El or¨¢culo de Adolfo
La salida del guerrerista Bolton no implica la clausura del belicismo
La sabidur¨ªa aconseja vivir la intriga sin investigarla. A ese punto hemos llegado en el descifrado del enredo venezolano. Las trompetas del juicio final sobre la suerte del pa¨ªs sonaron insistentemente durante el mandato de Bolton, con crescendos alarmantes, como cuando amag¨® con el env¨ªo de 5.000 marines y el jefe del Comando Sur ofreci¨® sus servicios. A bayoneta calada contra Maduro, que sabe resistir, pero nunca supo gobernar.
Peri¨®dicamente, potentes instrumentos de viento vaticinaban el fin del chavismo, o de lo que queda de ¨¦l. Anunciaban que el usurpador no pasa de esta noche, y que ma?ana habr¨¢ un Gobierno libre y democr¨¢tico, a las ¨®rdenes de alg¨²n centuri¨®n del imperio, que as¨ª entiende Washington la libertad y la democracia. Estos vaticinios alguna vez se cumplir¨¢n. Suele ocurrir con quienes profetizan la muerte de alguien: alg¨²n d¨ªa aciertan porque a este mundo nadie ha venido para quedarse.
Pero Bolton cay¨®, Maduro estorba y EE?UU y once pa¨ªses de la regi¨®n resucitaron el Tratado Interamericano de Asistencia Rec¨ªproca (TIAR) de 1947 para seguir presionando con el coco de la fuerza militar. La UE, a lo que diga Washington, pero sin tropas. Liquidado el consejero de seguridad un martes, el mi¨¦rcoles la Casa Blanca desempolv¨® el TIAR, por pa¨ªs interpuesto, Colombia. Todo a la vez para que nadie se llame a enga?o: la salida del guerrerista Bolton no implica el fin del belicismo.
Si revisamos el comportamiento hist¨®rico de los mensajes apocal¨ªpticos veremos que han sido portadores de mucho ruido y pocas nueces. Mucho gong sin partitura rectora, improbable mientras Trump siga en campa?a y Venezuela sea un caladero electoral menos rico que el muro antinmigraci¨®n o Cuba. Durante la tregua, el r¨¦gimen maquina c¨®mo detener a Guaid¨®. En todo caso, m¨¢s all¨¢ de quinielas y apuestas, la situaci¨®n del pueblo venezolano es terror¨ªfica. Hasta hace poco, Maduro era el malo de la pel¨ªcula, con sobrados m¨¦ritos para serlo, pero le adelant¨® por varios cuerpos EE?UU y su despiadado asedio para rendir la plaza por hambre.
En paralelo, Trump se r¨ªe de todos: de los grandes y de los peque?os. No hay v¨ªctimas de segunda para el presidente, prodigioso porque piensa con dos cabezas. Escribi¨® sobre Bolton diciendo que lo ech¨® por pasarse de la raya con Venezuela, y apenas 24 horas despu¨¦s enfatiz¨® que lo hizo porque sus planes eran much¨ªsimo m¨¢s dr¨¢sticos. ¡°?Me estaba conteniendo!¡±.
Manuel Rosales, fracasado candidato presidencial de la oposici¨®n en tiempos de Ch¨¢vez, ten¨ªa frases antol¨®gicas para casi todo. Suya es la sentencia con la que aclar¨® que no necesitaba augures para saber que ganar¨ªa las elecciones: ¡°No consultar¨¦ al or¨¢culo de Adolfo¡±. Ni el error ni las risas son para tanto. Al fin y al cabo Delfos lleva todas las consonantes de Adolfo y una de sus vocales. Pues bien, si Rosales no quiso consultar a Adolfo, nosotros tampoco.
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