El jard¨ªn de los frailes
En tiempos de ira, como los que de nuevo corren, en Espa?a tanto como en nuestra Am¨¦rica, el moderado no tiene quien le escriba
Una persona de posibles, generosa amiga de los libros, se las ha apa?ado para, sorpresivamente, hacerme llegar a Bogot¨¢ parte de la biblioteca que me vi forzado a dejar atr¨¢s, hace cinco a?os, en Venezuela.
Abro una de las cajas y topo con verdaderas joyas que cre¨ªa ya perdidas para siempre. Entre otras, los dos tomos de la Antolog¨ªa de la Poes¨ªa Hispanoamericana Moderna, coordinada en Caracas por el poeta y ensayista Guillermo Sucre para Monte ?vila Editores, y publicada en 1993.
Y la Historia del B¨¦isbol Cubano que don Roberto Gonz¨¢lez Echevarr¨ªa escribi¨® para la Oxford University Press en 1999. He pasado horas jubilosas sentado en el piso de mi cueva sacando libros de esas cajas. Y, estando en ello, encuentro un tomito publicado en M¨¦xico por Joaqu¨ªn Mortiz ?en 1966! y que me fue obsequiado por un profesor del colegio agustino donde hice parte del bachillerato: El jard¨ªn de los frailes, de Manuel Aza?a, presidente de la Segunda Rep¨²blica espa?ola. El profesor era un exilado republicano, de Valladolid, a quien los curas del colegio Fray Luis de Le¨®n, de Caracas, dejaban impartirnos lecciones de castellano y literatura.
Es sabido que, en aquel tiempo al menos, los dem¨®cratas de filiaci¨®n liberal no ten¨ªan nicho en el santoral antifranquista. Nombres como Juli¨¢n Besteiro, Casares Quiroga, Mart¨ªnez Barrio, ?le dicen algo al lector de hoy d¨ªa? Seguramente no. Y la raz¨®n tal vez se halle en que estos caballeros eran moderados.
Y habr¨ªan podido decir, con don Manuel Aza?a, presidente de la asediada Segunda Rep¨²blica Espa?ola, lo que en 1937, en lo m¨¢s duro de la contienda, ¨¦ste comentara a su amigo Fernando de los R¨ªos: ?Viviremos o nos enterrar¨¢n (o quedaremos de pasto para los grajos), persuadidos de que nada de esto era lo que hab¨ªa que hacer?.
?Qu¨¦ hab¨ªa pretendido hacer aquella generaci¨®n, de la que el mismo Aza?a no sab¨ªa si su suerte habr¨ªa de ser ?la de unos precursores o la de unos atrasados??
Puesto en palabras del propio Aza?a, ni m¨¢s ni menos que ?dirigir el pa¨ªs, en la parte que me tocase, con estos dos instrumentos: razones y votos. Se me han opuesto insultos y fusiles. En paz sea dicho?.
El jard¨ªn de los frailes, publiado por vez primera en 1927, recupera sus a?os de estudio en un internado agustino, donde se fragu¨® su anticlericalismo al uso liberal espa?ol:
?Para acabar de formarnos el esp¨ªritu ¡ªcuenta Aza?a¡ª estudi¨¢bamos un libro de filosof¨ªa, parto de un profesor de Barcelona, almacenista de bacalao que en los ratos de ocio produc¨ªa metaf¨ªsica. Ortodoxia pura.
¡ªVamos a ver, j¨®venes ¡ªinterrogaba el fraile¡ª ?qu¨¦ es la verdad de conocimiento?
¡ªAdequiatio intellectus et rei?¡ªrespond¨ªamos con aplomo.
Nunca he vuelto a pisar terreno tan firme?.
Tiene cuarenta a?os bien cumplidos el autor de este genuino Bildungsroman, cr¨®nica cuyo narrador ?no es persona con nombre y rostro. Es puro signo?, seg¨²n nos dice el propio Aza?a en el pr¨®logo. Se trata, puesto en sus propias palabras, de ?unas confesiones sin sujeto?.
?Traz¨¢ndola [habla de su narraci¨®n] pensaba yo haber elegido un tema personal, de suerte que en vez de relegar al ocaso de la profesi¨®n literaria el componer mis memorias habr¨ªa empezado (si empezar es esto) por escribirlas. No me reconozco en ellas?.
Pero, a buen seguro, dibujaba la geograf¨ªa moral de una generaci¨®n que, bajo la tutela espiritual de Ortega y que, para decirlo con palabras de Santos Juli¨¢, uno de sus mejores bi¨®grafos, ?jug¨® durante unos a?os la carta del reformismo mon¨¢rquico?. Cuando el dispositivo de contenci¨®n concebido por C¨¢novas del Castillo y Sagasta hac¨ªa ya cincuenta a?os, comenz¨® a hacer aguas, el rey Alfonso XIII opt¨® por dar su espaldarazo a una dictadura militar. Ello bast¨® para que Aza?a y muchos de sus contempor¨¢neos abandonaran el gradualismo y se dejaran ganar por la raz¨®n republicana.
??Democracia hemos dicho? Pues democracia?, dicen que exclam¨® en aquel trance.
?Y vaya si supo tomarse a s¨ª mismo la palabra!: desde 1932, como presidente de la Segunda Rep¨²blica, Aza?a puso en marcha un programa de reformas que no dej¨® intacto ninguno de los elementos de la constituci¨®n mon¨¢rquica: ej¨¦rcito profesionalizado y no beligerante, Ejecutivo ce?ido a la Constituci¨®n, separaci¨®n de la Iglesia, divorcio y secularizaci¨®n del matrimonio, voto femenino, estatutos auton¨®micos, expansi¨®n de la ense?anza p¨²blica y planes de riego¡
En un poema antiestalinista ¡ªLas cenizas de Gramsci¡ª, Pier Paolo Pasolini fulmina la propensi¨®n de la izquierda de todos los tiempos ?a exaltar sin amor y a denigrar sin odio?.
Y ciertamente, para buena parte de la historiograf¨ªa marxista de aquella guerra, Manuel Aza?a, impecable traductor de The Bible in Spain, de Barrow, y ensayista penetrante de la obra de Juan de Valera, fue apenas un peque?oburgu¨¦s culto pero melindroso que s¨®lo puso empe?o en que El Escorial no fuese bombardeado por ninguno de los bandos en pugna.
En tiempos de ira, como los que de nuevo corren, en Espa?a tanto como en nuestra Am¨¦rica, el moderado no tiene quien le escriba.
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