As¨ª te vigila (y te controla) tu m¨®vil
Sacamos el m¨®vil del bolsillo unas 150 veces al d¨ªa, aunque creemos que lo usamos en la mitad de ocasiones. Lo cierto es que nuestro smartphone genera un volumen brutal de datos que nos localizan, nos vigilan y nos transforman. Puro petr¨®leo para las grandes empresas tecnol¨®gicas.
LO M?S importante son los metadatos. No el mensaje que mandas, sino a qui¨¦n se lo mandas, desde d¨®nde y con qui¨¦n. Sobre todo, desde d¨®nde. Aquel que sabe d¨®nde est¨¢s en todo momento te conoce mejor que t¨² mismo. Aquel que sabe d¨®nde has estado durante los ¨²ltimos tres meses puede predecir d¨®nde estar¨¢s de ahora en adelante con una precisi¨®n del 93%. Y t¨² se lo dices a mucha gente. Tu m¨®vil tiene una c¨¢mara por delante, otra por detr¨¢s, un micr¨®fono, una media de 14 sensores y al menos 3 sistemas independientes de geoposicionamiento. Tu tarjeta SIM manda se?ales a las antenas m¨¢s cercanas para recibir cobertura. Tu receptor de GPS se comunica con sat¨¦lites para calcular su propia posici¨®n. Tu wifi busca constantemente redes a las que conectarse, gritando el nombre de todas a las que se ha conectado antes. Tu ?bluetooth busca objetos con los que hacer una red. Y tus aplicaciones registran cada uno de tus movimientos, incluso cuando has apagado esa funci¨®n.
No necesitas sacar el m¨®vil, pero lo haces unas 150 veces al d¨ªa. Si te parecen muchas es porque la mayor¨ªa de las personas que tienen un smartphone piensan que lo utilizan menos de la mitad de tiempo que lo usan en realidad. Probablemente lo desbloqueas para ver si te ha llegado un mensaje por Messenger o Whats?App, si ha pasado algo en Twitter, si a alguien le ha gustado tu foto de Instagram o en Facebook, o si has recibido un correo importante. Una vez dentro, es dif¨ªcil soltarse. Las aplicaciones m¨¢s populares del mundo est¨¢n dise?adas para que, cada vez que las usas, recibas una microdosis de dopamina, en un circuito llamado c¨¢mara de condicionamiento operante o, m¨¢s popularmente, caja de Skinner, por el psic¨®logo que la cre¨®. Por eso desbloqueas el m¨®vil tantas veces sin darte cuenta. Las mejores mentes de tu generaci¨®n trabajan para las grandes empresas tecnol¨®gicas, buscando maneras de que est¨¦s el m¨¢ximo tiempo posible tocando el m¨®vil de manera inconsciente. Cuanto m¨¢s tiempo pasas, m¨¢s datos generas. Y esas empresas viven de convertir tus datos en alimento para sus algoritmos predictivos de inteligencia artificial.
Los algoritmos necesitan una gran cantidad de datos para mejorar sus predicciones. Google los saca del correo, los mapas, el buscador, YouTube y el sistema operativo Android, entre otros. Amazon, de la tienda, el Kindle, los altavoces inteligentes y AWS. Facebook, de la red social, Instagram, WhatsApp y ?Oculus. Netflix, de las series. Uber, de los coches. Spotify, de las listas. ?Airbnb, de las vacaciones. Tinder, del sexo. Match, del amor.
Las aplicaciones m¨¢s populares est¨¢n dise?adas para provocar dopamina; es decir, adicci¨®n
Pero tambi¨¦n necesitan una dieta variada, por eso trabajan con los data brokers, empresas que rastrean el resto de los datos que hay desperdigados y los ponen en un solo lugar. Manejan otras fuentes: tarjetas de puntos, seguros, marketing directo, hackers, inmobiliarias, bibliotecas, operadoras, laboratorios de an¨¢lisis, bancos, farmacias, Administraciones. Las plataformas digitales saben lo que haces cuando est¨¢s conectado. Los data brokers eran los ¨²nicos que sab¨ªan lo que haces cuando no lo est¨¢s. Ahora hay c¨¢maras ?conectadas a sistemas de identificaci¨®n facial que te siguen sin que lo sepas, lectores ?autom¨¢ticos de matr¨ªcula, sat¨¦lites capaces de leer tu marca de reloj. Los algoritmos predictivos digieren los datos para saber anticiparse a tus deseos, pero no siempre para satisfacerlos. Tambi¨¦n para cambiarlos.
Cuando tus datos vuelven a ti, han transformado el mundo. Han elegido los anuncios que ves y el precio que pagas por los billetes de avi¨®n, por alquilar un coche, por el seguro dental. Han cambiado tus posibilidades de conseguir un cr¨¦dito, de acceder a un puesto de trabajo, de recibir un pulm¨®n. Tambi¨¦n eligen las noticias que aparecen en tu timeline, los Pok¨¦mon que aparecen en tu mapa, los cinco mejores restaurantes, la mejor manera de llegar de A a B. Porque te has convertido en el microobjetivo de cientos de campa?as. No todas son comerciales.
La campa?a pro-Brexit convenci¨® a millones de brit¨¢nicos de que los turcos estaban a punto de invadir Europa. La campa?a pro-Trump convenci¨® a millones de americanos de que hab¨ªa bandas de centroamericanos ¡°infestando¡± EE UU. La agencia de desinformaci¨®n rusa convenci¨® a medio mill¨®n de activistas afroamericanos de que no votaran, porque votar a Clinton era peor que votar a Trump. Cuando vuelven a ti, tus datos ya no son datos, son una visi¨®n del mundo. Y no sabes qui¨¦n la financia, ni con qu¨¦ fin.?
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