?Bolsonaro est¨¢ devorando a Moro?
El presidente en las redes sociales apoya al exjuez de la Operaci¨®n Lava Jato y por otra tiene miedo de que pueda ser su sucesor en el puesto
Creo que quedan ya pocas dudas. Jair Bolsonaro se est¨¢ devorando a Sergio Moro. Pero, ?no aparecieron abrazados y felices el s¨¢bado, con motivo de la Independencia de Brasil? Eso fue solo fachada porque el presidente al mismo tiempo que est¨¢ desangrando a su ministro de Justicia, sabe que, hoy por hoy, su popularidad est¨¢ muy por debajo de la de su ministro.
Lo cierto es que Bolsonaro est¨¢ entre la espada y la pared. Por un lado, en las redes sociales apoya al exjuez de la Operaci¨®n Lava Jato y por otra, el presidente tiene miedo de que el trofeo que exhibi¨® al ganar las elecciones pueda aspirar a sucederle en el puesto. Lo cierto es que a pesar de las risas y abrazos en p¨²blico, en la soledad de los palacios las cosas toman otro color. Bolsonaro ha empezado a colocar piedras en el camino de su ministro estrella. Se lo empez¨® a devorar por los bordes y ahora est¨¢ llegando al coraz¨®n. No hace falta, en efecto, consultar a las viejas pitonisas griegas para saber cu¨¢l va a ser el final del exjuez estrella de la Operaci¨®n Lava Jato al frente del emblem¨¢tico Ministerio de Justicia del Gobierno autoritario de Bolsonaro.
Moro fue siempre, y sigue si¨¦ndolo, un juez inm¨®vil. Hasta en las conversaciones publicadas entre ¨¦l y los procuradores desveladas por The Intercept, es parco en palabras. Al rev¨¦s que algunos locuaces colaboradores suyos, Moro se muestra m¨¢s recogido. Y al contrario que Bolsonaro, Moro aparece casi mudo hasta ante la prensa. Dif¨ªcilmente da una noticia. Y jam¨¢s pone en evidencia a su jefe. Es la prudencia por esencia.
Habr¨ªa que preguntarse c¨®mo una persona escurridiza como el exjuez Moro, que sigue, quiz¨¢s por ello, siendo el pol¨ªtico con mayor aprobaci¨®n popular, pudo querer comprometer su brillante carrera, reconocida en todo el mundo, para convertirse, en ir¨®nica expresi¨®n del presidente del Congreso, Rodrigo Maia, en un simple ¡°empleado de Bolsonaro¡±.
La respuesta m¨¢s obvia ser¨ªa que Moro, a pesar de su sagacidad y su capacidad de estrategia, llevada a veces al l¨ªmite de la ley, pens¨® que podr¨ªa dominar al exparacaidista y capit¨¢n en reserva, por muy presidente que fuera.
Al lado de un Bolsonaro con escaso bagaje intelectual y al que, como dec¨ªa el viejo estadista italiano Giulio Andreotti de los pol¨ªticos espa?oles, le ¡°manca finezza¡±¡§[falta delicadeza], Moro pudo pensar que ¨¦l con su fama y su carrera ser¨ªa no solo el h¨¦roe del Gobierno, la estrella, sino mentor y hasta el sucesor de Bolsonaro.?
Es verdad, aunque pocos lo han destacado, que Moro ten¨ªa m¨¢s puntos ideol¨®gicos en com¨²n con Bolsonaro de lo que muchos pensaban. Por ejemplo, el exjuez es de la derecha liberal como el presidente, aunque sin sus estridencias y excentricidades. Sin su lenguaje chulo y hasta soez. Su formaci¨®n en Harvard y su personalidad se lo proh¨ªben.
Moro, en el modo de afrontar la lucha contra la violencia, en sus m¨¦todos heterodoxos, en su dureza con los acusados, en sus decisiones dr¨¢sticas, sus decretos,?en sus deportaciones a los extranjeros o su benevolencia con los polic¨ªas matones, no es tan diferente de su jefe pol¨ªtico de hoy. Con ¨¦l podr¨ªa entenderse, por ejemplo, mejor que con el intelectual y democr¨¢tico, expresidente, Fernando Henrique Cardoso en la dureza al juzgar.
Frente a un proceso judicial no s¨¦ si Bolsonaro, si fuera juez, ser¨ªa m¨¢s duro y peligroso que Moro. El hecho de que comparta con Bolsonaro la facilidad para enjuiciar los temas de violencia y la severidad contra los que delinquen pudieron haber hecho que no le diera miedo a Moro aceptar el reto del extremista de derechas y autoritario Bolsonaro, amante hasta de la tortura y de la pena de muerte.
No creo, como alguien pens¨®, que Moro dejase su juzgado porque vio ya agotada su misi¨®n y aunque famoso en el mundo, al fin era solo un juez de primera instancia. O que Curitiba le parec¨ªa ya peque?a para su fama y so?¨® con el Supremo, si es que este no le parec¨ªa tambi¨¦n poco. M¨¢s bien pudo ser la ¨²ltima tentaci¨®n, la ¨²ltima aventura juvenil de trasladar su fama de juez duro, que infund¨ªa miedo hasta a los grandes, al jard¨ªn prohibido del poder pol¨ªtico.
Las elucubraciones sobre las misteriosas relaciones entre Moro y Bolsonaro hierven cada d¨ªa y aumenta el n¨²mero de pitonisas que pretenden resolver ese destino final. En verdad es casi imposible saber hoy cu¨¢les son los c¨¢lculos de Moro, del que se habla abiertamente que se estar¨ªa preparando para suceder a Bolsonaro. Debe halagarle el ¨²ltimo resultado de los sondeos que lo presentan con un 54% de aprobaci¨®n frente al 29% de su jefe.
La pregunta, sin embargo, sigue en pie misteriosa e indescifrable: ?permitir¨¢ el mito Bolsonaro, que de su seno nazca un nuevo h¨¦roe que lo suplante? Al igual que los incapaces que consiguen llegar al poder acaban siendo los m¨¢s peligrosos a la hora de usar su fuerza de destrucci¨®n para suplir lo que le ha negado la inteligencia, as¨ª Bolsonaro jam¨¢s permitir¨¢ a nadie ser m¨¢s mito que ¨¦l.
Te¨®ricamente, Sergio Moro tendr¨ªa en este momento todo para perder su arriesgada apuesta de entrar con fuerza en la pol¨ªtica. Est¨¢ en manos del poder, que es mucho, del presidente de la Brasil. Si es verdad que hoy aparece en todos los sondeos como el pol¨ªtico m¨¢s aplaudido, tambi¨¦n es cierto que la gloria de la que gozaba como un simple juez de primera instancia ten¨ªa mayores resplendores hasta internacionales que la de ¡°dependiente¡± del Gobierno Bolsonaro, cuya impopularidad mundial podr¨ªa acabar comprometi¨¦ndolo.
Moro rompi¨® los puentes de su gloria en la justicia justo antes de aparecer los comprometedores papeles de The Intercept que revelan, aunque sea ilegalmente, que quiz¨¢s su actuaci¨®n de juez implacable con los poderosos que llev¨® a la c¨¢rcel al popular y estrella de la pol¨ªtica, el expresidente Lula, parece ser ya entonces tan pol¨ªtica o m¨¢s que judicial.
Quien le conoce de cerca, asegura que Moro es fr¨ªo en sus decisiones y calculador como pocos, buen jugador de ajedrez que sabe cu¨¢ndo mover las fichas y espera sin prisa para dar el jaque mate. Quiz¨¢s Bolsonaro, a quien tambi¨¦n le gusta arriesgarse en el ajedrez en el que se identifica con la ficha del rey, pero sin la frialdad y t¨¦cnica de Moro, piense que con su poder podr¨¢ seguir usando al mito de la Lava Jato hasta que le sirva. Ya le ha recordado que en el Gobierno en el que acept¨® entrar aunque por la puerta grande, quien manda es Bolsonaro y solo ¨¦l. Abrazos y sonrisas en p¨²blico son solo paliativos para esconder ante el gran p¨²blico la disidencia que les devora.
Y es cierto que hoy, fuera del Gobierno, Moro ha empezado tambi¨¦n a perder su antigua fuerza de Sans¨®n temida por los filisteos de la pol¨ªtica a quienes ten¨ªa en sus manos. Hoy la fuerza de su cabellera se le est¨¢ agotando y podr¨ªa esperarle un golpe de gracia en cualquier esquina por parte de los poderosos que antes le tem¨ªan y hoy esperan solo su descalabro.
A no ser que el exjuez esconda en su manga algunos secretos que podr¨ªa usar en cualquier momento. Pueda que dentro del que fue su reino indiscutible de poder que hac¨ªa temblar a los grandes y hasta ayer intocables, pueda conservar o creer conservar un poder de chantaje que desconocemos.?
Podr¨ªa parecer una paradoja, pero Moro y Bolsonaro, tan iguales y tan distintos, podr¨ªan ser dos gallos a quienes les gusta la pelea m¨¢s de lo que aparece en superficie. Bolsonaro sabe amenazar m¨¢s y se complace ense?ando sus espolones. Moro grita m¨¢s con su silencio y con su duro rostro fruncido. Ambos podr¨¢n acabar juntos o en conflicto. No es, sin embargo, dif¨ªcil imaginar que, en este ¨²ltimo caso, la lucha pol¨ªtica no podr¨ªa ser, metaf¨®ricamente, sangrienta.
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