Pan con chocolate
Empec¨¦ mentalmente a escribir este art¨ªculo cuando le¨ª en las memorias de Camilo Sesto esta frase de su madre: ¡°La patria no es la infancia, sino la comida¡±
Ana se cas¨® en junio con Karim, me invitaron a su boda y tambi¨¦n me invitaron a hablar en la ceremonia, porque yo he sido hist¨®ricamente tan buen lector de bodas que, despu¨¦s de mi propia boda, un m¨¦dico me reconoci¨® por haber le¨ªdo en ella, no por haberme casado. El caso es que llegado el d¨ªa, bajo un sol tremendo y empapado en sudor, olvid¨¦ imprimir el discurso y tuve que leerlo en el m¨®vil. Unos novios guap¨ªsimos, unos invitados elegant¨ªsimos y un pavo de pie, con la cabeza mojada, pegando la pantalla del m¨®vil a la cara para tratar de leer algo que no ve¨ªa bien por el reflejo del sol, con el agravante de una traductora de franc¨¦s al lado que no sab¨ªa c¨®mo salir de esa. Parec¨ªa que estaba leyendo whatsapps. No iba del todo mal hasta que dije, y dije bien, que los cinco matrimonios en cuyas bodas hab¨ªa hablado, incluido el m¨ªo, ya estaban divorciados. Necesitaba su excepci¨®n.
Ana es una de mis mejores amigas y en agosto, reci¨¦n llegada de Par¨ªs, nos fuimos a comer a Casa Solla, que m¨¢s que un restaurante es una religi¨®n. All¨ª comimos y bebimos hasta que se puso el sol, y hubo un momento ¡ªdespu¨¦s de la habitual degustaci¨®n llena de hallazgos y platos impresionantes que defino as¨ª porque cr¨ªtico gastron¨®mico no soy ni entiendo, pero alcanzo a saber cuando algo no es normal y aquello no lo era¡ª en que Pepe Solla, el chef, nos trajo el postre. Pan con chocolate. Bien, no un pan cualquiera ni un chocolate cualquiera, pero pan con chocolate. Y fue entonces cuando se cerr¨® el ciclo de lo que me dijo d¨ªas despu¨¦s Manuel Dom¨ªnguez, chef de L¨²a, tras contarle lo que me hab¨ªa pasado: que la cocina hab¨ªa cumplido su misi¨®n hasta el final.
El primer bocado del pan con chocolate me devolvi¨® a mis padres j¨®venes en una cocina m¨ªnima, al Xabar¨ªn Club, Dragon Ball y los nervios de un examen de sociales. Con el segundo bocado casi apruebo el examen sin haber estudiado por pasarme la tarde canturreando: ¡°Temos que buscar a bola do drag¨®n, ¨¦ un gran misterio e unha conmoci¨®n¡±. Se me pas¨® hasta el efecto del vino porque nada emborracha m¨¢s que el pasado. Y empec¨¦ mentalmente a escribir este art¨ªculo cuando le¨ª en las memorias de Camilo Sesto esta frase de su madre: ¡°La patria no es la infancia, sino la comida¡±. Aunque viene siendo lo mismo.
De ni?o, despu¨¦s de la matanza del cerdo y de salar las piezas en el salgadoiro que ten¨ªamos en casa, mi abuelo met¨ªa la panceta cruda en la nevera. Para el cocido, para las lentejas, para los callos¡ Yo me escabull¨ªa a esa nevera para comerla cruda, desgajar la ¨²ltima grasa pegada a la piel y esa corteza dura, en la boca, me duraba horas mientras sacaba el ¨²ltimo jugo. Muchos a?os despu¨¦s me cont¨® Ant¨®n Galocha, mi director en Diario de Pontevedra, que eso era el chicle de muchos ni?os de aldea en los a?os sesenta. Ahora sigo escapando al s¨²per a fingir que compro ese trozo enorme de panceta para cocinar; al llegar a casa la como cruda, despacio, y lo primero que recuerdo al comerla es la vieja cocina del pueblo y a mi abuelo por all¨ª, pregunt¨¢ndose qui¨¦n era el animal mientras yo mov¨ªa una bola gigante de un lado a otro de la boca. La sigo comiendo a escondidas no por culpabilidad sino por placer; el placer de imaginar que sigue vivo y al acecho, como ocurre cuando los sabores nos parten por la mitad, y somos doblemente felices.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.