?Quemar a Polanski?
La presidenta de la Mostra de Venecia no ver¨¢ la pel¨ªcula del director estadounidense, un gesto pol¨ªtico nada neutral
Los hechos son sencillos: el pasado mi¨¦rcoles 28, la presidenta del jurado del Festival de Venecia ¡ªla cineasta argentina Lucrecia Martel¡ª declar¨® que no asistir¨¢ a la gala de la pel¨ªcula de Roman Polanski por solidaridad con Samantha Geimer, la adolescente v¨ªctima de la violaci¨®n perpetrada por el director en 1977, y declar¨® abiertamente su incomodidad ante la presencia del director polaco en el festival, aunque no su ¡°veto¡±, un gesto pol¨ªtico no s¨¦ si muy compatible con la neutralidad que se deber¨ªa exigir a la presidenta de un jurado y que reabre el sempiterno debate sobre la distinci¨®n entre el artista y su obra, y, m¨¢s ampliamente, sobre si debemos vetar los contenidos generados por artistas de vida censurable o, m¨¢s que censurable, delictiva.
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?Habr¨ªa que quemar o mandar al almac¨¦n los cuadros de Balthus o de Schiele, las pel¨ªculas de Chaplin, las novelas de C¨¦line, la Alicia de Carroll? Hace ya medio siglo, pero con un esp¨ªritu cr¨ªtico semejante al de esta ¨¦poca, la gran Simone de Beauvoir escribi¨® un ensayo cuyo t¨ªtulo he plagiado aqu¨ª: ?Deber¨ªamos quemar a Sade? Beauvoir no solo se preguntaba por la legitimidad literaria de los textos de Sade, sino por su consistencia filos¨®fica, y alertaba del ¡°peligro demasiado simplista de congelar a Sade en el papel de s¨¢dico¡±. La separaci¨®n que propone Beauvoir del artista y la obra es total y, sin embargo, nada olvidadiza. Entiende que el hombre responde ante la justicia, pero el artista ante la sociedad, y que por esa raz¨®n una lectura moralista implica necesariamente jugar a perderlo todo. Y con ¡°todo¡± se refiere, entre otras cosas, al mismo sentido y la naturaleza del arte. Si el paternalismo es peligroso, explica Beauvoir, no lo es menos dejar de comprender hasta qu¨¦ punto nos influyen las ideas que combatimos. Sade, no viene mal recordarlo, escribi¨® sus 120 noches de Sodoma en la prisi¨®n de la Bastilla, algo muy distinto de lo que le ha ocurrido a Polanski, que como todo el mundo sabe ha seguido haciendo sus pel¨ªculas en total libertad. Continuando con ese mismo razonamiento, y sin dudar aqu¨ª de la culpabilidad de Polanski ¡ªque deber¨ªa pagar por su delito por mucho que le haya perdonado su v¨ªctima¡ª ni de la libertad para hacer gestos pol¨ªticos de Lucrecia Martel ¡ªaunque resulta dif¨ªcil creer que vaya a premiar una pel¨ªcula a la que ni siquiera se digna a aplaudir¡ª, s¨ª parece m¨¢s que elocuente que basten los dedos de una mano para contar las cr¨ªticas en las que Polanski no es tratado radicalmente como un ¨ªdolo o como un canalla. ¡°Cuando m¨¢s necesit¨¢bamos comprender se nos oblig¨® a adorar¡± dice en un momento Beauvoir sobre Sade. Del mismo modo, podr¨ªamos decir que, en el tiempo que nos ha tocado vivir ¡ªy precisamente por estar sumidos en un proceso revolucionario¡ª, comprender es una tarea muy f¨¢cilmente interrumpida por la de juzgar moralmente. Resulta dif¨ªcil comprender lo que se est¨¢ amando u odiando, por mucho que ese odio o ese amor sea leg¨ªtimo. Por eso es tan dif¨ªcil valorar las cosas con ecuanimidad, porque solo se pueden juzgar de verdad los sentimientos cuando hemos dejado de tenerlos, y generalmente cuando hemos dejado de tenerlos ya hemos perdido tambi¨¦n nuestro inter¨¦s en juzgarlos.
Bastan los dedos de una mano para contar las cr¨ªticas en las que Polanski no es tratado radicalmente como un ¨ªdolo o como un canalla
Por otra parte, y volviendo a la sangre caliente, no es dif¨ªcil comprender la indignaci¨®n de Martel. Responde a la furia que a veces nos asalta cuando comprendemos la facilidad con la que hemos perdonado como sociedad seg¨²n qu¨¦ delito a seg¨²n qu¨¦ personas, a algunos artistas, por ejemplo ¡ªy por ser tan artistas¡ª el qu¨ªtame all¨ª esas pajas de una ni?a que parec¨ªa mayor. Lo m¨¢s contradictorio del gesto de Martel ¡ªy aprovecho este punto para a?adir tambi¨¦n que mi adoraci¨®n privada por sus pel¨ªculas roza el fanatismo¡ª es que muestra su animadversi¨®n sin exigir el veto. Un gesto que es pol¨ªtico, pero que no termina de cerrarse porque se pretende neutral y ecu¨¢nime, pero es personal y judicativo y responde a ese deseo de nadar y guardar la ropa que muchas veces adoptamos cuando nos enfrentamos a estas cuestiones. Querr¨ªamos aglutinar por igual el gesto filos¨®fico y el gesto revolucionario, pero es m¨¢s o menos inevitable que uno anule al otro. Tal vez Martel se apresura a decir ¡ªun poco nerviosamente¡ª que si no se sintiera capaz de juzgar con neutralidad la pel¨ªcula de Polanski habr¨ªa abandonado la presidencia del jurado, pero es que su gesto pol¨ªtico ya nos ha informado de que es incapaz de hacerlo. Se ha desautorizado a s¨ª misma. M¨¢s interesante habr¨ªa sido si hubiese llevado ese gesto hasta el final y hubiese puesto de manifiesto que no es neutral, como tampoco lo es ¡ªnunca y en ning¨²n caso¡ª ninguna persona que se re¨²ne a juzgar ninguna cosa, desde el concurso de r¨¢banos de Aljaraque hasta el premio Nobel de la Paz, como ha quedado dolorosamente demostrado. Por si fuera poco, la pel¨ªcula de Polanski se titula Yo, acuso. Ya saben de qu¨¦ va.
Andr¨¦s Barba es escritor.
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