La democracia turca todav¨ªa late
A pesar de los diferentes puntos de vista que se dan en Turqu¨ªa sobre lo qu¨¦ es y el rumbo que debe tomar el pa¨ªs, nunca es demasiado tarde para que apueste por el consenso y por la Uni¨®n Europea
Es evidente que las relaciones entre Turqu¨ªa y Occidente est¨¢n atravesando un momento extremadamente delicado. La creciente volatilidad de la pol¨ªtica exterior turca es un s¨ªntoma de la coyuntura internacional, que parece conducirnos marcha atr¨¢s hacia un escenario de potencias globales y regionales en permanente fricci¨®n. En los ¨²ltimos tiempos esta tendencia se ha acelerado y, an¨¢logamente, el cisma entre Turqu¨ªa y sus te¨®ricos aliados occidentales se ha ensanchado unos cuantos metros m¨¢s.
La causa principal ha sido la entrega a Turqu¨ªa de los primeros componentes del sistema ruso de defensa antia¨¦rea S-400, que la OTAN considera incompatible con sus sistemas de defensa. Estados Unidos a?ade que el S-400 no puede coexistir con su nuevo caza F-35, pretendido por Turqu¨ªa y otros miembros de la Alianza Atl¨¢ntica. Como represalia, Washington ha expulsado del consorcio del F-35 a Turqu¨ªa y est¨¢ contemplando someterla a sanciones. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha hecho poco por templar los ¨¢nimos. Sus amenazas de intervenir militarmente en el noreste de Siria han inquietado a Estados Unidos, que ha tratado de ganar tiempo a trav¨¦s de un acuerdo preliminar ¡ªy poco concreto¡ª con Turqu¨ªa para el establecimiento de una zona segura. Las fuerzas kurdas que dominan la regi¨®n, y que fueron un aliado clave de Estados Unidos en la lucha contra el Estado Isl¨¢mico, ahora esperan que el presidente Trump no les deje en la estacada.
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Las tensiones entre Turqu¨ªa y la UE tambi¨¦n se han disparado. El Gobierno turco ha enviado buques de perforaci¨®n y exploraci¨®n a las aguas que rodean la isla de Chipre, en un intento de descubrir nuevas reservas de hidrocarburos en la zona. La UE alega que estas actividades vulneran el derecho internacional y ha impuesto sanciones a Turqu¨ªa. La contrarr¨¦plica turca no ha estado exenta de simbolismo: Ankara ha anunciado la suspensi¨®n del acuerdo de readmisi¨®n de refugiados que alcanz¨® con la Uni¨®n en 2016. Aunque sus implicaciones pr¨¢cticas eran ya escasas, en su d¨ªa el acuerdo reverdeci¨® ligeramente unas relaciones que, por lo dem¨¢s, llevan tiempo siendo preocupantemente ¨¢ridas.
Qui¨¦n lo hubiese dicho en 2005. Ese fue el a?o en el que arrancaron las negociaciones de adhesi¨®n de Turqu¨ªa a la UE, con Erdogan como primer ministro. Por aquel entonces, Turqu¨ªa acababa de abolir la pena de muerte ¡ªrequisito para entrar en la Uni¨®n¡ª y aproximadamente el 60% de su poblaci¨®n ve¨ªa la integraci¨®n europea con buenos ojos. Hoy, el presidente Erdogan aboga por reinstaurar la pena capital y los ciudadanos turcos favorables al ingreso en la UE no llegan al 40%. Por supuesto, la par¨¢lisis en la que se ha sumido el proceso de adhesi¨®n de Turqu¨ªa se debe a una concatenaci¨®n de factores, y la propia UE tiene parte de responsabilidad. Tras integrar a 10 pa¨ªses en 2004, la Uni¨®n sucumbi¨® a una cierta ¡°fatiga de ampliaci¨®n¡±, agravada por la crisis financiera de 2008. El proyecto comunitario entr¨® en una fase m¨¢s introspectiva y, ante la perplejidad de muchos de nosotros, gan¨® popularidad una interpretaci¨®n etnoreligiosa de la identidad europea. El escritor turco Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura, se lament¨® p¨²blicamente de que Europa estuviese ¡°dando la espalda a Turqu¨ªa¡±. Para europe¨ªstas convencidos como ¨¦l, la Gran Recesi¨®n que hostig¨® a nuestro continente fue el preludio de una Gran Decepci¨®n.
El presidente turco parece creer que puede seguir tirando de la cuerda sin que se rompa
Mientras tanto, Erdogan estaba poniendo todo su empe?o en consolidarse en el poder, un prop¨®sito que contin¨²a albergando y que parece no tener horizontes. Por el camino, la democracia turca ha visto c¨®mo se erosionaban muchos de sus pilares b¨¢sicos, como la libertad de prensa. La UE ha condenado esta deriva, pero se enfrenta a la inc¨®moda realidad de que en su seno han surgido tambi¨¦n Gobiernos de corte iliberal. Tras el pol¨¦mico refer¨¦ndum de 2017, en el que los ciudadanos turcos aprobaron por la m¨ªnima la adopci¨®n de un sistema presidencialista, hubo un l¨ªder comunitario que se desmarc¨® del resto y felicit¨® a Erdogan: el primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n. Como Orb¨¢n en Hungr¨ªa, Erdogan se ha especializado en agitar fantasmas para movilizar a la opini¨®n p¨²blica en su favor, aun cuando eso conlleve realizar giros de 180 grados.
En el terreno internacional, Occidente no ha sido el ¨²nico damnificado. Las desmesuradas pretensiones del presidente turco ¡ªplasmadas sobre todo en Siria¡ª se han llevado por delante la pol¨ªtica de ¡°cero problemas con los vecinos¡±, que abraz¨® a?os atr¨¢s. En el terreno dom¨¦stico, los ardides personalistas de Erdogan han pasado factura a la econom¨ªa turca, adem¨¢s de empobrecer el debate p¨²blico y generar una enorme polarizaci¨®n social. Sin embargo, todos estos envites no han impedido que Turqu¨ªa siga contando con una sociedad din¨¢mica y plural cuya pulsi¨®n democr¨¢tica est¨¢ dando signos de ser extraordinariamente resistente.
Al igual que la democracia turca, las relaciones entre Turqu¨ªa y Occidente est¨¢n tocadas, pero no hundidas
La mejor muestra de ello son las recientes elecciones municipales en Estambul, cuya repetici¨®n forz¨® el partido AKP de Erdogan tras caer derrotado en marzo por un estrecho margen. Los habitantes de Estambul no desfallecieron. En junio volvieron a acudir masivamente a las urnas y concedieron una victoria mucho m¨¢s abultada a Ekrem Imamoglu, el candidato del principal partido de la oposici¨®n. Con una campa?a cargada de positividad y mensajes transversales, Imamoglu arrebat¨® al AKP su feudo m¨¢s emblem¨¢tico, que llevaba gobernando desde que el propio Erdogan se aup¨® a la alcald¨ªa en 1994. Una conocida frase del actual presidente resuena hoy con un timbre distinto: ¡°Quien gana Estambul, gana Turqu¨ªa¡±.
Al igual que la democracia turca, las relaciones entre Turqu¨ªa y Occidente est¨¢n tocadas, pero no hundidas. Erdogan parece creer que, al amparo del gran valor geoestrat¨¦gico que atesora su pa¨ªs, puede seguir tirando de la cuerda sin que se rompa. No obstante, el presidente turco no tiene carta blanca: al fin y al cabo, Turqu¨ªa tambi¨¦n necesita a Occidente. El hecho es que ambas partes est¨¢n condenadas a entenderse; los retos compartidos no escasean y, por tanto, tampoco las oportunidades. Por ejemplo, los descubrimientos de gas en el Mediterr¨¢neo Oriental todav¨ªa pueden servir de incentivo para reactivar las negociaciones de paz en Chipre e impulsar un nuevo acercamiento entre la UE y Turqu¨ªa. Si bien no ser¨¢ f¨¢cil que Ankara recupere una actitud constructiva, los mimbres existen, como demuestran ciertos acontecimientos recientes ¡ªy no tan recientes¡ª en la pol¨ªtica turca.
Recordemos que en la persecuci¨®n del sue?o europeo coincidieron, pese a sus profundas diferencias, las dos personalidades turcas m¨¢s prominentes de las ¨²ltimas d¨¦cadas: Erdogan, de tradici¨®n islamista, y Orhan Pamuk, de tradici¨®n secular. Lamentablemente, ese hito ha quedado sepultado y, con ¨¦l, todo lo que represent¨®. Pero nunca ser¨¢ demasiado tarde para que Turqu¨ªa apueste por la uni¨®n. Y por la Uni¨®n.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
? Project Syndicate, 2019.
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