Jugar con fuego
El futuro de Cachemira solo puede pasar por la paz y por la voluntad de los propios habitantes de la regi¨®n
La decisi¨®n del Gobierno de la India de retirar la autonom¨ªa del Estado de Cachemira, aislado del mundo desde principios de agosto por un corte en las comunicaciones y sometido a un asedio militar tras el despliegue de miles de soldados indios, representa una medida extraordinariamente peligrosa en una de las regiones m¨¢s vol¨¢tiles del mundo, que ha sufrido peri¨®dicos estallidos de violencia, el ¨²ltimo el pasado marzo. India y Pakist¨¢n, dos potencias nucleares, se han enfrentado en tres guerras por Cachemira y los muertos en 70 a?os de conflicto se cuentan por decenas de miles.
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El radical cambio del estatuto pol¨ªtico de esta regi¨®n, as¨ª como la represi¨®n contra sus habitantes musulmanes ¡ªorganizaciones de derechos humanos y observadores independientes han denunciado al menos 2.000 detenciones arbitrarias¡ª solo puede servir para aumentar la tensi¨®n en la zona y situar a los dos pa¨ªses al borde del abismo. La autonom¨ªa de Cachemira, concedida en 1947 cuando el ¨²nico Estado de mayor¨ªa musulmana entr¨® a formar parte de la India, est¨¢ reconocida en la Constituci¨®n de este pa¨ªs, de 1.300 millones de habitantes y con una vigorosa econom¨ªa, que actualmente es la sexta del mundo. Su primer ministro, Narendra Modi, del Bharatiya Janata Party (BJP), fue reelegido en abril aupado por una agenda ultranacionalista hind¨², de la que forma parte la ofensiva contra Cachemira. Su contundente victoria electoral no ha hecho m¨¢s que reforzar sus convicciones.
Alejarse del sectarismo para construir una sociedad de ciudadanos, m¨¢s all¨¢ de la religi¨®n de cada uno de ellos, representa la ¨²nica forma de que la India se aleje de la violencia que ha marcado su pasado y se mantenga como la mayor democracia del mundo. No se puede olvidar, adem¨¢s, que en la India viven casi 200 millones de musulmanes, tantos como en Pakist¨¢n, y que en algunos Estados del pa¨ªs la tensi¨®n es constante. Sin embargo, no parece ser ese el camino emprendido por Modi en su segundo mandato. No se trata solo de Cachemira: el pasado fin de semana se confirm¨® la retirada del censo de dos millones de musulmanes del Estado de Assam, que quedan expuestos a ser deportados. Se trata de otra muestra de la inquietante deriva sectaria de Modi.
Ni la s¨®lida mayor¨ªa parlamentaria que apoya al primer ministro, ni la popularidad que entre muchos ciudadanos del resto de la India tiene la retirada de la autonom¨ªa justifican una medida que solo sirve para alejar una soluci¨®n pac¨ªfica para un conflicto que puede desbocarse en cualquier momento. Por muy injusta que sea, tampoco justificar¨ªa de ninguna forma una intervenci¨®n de Pakist¨¢n. El futuro de Cachemira solo puede pasar por la paz y por la voluntad de los propios habitantes de la regi¨®n.
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