O C¨¦sar o nada
La coherencia de Pablo Iglesias es absoluta. Solo cabe preguntarse si vale la pena sacrificarle la izquierda
La historia interminable de la pugna entre S¨¢nchez e Iglesias ha sido vista como un pleito dominado por la intransigencia. Ambos, y ante todo el l¨ªder socialista, habr¨ªan impuesto sus preferencias personales a la uni¨®n de la izquierda que necesita el pa¨ªs. As¨ª de simple. Lo que caracteriza a todos estos comentarios es una ausencia deliberada de an¨¢lisis puntual sobre los contenidos y el desarrollo del conflicto. Uno es el m¨¢s fuerte, otro m¨¢s d¨¦bil, en el peor de los casos vanidoso, y tocaba al primero propiciar a toda costa el acuerdo.
Frente a esa simplificaci¨®n, y tambi¨¦n frente a las generalizaciones sobre nuestro sistema pol¨ªtico, el episodio es di¨¢fano en lo esencial. Iglesias se neg¨® desde el principio a discutir el programa, que hubiese generado una din¨¢mica unitaria, dando la preferencia a aspiraciones desmesuradas de participaci¨®n gubernamental, seg¨²n los votos y no los esca?os, pauta esta habitual en la democracia representativa. Y acab¨® rechazando una oferta sustancial de S¨¢nchez y forzando al m¨¢ximo la tensi¨®n, con el prop¨®sito de disfrazar su muro de flexibilidad, y las cesiones del otro, de humillantes. Los intereses del pa¨ªs, y de su propia coalici¨®n, fueron marginados, con tal de realzar su protagonismo pol¨ªtico. Nada lo expresa mejor que su maldici¨®n final del primer d¨ªa: usted no ser¨¢ nunca jefe de Gobierno, si no pacta con Podemos, l¨¦ase conmigo, y si no acepta mis condiciones. El resto del mundo no importa. A¨²n no ha explicado Iglesias porqu¨¦ era rechazable la ¨²ltima oferta de S¨¢nchez.
Estamos ante una concepci¨®n del liderazgo donde la prioridad absoluta es otorgada al objetivo de maximizar el poder del jefe
Ahora la representaci¨®n sigue y ¨¦l marca temas y tiempos, en un juego de m¨¢scaras: los cuatro men¨²s de Gobierno de coalici¨®n son simples variantes de sus aspiraciones de cogobierno. Pero la culminaci¨®n del encubrimiento llega con las ¡°propuestas para el di¨¢logo¡±, que en nada atienden a la propuesta anterior socialista. M¨¢s all¨¢ de la ocurrencia sobre Catalu?a, son centenares de planteamientos, con costes nunca evaluados, para crear una Espa?a feliz y una Europa feliz. Impuestos para los ricos y basta. ?Es de broma? No: una operaci¨®n m¨¢s de marketing pol¨ªtico.
La consecuencia es que no cabe entender la reciente crisis, y en ella el comportamiento pol¨ªtico de Podemos, como un simple caso de intransigencia. Estamos ante una concepci¨®n del liderazgo donde la prioridad absoluta es otorgada al objetivo de maximizar el poder del jefe, y ello requiere subordinarle cualquier otro tipo de fines, amen machacar estilo Lenin a sus adversarios. De otro modo, no cabr¨ªa explicar que siga Iglesias ignorando los resultados de sus decisiones, en 2016 al impedir un Gobierno socialista abriendo paso a Rajoy, o casi ayer, en su artera maniobra contra la reelecci¨®n de Manuela Carmena, siempre favoreciendo al PP. Algo que ahora se reproduce: anulada la izquierda, la derecha puede triunfar. Por obra de quien pretende encarnar los aut¨¦nticos valores de la izquierda.
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La raz¨®n de ese desprop¨®sito reside en una visi¨®n pol¨ªtica, la de los nuevos caudillismos, en que se encuadra Pablo Iglesias. Dominantes en la escena pol¨ªtica latinoamericana, son herederos de Per¨®n, desde Ch¨¢vez hasta L¨®pez Obrador, pero no faltan en Europa, en versiones soft del precursor Mussolini, cuya herencia era visible en Berlusconi y lo es hoy en Salvini. Les orienta siempre la vocaci¨®n cesarista, consider¨¢ndose predestinados a un liderazgo carism¨¢tico, ejercido en nombre del pueblo o ¡°la gente¡±, nunca de los ciudadanos, para lo cual menosprecian toda consideraci¨®n pol¨ªtica y moral.
Hoy son caudillos populistas, explica Enrique Krauze, que encabezan vastos movimientos sociales y llegan al poder por v¨ªas democr¨¢ticas, pero ¡°buscan instaurar un nuevo orden de justicia, refundar el Estado, abrir una nueva era hist¨®rica ligada a su nombre¡±. Con la consiguiente erosi¨®n de la democracia.
Escondido entre las ¡°cloacas¡± de Podemos, est¨¢ el antecedente de Venezuela. Aquejado de amnesia, Iglesias se cuida tanto de satanizar su evocaci¨®n, como Monedero de olvidar su labor de asesor m¨¢s que privilegiado de ese ¡°socialismo del siglo XXI¡± que ha sumido en la miseria a un pa¨ªs rico. Sin embargo, es respecto a Ch¨¢vez c¨®mo Iglesias, en su elogio del caudillo venezolano, dise?¨® su propia figura: un l¨ªder carism¨¢tico que encarna a un pueblo. Por eso, mito positivo, Ch¨¢vez es inmortal. Al cumplir esa funci¨®n hist¨®rica, personifica la verdadera democracia, la de ¡°las mayor¨ªas sociales¡±, por encima de los votos. Hasta 2015 ser¨¢ para Pablo la gran alternativa que viene de Latinoam¨¦rica. Luego el definitivo hundimiento del chavismo con Maduro, hizo aconsejable el olvido. Pero la concepci¨®n b¨¢sica se mantiene. Ah¨ª est¨¢ la imagen de Iglesias en su declaraci¨®n al aceptar el veto de S¨¢nchez: rostro apesadumbrado, camisa blanca de pureza y martirio ¡ªtambi¨¦n ¡°camisa blanca de la esperanza¡±¡ª, las masas como fondo de imagen. El l¨ªder carism¨¢tico humillado, el pueblo humillado.
La democracia debe servir para que ¡°los m¨¢s tengan el poder y que desaparezcan los privilegios de los menos¡±. No es un procedimiento, sino un fin. El nuevo populismo la utiliza y degrada, de manera que su supervivencia formal resulta compatible con la manipulaci¨®n empleada para perpetuarse. Ch¨¢vez, Evo Morales, Orban en Hungr¨ªa, jugaron a fondo esa baza, sustentada en el sometimiento de la opini¨®n p¨²blica al mensaje populista. Y si el adversario gana unas elecciones, se ignoran los resultados (Maduro). Negociar, ?para qu¨¦? Desde julio.
Es respecto a Ch¨¢vez c¨®mo Iglesias, en su elogio del caudillo venezolano, dise?¨® su propia figura
La instrumentalizaci¨®n del sistema pol¨ªtico al servicio de la pasi¨®n del poder alcanza al campo de las ideas y de los juicios morales. El transformismo resulta consecuencia obligada. Un ejemplo inmejorable es Salvini, de independentista padano a ultranacionalista ¡°en busca de plenos poderes¡±. Claves del ¨¦xito: satanizar a la inmigraci¨®n, su chivo expiatorio, hasta una total y deshumanizaci¨®n de impronta fascista, aunque se envuelva en invocaciones religiosas.
Exaltaci¨®n del l¨ªder, ataque permanente a todo tipo de adversarios hasta su aniquilamiento, tal es la norma de los nuevos caudillos. La revoluci¨®n en las comunicaciones permite prescindir de la violencia f¨ªsica. Aqu¨ª el control automatizado de la comunicaci¨®n ejercido por Salvini lleva ventaja, aunque entre nosotros Iglesias maneje bien la manipulaci¨®n promotora y destructiva. Trabaja por maceraci¨®n, golpeando sin cesar al disconforme que rechaza sus imposiciones. Delega su voz en Echenique, maestro al sentenciar la culpa del otro con gesto severo. Le respalda el coro de segundones, seg¨²n una t¨¦cnica teatral de distribuci¨®n de frases y papeles, luego difundida por la marea de tuits. Nunca argumentos, siempre descalificaciones.
Solo importa ganar. Pablo Iglesias est¨¢ siempre cerrado a sostener causas justas no rentables. Por eso al igual que Salvini, defiende a Putin, se vincula a los ayatol¨¢s iran¨ªes y su denuncia de la homofobia se detiene a las puertas de Rusia y del Islam. Su progresismo silencia todo cuanto entra?a riesgo. Y desde ese ensimismamiento, la intenci¨®n proclamada de frenar a la derecha se traduce en abrirle la puerta del poder.
La coherencia de Pablo Iglesias es absoluta. Solo cabe preguntarse si vale la pena sacrificarle la izquierda. Negociar con ¨¦l, ?para qu¨¦? Exige lo mismo que al hundir la investidura en julio. As¨ª que de momento, S¨¢nchez cercado y Podemos, como en el viejo oficio, ¡°gratis, nada¡±.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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