX y que nos une por debajo de nuestros laberintos hist¨®ricos.
Ese isomorfismo es el que permite que nos comprendamos bien entre nosotros. El viajero que visita el puente de Boyac¨¢ queda sorprendido por la humildad de la construcci¨®n. Apenas permite el paso de dos personas a la vez. Pero quiz¨¢ por eso alcanza la condici¨®n precisa de s¨ªmbolo. Nos llama a una forma de v¨ªnculo entre nuestros pueblos que no reclama de grandes monumentos. Cruzar ese puente, de dos en dos, roz¨¢ndose los codos, sencillos ciudadanos, mir¨¢ndonos a la cara, y sabernos part¨ªcipes en la empresa com¨²n de forjar pueblos con una direcci¨®n pol¨ªtica justa, democr¨¢tica, digna y limpia.
Jos¨¦ Luis Villaca?as Berlanga es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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