Europa: una genealog¨ªa del presente
La Uni¨®n Europea es hoy una formaci¨®n de competencia despiadada entre Estados. La pol¨ªtica de austeridad actual es una transformaci¨®n imprevista e indeseada del argumento ordoliberal de los a?os treinta
Cuando se enfrentaba al final de su vida, un Freud enfermo y cansado, obsesionado con la figura de Mois¨¦s el egipcio, le confesaba a Arnold Zweig: ¡°Los tiempos son incre¨ªblemente confusos, pero me siento liberado de la tarea de iluminarlos¡±. Freud se permit¨ªa mostrarse as¨ª ante su amigo, un sionista reci¨¦n instalado en Haifa, a pesar de la inminente anexi¨®n de Austria por los nazis. Pocos compartieron esa liberaci¨®n de Freud respecto de la tarea de iluminar el presente. Por el contrario, muchos escribieron por aquellos a?os sus reflexiones sobre la crisis que viv¨ªan. Karl Jaspers fue uno de los principales, y as¨ª surgi¨® su libro de 1931, La situaci¨®n espiritual de nuestro tiempo. Tambi¨¦n por esos a?os, Heidegger escribi¨® su Discurso del rectorado, dominado por un platonismo arrogante y ciego.
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Los tiempos actuales no nos permiten hablar como Freud. Los fil¨®sofos hemos aprendido a ser humildes. El m¨¦todo de la humildad es la fenomenolog¨ªa. M¨¢s que ser compulsivamente normativos (esas cl¨¢usulas a las que Ortega era tan aficionado: ¡°es preciso¡±, ¡°es menester¡±, ¡°debemos¡±), hoy nos sentimos m¨¢s c¨®modos describiendo. Disponemos de conceptos, s¨ª, pero les exigimos que invoquen evidencias compartidas del mundo de la vida que respiramos con nuestros conciudadanos. Describir nuestra condici¨®n presente es tarea f¨¢cil. Lo complicado es que s¨®lo hallamos claridad acerca de este mundo que compartimos si a la vez explicamos de d¨®nde viene. S¨®lo estabilizamos nuestro mundo de la vida cuando alguien cuenta su origen.
Aunque la fenomenolog¨ªa de lo presencial es un m¨¦todo humilde, su aplicaci¨®n a la historia, describir esas genealog¨ªas, es m¨¢s complicado. Y sin embargo, cuando hacemos una genealog¨ªa identificamos algo de lo que somos, aunque no podamos conocerlo de modo inmediato. Koselleck, el mayor historiador alem¨¢n de la segunda mitad del siglo XX, asegur¨® que es importante registrar las experiencias primarias, pero, m¨¢s a¨²n, aclarar sus sorpresas, imprevistos, sufrimientos y decepciones a la luz de las experiencias secundarias. A estos relatos geneal¨®gicos, que no son evidentes, s¨®lo se accede por la interpretaci¨®n hist¨®rica. Nuestro mundo de la vida es as¨ª inexcusablemente hist¨®rico, fr¨¢gil y plural. No goza de plenas evidencias presenciales.
Nuestras experiencias primarias son claras. Padecemos un mundo de la vida amenazado en su presente y sin imagen clara del futuro. Sus decepciones las hemos recogido en multitud de informes y son intensamente dolorosas. Sus sorpresas, casi traum¨¢ticas. Parten de comprobar que Europa no es una formaci¨®n de solidaridad, sino de competencia despiadada entre Estados que se llaman socios. Ese rasgo siniestro no est¨¢ aclarado a la luz de las experiencias secundarias. No tenemos su genealog¨ªa. Nuestras reacciones se tornan as¨ª emocionales, ciegas, sin reflexividad. Tenemos una experiencia primaria de la austeridad, pero no tenemos una genealog¨ªa de la austeridad contempor¨¢nea. Creemos que es un capricho de la se?ora Merkel, o una decisi¨®n en fr¨ªo, pero no lo es. Se trata de una inercia fuera de control.
Lo peligroso vendr¨¢ cuando comprobemos que esa ilusi¨®n de la soberan¨ªa nacional no puede sino agravar la crisis
Cuando hacemos una genealog¨ªa de la austeridad contempor¨¢nea nos encontramos con un pu?ado de pensadores, juristas y economistas alemanes de los a?os treinta del siglo pasado, contrarios a Hitler (algunos murieron asesinados), que organizaron el argumento ordoliberal.Por supuesto, en los textos de los ordoliberales no encontramos el concepto de austeridad. Al contrario, ellos tend¨ªan a aumentar la producci¨®n y el consumo. En sus textos nos encontramos con ideas bienintencionadas de equilibrio poblacional, pol¨ªtica social, atenci¨®n a los intereses materiales y espirituales del pueblo, descentralizaci¨®n, movimiento de abajo arriba, atenci¨®n al medio ambiente, dignidad de la peque?a ciudad; en fin, ideas no exentas de cierto car¨¢cter ut¨®pico conservador. Todos ellos hablaban de una tercera v¨ªa entre el capitalismo an¨¢rquico y el bolchevismo-nazismo.
Aunque deseaban establecer una econom¨ªa basada en la competencia pura, los ordoliberales no quer¨ªan ordenar al hombre y el mundo entero desde la econom¨ªa. Su horizonte era el del Estado-naci¨®n y deseaban regular la competencia interna mediante la estabilidad del dinero, la reducci¨®n de inflaci¨®n y la legislaci¨®n antimonopolios. Lo hac¨ªan porque quer¨ªan salir de la econom¨ªa dirigida y centralizada de Hitler. Su ordo, producido por el Estado, inclu¨ªa una pol¨ªtica social. Eso les permiti¨® hablar de un intervencionismo liberal. As¨ª propusieron una constituci¨®n econ¨®mica, con un Banco Central independiente, para garantizar el marco de la competencia. Impulsar esta pol¨ªtica era lo propio de un Estado fuerte y no deseaban disminuir su poder tanto como fuera posible. Quer¨ªan un Estado regulador, no un Estado interventor. Este ideario, aplicado hoy a condiciones diferentes del tiempo en que surgi¨® (Uni¨®n Europea y globalizaci¨®n), ha tra¨ªdo la austeridad que padecemos como algo sobrevenido.
Estamos presos de una idea contradictoria: quiere producir orden econ¨®mico pero vemos que genera desorden pol¨ªtico
La genealog¨ªa se emplea para ver c¨®mo los idearios se desv¨ªan de las previsiones. Repasar aquellas ideas program¨¢ticas nos permite identificar los fen¨®menos que no estaban contemplados en ellas. Para ello es productiva e imprescindible. La genealog¨ªa aprecia lo sobrevenido del ideario y nos hace sensibles a la ineficacia de su aplicaci¨®n r¨ªgida e inercial, al recordar el sentido originario de su propuesta. Al mostrarnos la desviaci¨®n mundana de los idearios, la genealog¨ªa nos ense?a a ser responsables cuando los aplicamos.
Pues bien, la austeridad que separa el norte del sur europeos es lo sobrevenido del ordoliberalismo que inspir¨® la constituci¨®n econ¨®mica de Alemania y de Europa. Y eso permite considerar la pol¨ªtica europea actual como una transformaci¨®n no prevista ni deseada de aquella fundaci¨®n. Pues no debemos enga?arnos. El Estado de bienestar del que goz¨® Alemania desde 1950 hasta el presente fue obra de ese mismo ordoliberalismo, que propici¨® el pacto de la CDU con el SPD de Karl Schiller y que fund¨® el Estado social y democr¨¢tico de derecho y la econom¨ªa social de mercado. Las amenazas al Estado de bienestar que padecemos tambi¨¦n son un sobrevenido de aquel ideario de la competencia pura. Estamos presos de una idea program¨¢tica de nuestra pol¨ªtica, que ya es internamente contradictoria: quiere producir orden econ¨®mico, pero vemos que genera desorden pol¨ªtico. Acaba desestabilizando el mundo de la vida con pulsiones de resentimiento parecidas a las que movieron a las poblaciones del primer tercio del siglo XX.
Ese resentimiento brota de una contradicci¨®n que anida en el fondo de nuestra vida hist¨®rica. Y, en lugar de padecer estos s¨ªntomas y exhibirlos, debemos resolver dicha contradicci¨®n. De otro modo padeceremos unos nacionalismos obtusos, sostenidos sobre la opresi¨®n de minor¨ªas (migrantes, mujeres, ancianos, minor¨ªas nacionales, raciales y de g¨¦nero) y animados por la promesa de emplear la soberan¨ªa para gozar de ventajas y acabar con la austeridad. Lo peligroso vendr¨¢ cuando comprobemos que esa ilusi¨®n de la soberan¨ªa nacional no puede sino agravar la crisis. La otra opci¨®n es descubrir las contradicciones b¨¢sicas entre el exitoso programa ordoliberal original y su aplicaci¨®n actual. Esta contradicci¨®n impide que el pacto fundacional europeo funcione hoy. Reajustarlo a la luz de la genealog¨ªa del presente sugiere una mejor y m¨¢s completa constituci¨®n econ¨®mica compatible con la constituci¨®n democr¨¢tica, que incorpore compromisos sociales a la altura de los tiempos.
Jos¨¦ Luis Villaca?as es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid
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