Geopol¨ªtica en Cachemira
La operaci¨®n de Modi es un gesto de afirmaci¨®n: la India defender¨¢ sus intereses territoriales frente a cualquier amenaza
En una maniobra desconcertante el Gobierno de Narendra Modi ha revocado la autonom¨ªa del Estado de Jammu y Cachemira, el ¨²nico de mayor¨ªa musulmana en la India. Un movimiento que ha sorprendido, no tanto por la medida en s¨ª, una reivindicaci¨®n hist¨®rica del nacionalismo hind¨², como por el proceder abrupto, desentendi¨¦ndose de cualquier posibilidad de di¨¢logo con las partes afectadas.
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Cachemira es un enclave disputado sobre el que concurren los intereses nacionales y geoestrat¨¦gicos de tres potencias nucleares: India, China y Pakist¨¢n, cada una de ellas con reivindicaciones territoriales sobre el pa¨ªs colindante. El origen del conflicto se remonta a la descolonizaci¨®n brit¨¢nica del subcontinente. En el a?o 1947, cuando los m¨¢s de 550 principados indios ya hab¨ªan decidido a cu¨¢l de los dos nuevos Estados incorporarse, India o Pakist¨¢n, el maharaj¨¢ de Cachemira segu¨ªa sin pronunciarse, momento que aprovech¨® Pakist¨¢n para enviar asaltantes pastunes (los posteriores muyahidines afganos) que asegurasen su dominio. Ante la presi¨®n, el regente acept¨® ayuda militar de la India y se integr¨® en este pa¨ªs. Acto seguido comenz¨® una guerra que se sald¨® con una primera partici¨®n de Cachemira: Pakist¨¢n se posicion¨® en el ¨¢rea actualmente bajo su control, Azad Cachemira, y la India retuvo el resto, Jammu y Cachemira.
En 1948 la ONU propuso un proceso secuencial para celebrar en el antiguo principado un refer¨¦ndum de incorporaci¨®n a India o Pakist¨¢n, en ning¨²n caso para optar por la independencia. El primer paso exig¨ªa a Pakist¨¢n evacuar a los nacionales que envi¨® a combatir, a continuaci¨®n la India deb¨ªa reducir sus fuerzas militares al m¨ªnimo y solo entonces se podr¨ªa realizar el refer¨¦ndum. Pakist¨¢n nunca lleg¨® a cumplir la primera condici¨®n, y posteriormente invalid¨® la posibilidad de llevar a cabo una consulta alterando irreversiblemente el estatus de Azad Cachemira: facilit¨® el asentamiento de ciudadanos de otras partes del pa¨ªs, modificando la composici¨®n demogr¨¢fica y, en 1963, como parte de una pol¨ªtica de acercamiento a China, le cedi¨® unilateralmente el valle de Shaksgam. Posteriormente ambos pa¨ªses desarrollaron varios proyectos conjuntos que atraviesan la regi¨®n disputada: la autopista del Karakoram y, m¨¢s recientemente, el Corredor Econ¨®mico China-Pakist¨¢n, uno de los ejes de la nueva Ruta de la Seda. En el caso de Pek¨ªn su inter¨¦s por Cachemira tiene un valor a?adido, una ubicaci¨®n intermedia entre dos provincias con reivindicaciones nacionalistas, Xingiang y T¨ªbet. Raz¨®n por la que en la d¨¦cada de los cincuenta, tropas de su ej¨¦rcito ocuparon el Aksai Chin, la Cachemira administrada por China y que a d¨ªa de hoy India sigue reclamando.
Pakist¨¢n podr¨ªa movilizar a sus activos yihadistas contra el pa¨ªs vecino, como ocurri¨® con el atentado de Pulwama en febrero
La operaci¨®n de Modi constituye un gesto de afirmaci¨®n con un claro mensaje: la India, potencia mundial, econ¨®mica y militar, act¨²a como tal en cuestiones de soberan¨ªa nacional, y defender¨¢ sus intereses territoriales frente a cualquier amenaza interna o externa. Gesto que ha contado con la aquiescencia de la comunidad internacional, a excepci¨®n de China y Pakist¨¢n. Las declaraciones oficiales resaltando la naturaleza interna del conflicto se han sucedido en cascada, comenzando por EE?UU, seguido de Rusia, y m¨¢s recientemente Francia. El Consejo de Seguridad de la ONU, reunido a puerta cerrada, se ha mantenido al margen. M¨¢s llamativa ha sido la respuesta de algunos pa¨ªses musulmanes desde los Emiratos ?rabes Unidos hasta Bangladesh y Afganist¨¢n, que se han desmarcado de su tradicional alineamiento de solidaridad con la umma, la comunidad de creyentes, y han evitado internacionalizar el asunto.
Desde una ¨®ptica regional, el principal perdedor ha sido Pakist¨¢n. Su ej¨¦rcito tiene en el conflicto de Cachemira un comod¨ªn que legitima su hegemon¨ªa, y podr¨ªa movilizar sus activos yihadistas contra el pa¨ªs vecino, como ocurri¨® con el atentado de Pulwama en febrero. En cualquier caso, su posici¨®n es precaria. Con una econom¨ªa al borde del colapso, no solamente carece de recursos suficientes para enfrentarse a la India en un conflicto prolongado, tambi¨¦n est¨¢ pendiente de ser evaluado por el Grupo de Acci¨®n Financiera Internacional que monitoriza el apoyo a las organizaciones terroristas. Cualquier empleo de estos medios ser¨ªa penalizado financieramente.
En el respaldo t¨¢cito que ha recibido el Gobierno indio se pueden advertir las cambiantes l¨ªneas de fuerza que configuran el tablero geopol¨ªtico mundial: la apuesta estrat¨¦gica hacia la India, desde un amplio espectro de intereses, como superpotencia por derecho propio, cada vez m¨¢s percibida como un contrapeso a China. El pron¨®stico de las implicaciones internas a corto y medio plazo no es tan halag¨¹e?o. Es de esperar una espiral de protestas, enfrentamientos y aumento de la disidencia en Cachemira. La situaci¨®n actual, en una de las zonas m¨¢s militarizadas del mundo, no es sostenible en el tiempo y, tarde o temprano, el Gobierno indio tendr¨¢ que atender las demandas de la poblaci¨®n local.
Eva Borreguero es autora de Hind¨². nacionalismo y religi¨®n en la India contempor¨¢nea (Catarata)
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