Los secretos de los animales
Lo que mejor sabemos de los animales es c¨®mo matarlos. Descubrir, con respeto, su vida oculta pone al desnudo la ignorancia humana
HUMANOS APARTE, el animal con el que m¨¢s tiempo conviv¨ª fue con un perro labrador llamado Toxo. Despu¨¦s de su etapa de cachorro, result¨® con mucho el m¨¢s responsable de la familia. Cuando se debate si los animales tienen sentimientos, emociones y conciencia, yo suelo pensar en Toxo y me evado de la conversaci¨®n, voy tras ¨¦l por las dunas salvajes de Traba, lo veo alejarse con su alegr¨ªa inalcanzable hasta zambullirse en el mar de la Costa da Morte.
Toxo era transparente y enigm¨¢tico a la vez. Conoc¨ªa bien el mar. Proteg¨ªa a los ni?os cuando se ba?aban, nadando en c¨ªrculo a su alrededor. Los empujaba hacia la arena si el mar se embravec¨ªa. Sin contemplaciones, rega?¨¢ndoles cuando se resist¨ªan. No toleraba las peleas infantiles. Ni tampoco las ri?as entre mayores. Se interpon¨ªa con su propia voz hasta que llegaba la paz. Era leal, por supuesto, pero lo m¨¢s interesante en su car¨¢cter era lo que le dol¨ªa la deslealtad. Cuando se consideraba injustamente tratado, y ten¨ªa raz¨®n, lo que hac¨ªa era arrancar una planta de flor en el huerto, la ¨²ltima en ser plantada, y dejarla en el umbral de la puerta. Eso ocurr¨ªa, por ejemplo, si te marchabas un fin de semana a escondidas, sin darle explicaciones, aunque tuviese agua y comida. Hab¨ªa otra cosa que le perturbaba mucho. El desasosiego de los otros. El abatimiento. Lo estoy viendo mirarme fijamente, escudri?ando la aver¨ªa, alerta. Se acerca. De repente, me da unos manotazos en rodillas y codos hasta deshacer la posici¨®n de pesadumbre.?
Pero Toxo tambi¨¦n ten¨ªa una zona de sombra. Algo intrigante, impenetrable. El sentimiento de culpa. Hab¨ªa pocas cosas que reprocharle. Quiz¨¢ su ¨²nico pecado era la glotoner¨ªa. Le gustaban hasta las alcachofas y ten¨ªa una debilidad especial por el queso. Una noche se zamp¨® uno entero, un queso, que hab¨ªa quedado encima de la mesa. No hac¨ªa falta re?irle. ?l mismo se castigaba. Se met¨ªa en el ba?o, se acurrucaba en una esquina y no se mov¨ªa en horas de penitencia. Lo m¨¢s asombroso era la culpabilidad por lo desconocido. Estaba all¨ª, como un alma en pena, neg¨¢ndose a salir de su invisible mazmorra. Tratabas de descubrir d¨®nde estaba el estropicio, la causa de semejante tribulaci¨®n. Recorr¨ªas la casa. No hab¨ªa ninguna planta arrancada en el umbral de la puerta. En esos momentos, ante la ignorancia, yo buscaba una explicaci¨®n cultural que cualquier perro inteligente desaprobar¨ªa por pedante: quiz¨¢ los dos compart¨ªamos el llamado complejo de Pol¨ªcrates, dicen que muy galaico, aunque el tal Pol¨ªcrates era de Samos (Grecia), y que consiste en la infelicidad de sentirse feliz. Hasta que resurg¨ªa. Despu¨¦s de zambullirse, se tumbaba y se mov¨ªa al ras siguiendo el rumbo del sol. Cuando enferm¨®, esa era su ¨²nica tarea. Ser un reloj de sol.
Un d¨ªa vi que el sol se hab¨ªa movido y Toxo permanec¨ªa, ya para siempre, en la sombra. No dej¨® ninguna planta arrancada en el umbral de la puerta.
¡°Los animales no revelan sus secretos f¨¢cilmente¡±, escribe Lucy Cooke en un libro que conviene leer con reloj de sol y como quien emprende un viaje sin billete de vuelta a lo desconocido. En esa obra, La inesperada verdad sobre los animales, publicada por la editorial Anagrama, en forma de expedici¨®n sin prejuicios, emprendida con tanto humor como libertad.
Lo que mejor sabemos de los animales es c¨®mo matarlos. Descubrir, con respeto y cautela, aspectos de su vida secreta conlleva de entrada poner al desnudo la ignorancia humana y los grandes disparates escritos por sabios o que presum¨ªan de tales. Uno de los cap¨ªtulos m¨¢s sorprendentes es el que Lucy Cooke dedica al perezoso, un superviviente en selvas del centro y sur de Am¨¦rica. Toda su intenci¨®n es pasar inadvertido. De ah¨ª que sea el arbor¨ªcola que m¨¢s se parece a un ¨¢rbol. Hoy se habla mucho de ¡°reputaci¨®n¡± en Internet, y hasta hay corruptos que invierten una pasta en repu?taci¨®n. Pues bien, el perezoso es el animal con peor reputaci¨®n desde que tuvo la desgracia de aparecer en los libros y tratados naturalistas. Se le empez¨® a llamar perezoso cuando la Iglesia incluy¨® la pereza entre los ¡°pecados capitales¡±. Fern¨¢ndez de Oviedo, en 1526, lo se?al¨® como ¡°el animal m¨¢s torpe que se puede ver en el mundo¡±. Y el franc¨¦s conde de Buffon encontr¨® en ¨¦l una ¡°miseria¡± de la creaci¨®n, un ¡°bosquejo imperfecto de la naturaleza¡±. En realidad, el perezoso es un ¡°tranquilo pacifista vegetariano¡±.
Hoy d¨ªa en la selva, lo m¨¢s preocupante es el presidente Bolsonaro.?
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