La gran paradoja
Por incre¨ªble que parezca, todos los fen¨®menos que alimentan la incertidumbre son el resultado de decisiones pol¨ªticas deliberadas y perfectamente conscientes
La gran paradoja del momento es que al mismo tiempo que los dirigentes nos dicen que vivimos tiempos de incertidumbre, quienes hoy la provocan son los propios l¨ªderes pol¨ªticos. La inseguridad proviene de la pol¨ªtica misma. La guerra comercial entre Estados Unidos y China es fruto de una decisi¨®n pol¨ªtica, como lo fue el Brexit o el repliegue identitario, o como lo son tambi¨¦n el proteccionismo o la ficci¨®n de una crisis migratoria europea. Por incre¨ªble que parezca, todos estos fen¨®menos que alimentan la incertidumbre son el resultado de decisiones pol¨ªticas deliberadas y perfectamente conscientes.
Lo dram¨¢tico es que ocurra en un momento en el que debemos compartir un mundo globalizado con reg¨ªmenes autoritarios que juegan con ventajas competitivas: impermeables a los vaivenes de la opini¨®n p¨²blica, pueden fijar objetivos estrat¨¦gicos a largo plazo sin estar sometidos a nuestras fluctuaciones emocionales o a la l¨®gica del calendario electoral. Pero, ?por qu¨¦ las democracias tienen tantas dificultades para ofrecer soluciones? Quiz¨¢s porque sol¨ªan ser m¨¢s flexibles. La democracia funcionaba porque permit¨ªa llegar a consensos, lo que la hac¨ªa adaptarse mejor a las contingencias del presente, pero su actual rigidez es fruto de una polarizaci¨®n provocada y dirigida por quienes extraen de ella un beneficio electoral. La contradicci¨®n est¨¢ en que, cuanto m¨¢s r¨ªgidas se hacen las democracias al ser incapaces sus actores de llegar a acuerdos, tanto m¨¢s se las estira como chicles hasta expandir temerariamente las reglas del juego.
No nos llevemos a enga?o: los sistemas autoritarios muestran cierta eficacia frente a los retos globales y complejos, pero de la misma forma que en nuestras democracias estamos padeciendo tics autoritarios, en los reg¨ªmenes autoritarios se observan reacciones democr¨¢ticas. Lo vemos en Hong Kong, Rusia o Turqu¨ªa, y en lugares m¨¢s cercanos a nuestro modelo, como Italia y el Reino Unido, donde el sector m¨¢s saludable de su arco pol¨ªtico comienza a reaccionar t¨ªmidamente frente a quienes aspiran a llevar a estos pa¨ªses por la senda populista. Tales signos esperanzadores indican que, a largo plazo, lo que es realmente flexible es la democracia, pero debe ser una democracia con actores responsables capaces de asumir el papel que les corresponde. Las democracias fracasan por su inoperatividad, bien lo aprendimos con Weimar: es entonces, cuando son percibidas como ineficaces, cuando provocan el cansancio y hartazgo de la gente, y cuando ese hartazgo se traduce en ira y se traslada en votos a formas autoritarias. Aunque aqu¨ª, por supuesto, nuestros l¨ªderes parezcan no enterarse de nada.
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